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Veinticinco. Irresistibles.

Había demasiadas cosas en las que pensar. 

¿Cuándo iba a poder estar sola para poder localizar al tal J. Jenks? Además, ¿Por qué Alice quería que me pusiera en contacto con él? Si la pista de Alice no tenía nada que ver con mis hijos, ¿Qué podía hacer para salvarlos? ¿Cómo le íbamos a explicar las cosas a la familia de Tanya? ¿Qué íbamos a hacer si reaccionaban como Irina? 

Yo no sabía luchar. ¿Cómo iba a aprender en un mes? ¿Había alguna posibilidad de que me enseñaran con la suficiente rapidez para que me convirtiera en un peligro para cualquier miembro de los Vulturis? 

Muchas preguntas, pocas respuestas.

Insistí en llevar a Soo y a Mi a la cabaña para dormir para que no sintieran que las cosas están cambiando drásticamente. Jacob y Leah estaba más cómodos en su forma de lobo en ese momento. Lidiaban mejor con el estrés cuando se sentían preparados para luchar. 

Una vez que mis bebés estuvieron profundamente dormidos, los acosté en la cama de Soo y fuimos hacia la habitación de la entrada para que yo pudiera hacerle mis preguntas a Edward. Al menos aquellas que podía hacer, ya que uno de los problemas más difíciles para mí era cómo seguir ocultándole cosas. 

Él permaneció de pie dándome la espalda, con la mirada fija en la chimenea. 

—Edward, yo... —

Se dio la vuelta y cruzó la habitación en menos de un segundo. Sólo tuve la oportunidad de ver la feroz expresión de su rostro antes de que sus labios se encontraran con los míos y sus brazos se enredaran a mi alrededor. No pude volver a pensar en mis preguntas el resto de la noche. Me llevó poco tiempo captar la razón de su estado de ánimo e incluso menos sentirme exactamente de la misma manera. Había previsto que iba a necesitar años para poder aprender a controlar la pasión física que sentía por él. Y después siglos para disfrutarlo, pero si ahora sólo nos quedaba un mes para estar juntos... Bueno, no veía cómo soportar un fin como ése. Por el momento, no podía hacer otra cosa que comportarme un poco egoísta y disfrutarlo. Todo lo que quería era poder amarnos todo el tiempo que nos quedaba. 

Me resultó muy difícil separarme de él cuando el sol salió, pero teníamos que hacer nuestro trabajo. Tan pronto como me permití pensar en lo que se venía, mi cuerpo se llenó de tención. 

—Desearía que hubiera alguna manera de conseguir la información que necesitamos de Eleazar antes de que les hablemos de Soo y Mi. —dijo Edward mientras nos vestíamos rápidamente. —Sólo por si acaso. —

—Pero él no entendería de que hablamos y así no podrá contestar. —dije. —¿Crees que dejen que les expliquemos? —

—No lo sé. —

Cargue a <Mis angelitos>, aún dormidos, y los acurruque en mis brazos, oliendo su rico y relajante aroma. No podíamos perder más tiempo, teníamos que ponernos en marcha.

—Amor, ¿Me enseñarás a luchar? —le pregunté y esperé su reacción. 

Y como esperaba, se quedó helado, y entonces sus ojos me recorrieron con gran intensidad. Su mirada se detuvo en nuestros hijos, que aún dormían en mis brazos. 

—Ya sabes no quiero ser incapaz de defenderme. —dije tranquila.

Sabia pelear, pero no como vampiro. Cuando era humana si me podía defender, pero ya de vampiro es otra cosa. 

Él tragó saliva y luego asintió. 

—Ya que lo pones de ese modo... supongo que tendremos que ponernos a trabajar tan pronto como sea posible. —

Yo también asentí y comenzamos a caminar hacia la casa grande, sin apresurarnos. 

Me pregunté qué podría hacer que nos trajera algo de ventaja, sabía que tenía un don en donde podía proyectar diferentes cosas, pero apenas lo usaba y me cansaba rápidamente después de usarlo por más dos minutos. Tendría que entrenar duramente, así podría proyectar, no se… un ejército que pudiera ayudarnos o algo para poder sobrevivir.

—¿Cuál dirías tú que es su principal ventaja? ¿Tienen alguna debilidad conocida? —le pregunte.

Edward supo rápidamente a quien me refería. 

—Alec y Jane son lo mejor que tienen de cara a una ofensiva. —dijo. —Sus defensas rara vez participan de la acción. —

—Ya sé que Jane puede causarte dolor donde estés, pero ¿Cuál es el don Alec? ¿No me dijiste una vez que es más peligroso que Jane? —

—Sí. En alguna forma él es un antídoto de Jane. Ella te hace sufrir el dolor más intenso que puedas imaginar, pero Alec hace que no sientas nada. Absolutamente nada. Algunas veces, cuando a los Vulturis se sienten amables, permiten que Alec anestesie a quien vayan a ejecutar, siempre que se haya rendido a tiempo o les haya complacido de alguna otra manera. — 

—¿Anestesia? ¿Y por qué eso lo hace más peligroso que Jane? —

—Porque te priva por completo de sensaciones y no sientes dolor, pero tampoco puedes ver, oír u oler. Es una total privación sensorial y te quedas solo en la oscuridad. Ni siquiera experimentas la quemazón de las llamas en la hoguera. —

Temblé de manera inconsciente. 

—Eso es lo que le hace tan peligroso como Jane. —continuó Edward. —Ambos pueden incapacitarte, convertirte en un objetivo indefenso. La diferencia entre ellos es la misma que entre Aro y yo. Aro escucha la mente de una sola persona por vez y Jane sólo puede hacer daño al objetivo sobre el que se concentre. Yo soy capaz de oír a todo el mundo al mismo tiempo. — 

Sentí frio, otra vez. 

—¿Alec puede incapacitarnos a todos? —susurré. 

—Si usa su don contra nosotros, todos nos quedaremos ciegos y sordos hasta que nos caigan encima para matarnos... y en este caso, quizá simplemente nos quemen en vez de partirnos en trozos. Oh, claro que podemos intentar luchar, pero lo más probable es que terminemos haciéndonos daño unos a otros antes de que seamos capaces de herirles a ellos. —termino de decir.

Caminamos en silencio durante unos instantes. Todo era muy complicado, tenía que aprender muchas cosas en tan poco tiempo.

—Y Demetri... —dije. 

—Demetri es mío. —dijo con voz dura. 

—¿Por? — 

—Por Alice. Es la única muestra de agradecimiento que puedo ofrecerle por los últimos cincuenta años. —

Escuché las fuertes pisadas de las patas de Jacob golpeando el suelo. En unos segundos, se estaba paseando delante de mí, y mirando atento a Young Mi. 

—¿Por qué tenemos que preguntarle a Eleazar sobre los Vulturis? —

—Eleazar conoce todo lo referente a los Vulturis. Se me había olvidado de que tú no lo sabías. Él formó parte de ellos. —

Jacob rugió a mi lado. 

—¿Qué...? — 

Edward sonrió un poco. 

—Eleazar es una persona muy buena. No era del todo feliz con los Vulturis, pero respetaba la ley y la necesidad de defenderla. Sentía que estaba trabajando por el bien común y no lamenta nada del tiempo que pasó con ellos, pero cuando se encontró con Carmen, halló su lugar en el mundo. Son gente muy parecida, ambos son muy compasivos para ser vampiros. —Edward sonrió de nuevo. —Se encontraron con Tanya y sus hermanas y nunca miraron hacia atrás. Eran perfectos para este nuevo estilo de vida. Si no se hubieran encontrado nunca con Tanya, me imagino que habrían descubierto algún día por ellos mismos una manera de vivir sin sangre humana. — 

Edward le echó una mirada a Jacob y respondió a su pregunta silenciosa. 

—No, él no era uno de sus guerreros, hablando en sentido estricto. Pero tiene un don que encontraban conveniente. Él tenía un instinto especial para captar los dones de los demás, las capacidades extraordinarias que disfrutan algunos vampiros. Sabía darle a Aro una idea general de lo que cada vampiro era capaz de hacer sólo con estar cerca de él. Esto era muy conveniente cuando los Vulturis entraban en combate, si alguien en el aquelarre que se les enfrentaba tenía alguna habilidad que pudiera causarles algún problema. Pero claro, algo así era poco habitual, debía tratarse de una capacidad realmente sobresaliente para que supusiera un inconveniente para los Vulturis. Más a menudo, el aviso le servía a Aro para salvar a aquellos enemigos que pudieran serle de utilidad. Hasta un cierto punto, el don de Eleazar funciona incluso con humanos. Tiene que concentrarse mucho en ese caso, porque la habilidad en un mortal es más confusa. Aro le hacía probar a la gente que quería que se les uniera para ver si tenían algún potencial. Por eso sintió mucho que se fuera. —

—¿Lo dejaron irse? —le pregunté.

Su sonrisa era ahora más sombría. 

—Se supone que los Vulturis no son los villanos. Son los cimientos de nuestra civilización y de la paz. Cada miembro de la guardia escoge servirles, y se trata de algo muy prestigioso. Todos se sienten orgullosos de estar allí, y no se les puede forzar a ello. — 

Miré al suelo pensativa.

—Nosotros no somos criminales. —dije.

Jacob resopló. 

—Ellos no lo saben, corazón. —

—¿Crees que haya alguna esperanza de que se detengan para escucharnos? —pregunte. 

—Si encontramos suficientes amigos que nos apoyen, tal vez. —contesto Edward después de pensarlo unos segundos. 

En ese momento comenzamos a correr más rápido, con Jacob detrás de nosotros. 

—No creo que Tanya tarde mucho. —dijo Edward. —Debemos prepararnos. — 

La verdad no sé cómo teníamos que prepararnos. ¿Dejaríamos a <Mis angelitos> a la vista, los esconderíamos al principio o tendría que hacer alguna ilusión de ellos para que no resulten heridos? Tal vez hiciera las ilusiones primero solo por si acaso, y los dejaría con Leah y Jacob.

Al final, Jacob y Leah, mis niños y yo, esperamos en el comedor. Los chicos no quisieron sostener mucho a los niños por si tenían que entrar en fase rápidamente. Me sentía más tranquila con <Mis angelitos> en mis brazos.

—Quiero hacer ilusiones de Soo y Mi. —dije. —Para estar tranquila. —

—Si. —concordó Jacob rápidamente. —Eso es muy buena idea. —

—Si eso te mantiene más tranquila. Corazón, podrías practicar antes de que lleguen. —dijo Edward.

Acomode a Soo y a Mi en el sillón a un lado de mí. No tenía que verlos para poder imaginarlos y hacer la ilusión, sus pequeños rostros estaban tatuados en mi mente y era imposible de olvidarlos.

—Recuerda que tienes que imaginar su calor, el latir de su corazón y sus mejillas sonrojada. —dijo mi esposo.

Asentí y cerré los ojos para poner en mi mente la imagen de mis bebés en mis brazos. Un escalofrió me recorrió la espalda y de un momento a otro sentí un peso en mis rodillas. Abrí los ojos y ahí estaban, una copia exacta de <Mis angelitos>.

—Eso es de locos. —dijo Jacob mientras miraba las ilusiones.

—Crees poder sostenerlas por mucho tiempo. —pregunto Edward.

—Lo más que he aguantado son dos minutos pero puedo intentar hacerlo. —

De repente Soo se acercó a la ilusión que se parecía a él y la golpeo mientras la miraba con el ceño fruncido, las ilusiones desaparecieron y él se sentó en mis piernas junto con su hermana mientras me abrasaba con fuerza.

—Oh…mi amor, no tienes por qué estar celoso. —dije mientras le daba un beso en la frente para que dejara de estar con el ceño fruncido. Le di otro beso en la nariz y sonrió, volteé a ver a Mi y le di un beso también y también sonrió. —Ninguno tiene que estar celoso, eso lo voy a tener que hacer solo por precaución. —

Después de unos minutos escuchamos el sonido del motor pasando por la autopista.

Soo y Mi se acomodaron pegados a mí cuello. 

—¿Y si no les gustamos? —susurró Mí y todos la miramos.

—Claro que les... —comenzó a decir Jacob, pero lo silencié con una mirada. 

—Ellos no comprenden su existencia, <Mis angelitos>, porque jamás se han encontrado con nadie como ustedes. —les expliqué sin mentirles del todo. —Pero eso no es problema, no se preocupen, solo hay que explicarles para que comprendan. —

Soo rodo los ojos y Mi suspiró, y en mi mente comenzaron a pasar imágenes de todos nosotros rápidamente. Vampiros, humanos, licántropos. Se sentían fuera de lugar.

—Ustedes son especiales y eso no es malo. —les dije. 

Soo sacudió la cabeza expresando así su desacuerdo. Mientras Mi murmuraba triste:

—Es culpa nuestra. — 

—No. —exclamamos Jacob, Leah, Edward y yo al mismo tiempo, pero antes de que pudiéramos decir algo más, escuchamos el sonido que habíamos estado esperando: el de un motor que reducía la velocidad en la carretera y el de las cubiertas de las ruedas moviéndose en la tierra. 

Edward salió disparado hacia la esquina para esperarlos en la puerta y mis niños se escondieron entre mi pelo. Jacob, Leah y yo nos quedamos mirándonos con la desesperación pintada en las caras. Mire a mis niños.

—Se van a quedar aquí con Leah y Jacob hasta que yo los llame. —les dije.

Ellos asintieron. 

El coche atravesó con rapidez la carretera del bosque. Escuchamos como atravesaba el prado y luego pararse delante de la casa, y después cómo se abrían las cuatro puertas y se cerraban. No hablaron mientras se aproximaban hacia la puerta y Edward la abrió antes de que llamaran. 

—¡Edward! —exclamó una voz femenina con entusiasmo. 

—Hola, Tanya. Kate, Eleazar, Carmen. —contesto mi esposo.

Los tres murmuraron saludos. 

—Carlisle nos dijo que necesitaba hablar con nosotros urgentemente. —dijo la primera voz, que reconocí como la de Tanya. —¿Cuál es el problema? ¿Algún problema con los licántropos? — 

Jacob y Leah pusieron los ojos en blanco. 

—No. —dijo Edward. —Nuestra tregua con los licántropos es más fuerte que nunca. —

Una mujer se echó a reír entre dientes. 

—¿Vas a invitarnos a entrar o no? —preguntó Tanya y después continuó hablando sin esperar respuesta. —¿Dónde está Carlisle? —

—Ha tenido que irse. — 

Se hizo un corto silencio. 

—¿Qué es lo que está pasando, Edward? —exigió Tanya.

—Si me conceden el beneficio de la duda durante unos minutos. —contesto. —Es algo difícil de explicar y necesito que tengan la mente abierta hasta que puedan comprenderlo. —

—¿Carlisle está bien? —preguntó una voz masculina con ansiedad.

—Ninguno de nosotros está bien, Eleazar. —le contesto Edward. —Pero al menos físicamente, sí, se encuentra bien. —

—¿Físicamente? —preguntó Tanya. —¿A qué te refieres? —

—Que toda mi familia corre un gran peligro y antes de que les explique les suplico que escuchen toda la historia primero antes de reaccionar. — 

—Estamos escuchando. —dijo Tanya después de unos minutos de silencio. —Lo escucharemos todo antes de juzgar. — 

—Gracias, Tanya. —agradeció Edward. —No los habríamos involucrado en esto de haber tenido otra opción. —

Edward camino hacia la habitación que estaba al lado de donde estábamos los lobos, los niños y yo, con los demás detrás de él. 

Alguien olió. 

—Ya sabía que los licántropos tenían que estar metidos en esto. —dijo Tanya. 

—Sí, y están de nuestro lado. Otra vez. —replico Edward.

El comentario silenció a Tanya. 

—¿Dónde está tu Elina? —quiso saber otra de las voces femeninas. —¿Cómo se encuentra? —

—Estará pronto con nosotros. Y ella está bien, gracias. Se ha incorporado a la inmortalidad con una sorprendente elegancia. —

—Cuéntanos en qué consiste el peligro, Edward. —quiso saber Tanya. —Todos te escucharemos y estaremos de su lado, donde pertenecemos. — 

Edward inhaló. 

—Primero quiero que lo vean ustedes mismos. Presten atención... en la otra habitación. ¿Qué pueden oír? — 

Se hizo un nuevo silencio. 

—Sólo escuchen, por favor. —insistió Edward. 

—Dos licántropos, supongo. Puedo oír sus corazones. —dijo Tanya. 

—¿Qué más? —preguntó Edward. 

Se hizo una pausa. 

—¿Qué son esos sonidos como de repiqueteo? —preguntó Carmen o Kate, no estaba segura. —¿Son... alguna clase de pájaros? —

—No, pero recuerden que lo escucharon. Ahora, ¿Qué pueden oler? Además de los licántropos. —

—¿Hay ahí un par de humanos? —susurró Eleazar. 

—No. —dijo Tanya. —No son humanos, pero... es más cercano a lo humano que el resto de los olores que hay aquí. ¿Qué es eso, Edward? No creo que haya olido nada igual en toda mi vida. —

—Seguro que no, Tanya. Por favor, por favor, recuerda que esto es algo por completamente nuevo para ustedes. Quítense de la mente las ideas preconcebidas. — 

—Te prometimos que te escucharíamos, Edward. —dijo ella.

—Muy bien, entonces ¿Elina? Tráenos a Soo y a Mí, por favor. —

Me pare rápidamente y mire a Jacob y Leah para que tomaran a Soo y a Mí, les hice una señal de silencio, después hice las ilusiones y las tome en mis brazos. 

Entonces entre a la habitación, en estas horas estuve imaginándome todas las reacciones posibles, y la verdad reaccionaron como esperaba.

Tanya saltó hacia atrás cuatro pasos nerviosa. Kate también recorrió a saltos hacia atrás todo el camino hacia la puerta principal y tanteó a ciegas para ver dónde tenía la pared a sus espaldas. De entre sus dientes salió un siseo mezcla de sorpresa y miedo. Eleazar se puso delante de Carmen en una postura defensiva. 

—Oh, por favor. —escuché quejarse a Jacob y a Leah resoplar irritada. 

Edward puso el brazo alrededor de mí y de las ilusiones.

—Prometieron escuchar. —les recordó. 

—¡Hay algunas cosas que no deben escucharse! —grito Tanya. —¿Cómo pudiste hacer esto, Edward? ¿Es que no sabes lo que esto significa? ¡Y aparte doble! —

—Tenemos que salir de aquí. —susurro Kate con ansiedad. 

—Edward... —dijo Eleazar que estaba igual que Tanya y Kate. 

—Esperen. —dijo serio Edward. —Recuerdan lo que escucharon, lo que olieron. Soo y Mi no son lo que creen. —

—No hay excepciones a esa regla, Edward. —replicó Tanya con brusquedad. 

—Tanya. —dijo Edward con dureza. —¡Has oído el sonido de sus corazones! Piensa en lo que eso significa. —

—¿Sus corazones? —susurró Carmen, mirando por encima del hombro de Eleazar. 

—No son niños vampiros por completo. —respondió Edward. —Son semihumanos. —

En ese momento sentí que ya no me quedaba tanto tiempo para sostener la ilusión, volteé a ver a Edward dándole una mirada que él pudo entender, y asintió en señal de que ya no había peligro.

Suspire y las ilusiones desaparecieron de mis brazos.

Eleazar me miro con interés y un brillo entusiasta en los ojos, pero rápidamente su expresión volvió a cambiar a una fría.

—¡¿Que ha pasado?! —dijo Tanya nerviosa. —¿Y los niños? —

—Teníamos que tomar nuestras precauciones. —dijo Edward. —No sabíamos cómo iban a reaccionar y no estábamos dispuestos a que los lastimaran. —

Nos miraron con el ceño fruncido.

—Corazón, ¿Por qué no traes a los niños para que los vean bien? —me pregunto Edward.

Caminé devuelta a la habitación donde estaban mis hijos y con un ademan les dije que vinieran, ellos corrieron y saltaron hasta estar en mis brazos.

—Esten alertas. —le susurre a Jacob y Leah.

Ellos asintieron. 

Volví a lado de mi esposo. 

—Escuchen. Soo y Mi hasta donde sabemos son los únicos en su especie. Yo soy su padre. No su creador, soy su padre biológico. —

Tanya temblaba de lo nerviosa que estaba. 

—Edward, no puedes esperar de nosotros... —comenzó Eleazar. 

—Pues dime otra explicación que encaje, Eleazar. Puedes sentir la calidez de sus cuerpos en el aire. La sangre corre por sus venas, Eleazar, puedes olerlos. — 

—¿Cómo puede ser posible eso? —preguntó Kate. 

—Elina es su madre biológica. —contestó Edward. —Concibió, la llevó en su seno, y dio a luz a Soo y a Mi mientras todavía era humana. Eso casi la mató, así que introduje una cantidad suficiente de ponzoña en su corazón para salvarla. —

—Nunca había oído hablar de una cosa así. —replicó Eleazar el cual todavía tenía los hombros rígidos y una expresión fría en el semblante. 

—Las relaciones íntimas entre vampiros y humanos no son frecuentes. —contestó Edward burlón. —Y que existan humanos que hayan sobrevivido a este tipo de citas, menos aún. ¿No están de acuerdo, primas? — 

Tanya y Kate lo miraron mal.

—Fíjate bien ahora, Eleazar. No pueden pasar por alto los ojos y el parecido. — 

Pero fue Carmen la que respondió a las palabras de Edward. Dio un paso para salir de detrás del vampiro, ignorando su advertencia a medias y caminó con cautela hasta permanecer justo delante de mí. Se inclinó para mirar de cerca los rostros de mis niños. 

—Tienen los ojos rasgados como su madre. —comentó con una voz tranquila y baja. — Pero el rostro de tu padre. —les sonrió sin poder evitarlo. 

Mi le dedico una sonrisa deslumbrante y Soo solo le sonrió de lado. Mi proyectó unas imágenes en mi mente sin apartar la mirada de Carmen. Se imaginaba tomada de la mano de Soo y proyectando cosas en la mente de Carmen y se preguntaba si eso estaría bien. 

—¿Te importaría que ellos te lo cuenten? —le pregunté a Carmen, aún estaba un poco tensa, así que se lo dije en un susurro. —Tienen un don para explicar las cosas. —

Carmen todavía le sonreía a los niños. 

—¿Hablan, pequeños? — 

—Sí. —respondió Soo serio. —Pero mi hermana y yo podemos mostrarte más cosas de las que podemos contar. — 

Mi le tomo la mano a su hermano y miro a Carmen a los ojos. 

La vampira se paralizo de repente. Eleazar estuvo a su lado en un instante, con las manos en sus hombros como si fuera a cargarla e irse corriendo. 

—Espera. —pidió Carmen asombrada y sin dejar de ver los ojos de Mi. Ni siquiera pestañeo. 

Mis hijos le "Mostraron" a Carmen su explicación durante un buen rato. El rostro de Edward permaneció atento mientras observaba. Leah y Jacob, los cuales habían entrado a la habitación al mismo tiempo que yo, se mostraron impacientes. 

—¿Qué le están enseñando Minnie y Soo? —gruñó entre dientes Jacob. 

—Todo. —murmuró Edward. 

Pasó otro minuto y Mi dejó de ver tan directamente los ojos de Carmen y sonrió con alegría.

—Realmente son tus hijos, ¿Verdad? —pregunto Carmen viendo con asombro a Edward. —¡Qué dones tan maravillosos tienen! —dijo viendo a mis bebés. —Esto sólo podía venir de un padre igual de asombroso. —

—¿Crees que te conto todo? —preguntó Edward. 

—Sin duda. —dijo ella. El rostro de Eleazar estaba lleno de angustia. 

—¡Carmen! —

Ella le tomo las manos. 

—Aunque parece imposible, Edward no nos ha mentido. Deja que los niños te lo muestren. —le insistió. 

Carmen empujó a Eleazar hacia mí. 

—Enséñenle, "queridos míos." — 

<Mis angelitos> sonrieron de alegría por la aceptación de Carmen, y Mi miro a Eleazar directo a los ojos, tal y como lo había hecho con Carmen. 

—"¡Ay, caray!" —dijo él, y saltó hacia atrás. 

—¿Qué es lo que ha hecho? —dijo Tanya mientras se acercaba con preocupación. Kate también hizo lo mismo. 

—Sólo están intentando mostrarte su lado de la historia. —le dijo Carmen con voz tranquilizadora. 

Soo frunció el ceño con impaciencia. 

—Ve y mira, por favor —le ordenó a Eleazar. 

Eleazar los miro desconfiado y después volteo hacia Carmen buscando su ayuda. Ella asintió para darle ánimos. El vampiro inhaló mucho aire y después se inclinó hacia Mi para estar a su misma altura. 

Él se estremeció cuando la imágenes comenzaron a llegar a su mente, esta vez sin moverse, mirándola concentrado. 

—Ah. —suspiró cuando sus ojos se reabrieron unos cuantos minutos más tarde—. Ya veo. —

Mi le sonrió y Soo le dio una mirada de "Vez, era verdad". 

—¿Eleazar? —preguntó Tanya. 

—Es todo cierto, Tanya. No son niños inmortales, son semihumanos. Ven. Míralo tu misma. —la animó.

En silencio, Tanya camino con precaución hasta estar delante de nosotros y con Kate detrás de ella. Las dos se vieron sorprendidas cuando les llegó la primera imagen, pero en cuanto terminó, quedaron igual de convencidas que Carmen y Eleazar. 

Mire a Edward preguntando con la mirada si ya había terminado, si había sido así de fácil convencerlos. Lo confirme cuando dijo con serenidad: 

—Gracias por escucharnos. —

—Pero aún existe el grave peligro del que nos hablaste. —dijo Tanya. —Ya veo que no viene de estos niños, pero entonces ha de venir de los Vulturis. ¿Cómo se enteraron de ellos? ¿Cuándo vendrán? —

—El día que Elina vio a Irina en las montañas. —explicó Edward. —Tenía a Soo y a Mi con ella. —

Kate gruño, entrecerrando los ojos. 

—¿Ha sido Irina quien ha hecho esto? ¿A ustedes? ¿A Carlisle? ¿Irina? — 

—No. —susurró Tanya. —Fue otra... — 

—Alice la vio yendo ante ellos. —dijo Edward. 

—Pero ¿Cómo ha podido hacerlo? —preguntó Eleazar. 

—Imagina que hubieras visto a mis hijos sólo a distancia, y que no te hubieras esperado a oír nuestra explicación. —dije.

Los ojos de Tanya se entrecerraron. 

—No importa lo que ella haya pensado...ustedes son familia. —

—No hay nada que hacer respecto a la decisión que ella tomo. Es demasiado tarde. Alice nos ha dado un mes de plazo. —dijo Edward. 

Tanya y Kate fruncieron el ceño confundidas. 

—¿Tanto tiempo? —preguntó Eleazar. 

—Vienen todos juntos y eso requiere una cierta preparación previa. —dijo Edward.

Eleazar soltó un jadeo. 

—¿La guardia completa? — 

—No sólo la guardia. —dijo Edward apretando la mandíbula. —También Aro, Cayo, Marco... incluso las esposas. —

La familia Delani nos vio con sorpresa. 

—Imposible. —dijo Eleazar sin poder creerlo. 

—Justo lo que yo dije hace dos días. —comentó Edward. 

—Pero eso no tiene ningún sentido. ¿Por qué se iban a poner en peligro ellos y sus esposas? —dijo Eleazar con un gruñido.

—No tiene ningún sentido desde ese punto de vista. Alice dijo que se trataba de algo más que un simple castigo por lo que creían que habíamos hecho. Ella pensó que tú podrías ayudarnos. —

—¿Más que un castigo? Pero ¿Qué más puede ser? —

Eleazar comenzó a caminar de un lado para otro con el ceño fruncido mientras miraba el piso. 

—¿Dónde están los demás, Edward? ¿Carlisle, Alice y los otros? —preguntó Tanya. 

—Buscando a amigos capaces y dispuestos a ayudarnos. —contesto solo la primera pregunta.

—Edward, no importa cuántos amigos consigan, no podemos ayudarte a ganar. Sólo podemos morir contigo. Debes saber eso. Claro, quizá nosotros cuatro nos lo merecemos después de lo que Irina ha hecho, y después de cómo les fallamos en el pasado... y esta vez también por el bien de los niños. —

Edward negó con rapidez. 

—No les vamos a pedir que luchen y mueran con nosotros, Tanya. Ya sabes que Carlisle jamás pediría una cosa así. — 

—Entonces, ¿Cuál es su petición, Edward? —pregunto.

—Simplemente estamos buscando testigos. Si les podemos detener, aunque sea por un momento, si dejan que nos expliquemos... Es difícil dudar de nuestra historia cuando la ves por ti mismo. —

Tanya asintió con lentitud. 

—¿Tú crees que su origen les importará? —

—Sólo en la medida en que amenace su futuro. El sentido de mantener la restricción estaba en protegernos, de quedar expuestos y de los excesos de los niños que no podían educarse. — 

—No somos ningún peligro para nadie. —dijo Soo serio

—Si, nunca le hemos hecho daño a los abuelitos, a Sue o a Billy. Me encantan los humanos y a Soo le caen bien. Y también los lobos como mi Jacob. —dijo Mí, mientras Soo rodaba los ojos por lo último que su hermana había dicho.

Tanya y Kate intercambiaron una mirada rápida. 

—Si Irina no hubiera venido tan pronto. —dijo Edward. —Nos podríamos haber evitado todo esto. Nuestros hijos crecen a un ritmo sin precedentes. Cuando pase este mes, habrá ganado otro año de desarrollo. —

—Bueno, eso es algo que lograremos atestiguar sin ninguna duda. —replicó Carmen en tono decidido. —Podemos prometer que los hemos visto madurar por nosotros mismos. ¿Cómo iban a ignorar los Vulturis una evidencia como ésa? —

—¿Si, como? — Eleazar masculló entre dientes. 

—Sí, les serviremos de testigos. —dijo Tanya. —Al menos eso sí lo haremos. Y consideraremos qué otras cosas hacer luego. —

—Tanya. —intento razonar Edward al escuchar los pensamientos de Tanya. —No esperamos que luchen con nosotros. —

—Si los Vulturis no se detienen lo suficiente para escuchar nuestra declaración, no nos vamos a quedar de brazos cruzados. —insistió Tanya. —Aunque claro, yo sólo puedo hablar por mí misma. —

Kate resopló. 

—¿Realmente dudas tanto de mí, hermana? — 

Tanya le sonrió. 

—Después de todo, es una misión suicida. —

—Yo también estaré. —dijo Kate con una sonrisa, mientras se encogía de hombros con indiferencia.

—Y yo haré todo lo que pueda para proteger a los niños. —dijo Carmen y después estiro los brazos hacia Young Mi. —¿Alguno puede dejar que lo cargue, "mis preciosos bebés?" —

Mi fue la que tomo la iniciativa y se inclinó hacia Carmen, encantada de haber hecho una nueva amiga. La vampira la abrazó con fuerza, murmurándole algo en español. 

Sucedió lo mismo que había pasado con mis padres. <Mis angelitos> resultaban irresistibles. Mis niños podían ganarse a todos los testigos con solo una adorable sonrisa.

Y supe que todo lo que estábamos construyendo poco a poco iba tomando forma, de manera muy lenta pero lo hacía. Y eso me daba esperanzas. 

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