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Quince. Los Cullen.

Al día siguiente, me despertó la leve luz del día nublado. No quería despertar así que me di vuelta y me acurruqué más en las colchas.

Cuando de repente recordé que era lunes, mire el reloj que tenía en mi mesita de noche y eran las diez de la mañana, me levante de un salto, lo cual fue mala idea ya que todo me empezó a dar vueltas.

—Tu pelo es una maraña, te hace ver adorable. —

La voz serena provenía de la mecedora de la esquina.

—¿Por qué no me levantaste?, vamos a llegar tarde a la escuela. —dije apurada viendo que ropa me iba a poner, si me apuraba llegaría a la cuarta hora. —Mi despertador no funciono. —vi mi despertador acusatoriamente.

—No hay clases hoy. —lo mire interrogante. —Llamaron temprano, tu madre contesto, creo que hubo una falla en un tubo de la cañería e inundo la escuela, lo están arreglando así que iremos hasta mañana. —

Me relaje, camine hacia él y me senté en su regazo. Me abrazó a él y me hice bolita descansando la cabeza en su hombro.

—¡Mis padres! — recordé mirando hacia la puerta.

—Se fueron hace una hora. Y antes de que lo preguntes, tu hermano también se fue. —

Estuve pensando en todo lo que ocurrió ayer, cuando me dieron ganas de ir al baño.

—¿Me concedes un minuto humano? —pregunté.

—Claro. Te esperare. —

Fui corriendo al baño, ya me urgía. Hice mis necesidades, me lave las manos y me mire al espejo.

Después de cepillarme los dientes. Me acomode el pelo, lo cepille para que quedara presentable. Me lave el rostro para quitar los rastros de sueño. Y regrese al cuarto.

Me extendió la mano.

—Bienvenida de nuevo. —dijo, tomándome en brazos sobre su regazo.

Me meció en silencio durante unos momentos, hasta que me di cuenta de que traía una ropa diferente.

—¿Te fuiste? —le pregunte sorprendida de lo rápido que fue y vino de su casa, no había tardado tanto en el baño.

—No podía salir con la misma ropa con la que entre. ¿Qué dirían los vecinos? —

Hice una mueca de compresión.

—No me perdí de nada, dormiste tan profundamente. —en sus ojos hubo un destello travieso. —Hablaste en sueños otra vez. —

Lo mire con vergüenza.

—¿Qué dije? —

Sus ojos se suavizaron con un deje de ternura.

—Dijiste que me querías. —

—Eso ya lo sabias. —dije mientras ocultaba mi cara en su cuello.

—De todos modos, es agradable escucharlo. —

Lo mire a los ojos, mientras lo tomaba de las mejillas.

—Te quiero. —le dije en un susurro, mientras le daba un beso rápido.

—Ahora tu eres mi vida. —se limitó a contestar.

No había nada por decir por el momento. Nos mecimos de un lado a otro, mientras la luz de afuera se iba filtrando por mi ventana.

—Hora de desayunar. —dijo al fin de manera informal para demostrar de que se acordaba de todas mis necesidades humanas.

Me hecho sobre su hombro con suavidad, pero con tal rapidez que no pude evitar soltar un chillido. Proteste mientras me reía, me llevaba con facilidad escalera abajo. Me sentó con delicadeza sobre la silla.

—¿Qué hay para desayunar? —pregunté.

Eso lo desconcertó por un momento.

—Eh… No sé. ¿Qué te gustaría? —

Arrugó la frente. Le di una sonrisa de burla y me levanté de un salto.

—Está bien. Yo puedo sola. Obsérvame. —

Saque un tazón y la caja de cereal.

Pude sentí sus ojos en mi mientras servía la leche y tomaba una cuchara. Puse el desayuno sobre la mesa, me senté y lo observe mientras comía. Edward me miraba fijamente, estudiando cada uno de mis movimientos, lo mire con una ceja alzada, me aclare la garganta para hablar.

—¿Algún plan para hoy? —

—Si…—lo mire elegir bien las palabras que usaría. —¿Qué te parece conocer a mi familia? —

Lo mire sorprendida.

—Oh… Eso estaría bien. —dije pausando. —Después de todo, ya soy tu novia, creo que sería conveniente que conozca formalmente a tu familia. ¿No les va a sorprender que lleves a alguien ya sabes… a alguien como yo? —

—Están enterados de todo. Ayer hicieron apuestas, ya sabes, sobre si te traería de vuelta, aunque no me imagino a alguien que quiera apostar en contra de Alice. De todos modos no hay secretos entre nosotros, con mi don y el de Alice es imposible. —

—¿Y… Alice me vio regresar? —

—Algo por el estilo. —dijo mientras me veía algo incómodo. —¿Tiene buen sabor? La verdad es que no se ve muy apetitoso. —

—Bueno, no es un oso pardo irritado. —dije dando otro bocado de cereal. —Así que está bien para mí. —

Seguí comiendo en silencio, mientras el me miraba, de vez en cuando hacia una que otra mueca.

—¿Ya terminaste? —me preguntó.

—Si. —dije mientras daba el ultimo sorbo de leche que quedaba en el tazón, y lo dejaba en el lavabo.

—Vístete…Te espero aquí. —

Resulto un poco tardado escoger que me pondría, no tenía tanta ropa formal, termine poniéndome una falda negra, una blusa manga corta amarilla, una chaqueta negra y unas botas tipo militar negras. No me complique tanto de como llevaría el pelo, solo me hice una coleta alta. Me puse un poco de perfume, maquillaje básico y listo.

—De acuerdo. —baje las escaleras con entusiasmo. —Ya estoy lista. —

Me esperaba al pie de las escaleras, así que salte hacia sus brazos, a lo que él me sostuvo, enrede mis piernas a su cintura y le di un beso rápido en los labios.

Durante unos segundos se me quedo viendo a cierta distancia, para luego atraerme a el de nuevo.

—Te volviste a equivocar. —me murmuro al oído. —No está bien que alguien tenga un aspecto tan apetecible. —

—Pues que mal. —dije con tristeza falsa. —Porque no me voy a cambiar. —

Presiono con suavidad sus labios contra los míos.

—No esperaba eso. —dijo con una sonrisa en los labios.

Sus dedos descendieron lentamente por mi espalda e inclino la cabeza lentamente, para que otra vez sus labios tocaran los míos, separándonos lentamente.

Edward condujo alejándose del centro del pueblo. Cruzamos un puente sobre el rio Calwah, donde la carretera se desviaba hacia el norte. Las casas que aparecían de repente se encontraban cada vez más lejos de la carretera y eran más grandes. Luego pasamos un grupo de edificios antes de dirigirnos al bosque.

Después de un rato, dio vuelta en un camino sin pavimento. No estaba señalizado, apenas se miraba entre los helechos.

Luego, de escasos kilómetros, los árboles se esparcieron y de repente nos encontramos en una pequeña pradera. La sombra de los árboles protegía a los muros de la casa.

No sé qué pensaba encontrar, la casa era elegante, estaba pintada de blanco suave. Tenía tres pisos de altura y era rectangular y bien proporcionada. Podía oír fluir el rio cerca de ahí, oculto en el bosque.

—¡Oh por Dios! —

—¿Te gusta? —preguntó con una sonrisa.

—Es hermosa. —

No me di cuenta cuando bajo para abrir mi puerta, hasta que la abrió. Baje y di unos pasos, pero pare, mire mi ropa y alise la blusa que traía.

—{¿Estará bien lo que me puse?} —pensé.

—Tienes un aspecto adorable. —dijo Edward como si hubiera escuchado lo que pensaba.

Le di una sonrisa.

Me tomo de la mano y caminamos hacia el porche. Me frotaba el dorso de la mano haciendo círculos con el pulgar.

Me abrió la puerta.

El interior era aún más sorprendente y menos predecible que el exterior. Era muy luminosos, muy espacioso y grande.

El muro trasero que estaba orientado hacia el sur había sido totalmente remplazado por un ventanal. Todo era demasiado lujoso y de buen gusto, me quede sorprendida.

Los padres de Edward nos aguardaban para recibirnos a la izquierda de la entrada, sobre un desnivel del suelo en donde descansaba un hermosos piano de cola.

Recordaba al doctor Cullen, pero aun así me sorprendió como la primera vez que lo vi. Pude deducir que quien estaba a su lado era Esme, la única de la familia a quien no había visto con anterioridad. Tenía los mismos rasgos pálidos y hermosos que el resto. Su rostro era en forma de corazón, tenía ondas suaves en su cabello color caramelo. Era pequeña y delgada. Ambos vestían de forma informal, con colores claros que combinaban con el interior de la casa. Me sonrieron en señal de bienvenida, lo cual hizo que mis nervios se fueran por completo. Ninguno hizo ademan de acercarse, me imagino que no querían asustarme o algo por el estilo. La voz de Edward rompió el breve silencio.

—Carlisle, Esme, les presento a Elina. —

—Bienvenida, Elina. —Carlisle camino de forma suave y lenta para acercase a mí. Extendió una mano con timidez y me adelante un paso para estrecharla.

—Me da gusto volver a verlo, doctor Cullen. —

—Llámame Carlisle por favor. —

—Carlisle. —le sonreí de forma confiada.

Note el alivio de Edward, que seguía a mi lado.

Esme se acercó sonriendo hacia mí para alcanzar mi mano.

—Me alegro mucho de conocerte. —dijo con suavidad.

—Muchas gracias, a mí también me da gusto conocerla al fin. —

—¿Dónde está Alice y Jasper? —preguntó Edward, pero nadie tuvo la oportunidad de contestar, ya que ambos aparecieron en lo alto de la escalera.

—¡Hola, Edward! —saludo con entusiasmo Alice.

Echo a correr escaleras abajo, para detenerse delante de mí repentinamente y con elegancia. Esme y Carlisle le enviaron miradas de advertencia, pero a mí no me molesto, todo lo contrario me pareció fascinante lo rápida que era, y además después de todo eso era natural para ella.

—Hola, Elina. —dijo Alice, para después darme un beso en la mejilla. Carlisle y Esme la miraron asombrados, y Edward se quedó rígido en su lugar. —Hueles bien. —me alabo. —Hasta ahora no me había dado cuenta. —

Nadie sabía que más decir cuando Jasper se presentó. Sentí una sensación de alivio y gran felicidad, que hizo que en mi rostro se plasmara una gran sonrisa. Edward miro fijamente a Jasper y enarco una ceja. Entonces recordé cual era el don de este.

—Hola, Elina. —saludo Jasper.

—Hola, Jasper. —dije aun con la sonrisa en mi rostro. —Me alegro tanto de conocerlos a todos. Su casa es totalmente esplendida. —

—Gracias. —contesto Esme. —Estamos encantados de que hayas venido. —

Hablo con sentimiento, y ahí me di cuenta de que pensaba que yo era lo suficientemente valiente como para estar en una casa llena de vampiros.

También note que no se encontraban Rosalie y Emmett. Recordé que todavía no le caía tan bien a Rosalie. Creí que con la sonrisa que me había devuelto se encontraría aquí, pero creo que todavía no se siente muy a gusto con mi presencia.

Seguí mirando la casa, y mis ojos se posaron en de nuevo en el hermoso piano de cola que se encontraba ahí, encima de una tarina a lado de la puerta.

Esme se percató de mi atención, y señalo el piano con un movimiento de cabeza, me pregunto:

—¿Tocas? —

Negué con la cabeza.

—No, Soy más fan de cantar y bailar. ¿Es suyo? —

—No. —se rio. —¿No te ha dicho Edward que es musico? —

—No, pero debí suponerlo. —ella me miro con confusión. —Edward es bueno en todo ¿No? —

Jasper se rio con disimulo y Esme le envió una mirada de reprobación.

—Espero que no hayas estado presumiendo… eso es de mala educación. —lo regaño.

—Solo un poco. —Edward rio con ganas, el rostro de Esme se suavizo al oírlo.

—De hecho ha sido demasiado modesto. —

—Bueno, toca para ella. —lo animo Esme.

—Acabas de decir que presumir es de mala educación. —dijo Edward.

—Me encantaría oírte tocar. —le dije haciendo un puchero y ojos de súplica.

—Entonces está decidido. —

Esme empujo a Edward hacia el piano, el me alcanzo a tomar de la mano y me jalo con él e hizo que me sentara a su lado en el banco. Me dedico una mirada y una sonrisa antes de concentrarse en las teclas.

Sus dedos revolotearon rápidamente sobre las teclas, entonces se escuchó una composición, tan compleja y hermosa, que lleno la habitación. Me quede quieta en mi lugar un poco sorprendida e hipnotizada ante la belleza de la melodía.

—¿Te gusta? —preguntó Edward.

—¿Tu escribiste eso? —

Asintió.

—Es la favorita de Esme. —

Cerré los ojos para adentrarme más en la melodía. El ritmo de la música hizo una pausa, para luego cambiar, a una suave melodía, que pude distinguir como la nana que me había cantado.

—Tu inspiraste esta. — dijo en voz baja. La música era dulce.

Me quede muda.

—Les gustas, ya lo sabes, sobre todo a Esme. —

Di un vistazo a mi alrededor, no había nadie, la enorme sala había quedado vacía.

—¿Adonde fue todo el mundo? —

—Supongo, que querían darnos un poco de privacidad. —

—Les gusto, ¿Pero a Rosalie y Emmett…? —deje la pregunta sin finalizar.

—Aunque no lo creas a Rosalie si le caes bien. —lo mire con duda. —A ella si le caes bien, solo tiene que resolver algunos conflictos internos. Dale un poco de tiempo —

Asentí.

—¿Y Emmett? —

—Dice que soy un lunático, lo cual es cierto, pero no tiene ningún problema contigo. Solo está esperando que a Rosalie se le aclare la mente. —

—¿Qué tiene que aclarar. —

—Rosalie, es la que más se debate contra lo que somos. Le resulta que alguien ajeno a la familia sepa la verdad, y está un poco celosa. —

—¿Celosa?, sé que soy bonita, pero no tanto como ella. —

Rio por mi comentario.

—No es sobre vanidad, es más porque eres humana. —

—Oh…—dije sorprendida. —En cuanto a Jasper… —

—En realidad, eso es mi culpa. —explicó. —Ya te dije que es el que menos tiempo ha probado nuestra forma de vida. Lo previne para que mantuviera su distancia. —

—¿Y Esme y Carlisle? —

—Son felices de ver mi felicidad. De hecho a Esme no le importaría que tuvieras un tercer ojo y dedos palmeados. Durante todo este tiempo ha estado preocupada por mí, de que se haya perdido un parte de mi esencial, de mi carácter, como Carlisle me convirtió siendo aún muy joven. Se llena de alegría cada vez que estoy cerca de ti o muestro alguna forma de cariño físico. —

—Alice parece muy… entusiasmada. —

—Ella tiene su propia forma de ver las cosas. —

—¿No me lo vas a explicar verdad? —

Se produjo un silencio. Edward comprendido que yo ya sabía que me ocultaba algo y yo supe que no me lo diría.

—¿Qué te ha dicho Carlisle antes? —

Frunció el entrecejo.

—¿Te diste cuenta? —

—Obviamente. —dije encogiéndome de hombros.

Me miro pensativo durante unos minutos.

—Quería informarme sobre ciertas noticias… No sabía si era algo que debería compartirte. —

—Si no quieres, no tienes que decirme. —

—Tengo que hacerlo, porque en los próximos días, tal vez semanas, voy a hacer un protector muy autoritario y me disgustaría que pensaras que soy un tirano por naturaleza. —

—¿Tan malo es? —

—No, no es nada malo. Alice acaba de "ver" que pronto tendremos visita. Saben que estamos aquí y tienen curiosidad. —

—¿Visitas? —

—Si, bueno… los visitantes se parecen a nosotros en sus hábitos de caza, por supuesto. Lo más probable es que no se acerquen al pueblo para nada, pero, desde luego no voy a dejar que este fuera de mi vista hasta que se hayan ido. —

Sin querer me estremecí.

—¡Al fin un reacción racional! —murmuró. —Empezaba a creer que no tenías instinto de supervivencia. —

No le hice caso a su comentario y aparte la vista para dar otro vistazo de nuevo a la espaciosa estancia. El siguió la dirección de mi mirada.

—No es lo que esperabas, ¿Verdad? —

—De hecho, no. —admití. —Esperaba ver ataúdes, cráneos apilados en los rincones, esta tan limpio que creo que no hay ni una telaraña. —le dije bromeando.

—¿Debe ser una decepción para ti? —dijo siguiendo el juego.

—Es tan luminoso y espacioso. —

—Es el único lugar donde podemos escondernos. —

Edward seguía tocando la canción, mi canción. La música fluyo hasta concluir. Las ultimas notas, habían cambiado, a un tono más melancólico, la cual al concluir dejo un silencio conmovedor.

—Gracias. —susurre.

Entonces me di cuenta de que había soltado una lágrima, avergonzada intente secarla, pero el me gano, acerco su frio dedo a mi mejilla y la atrapo, para luego examinarla. Lo mire, y Edward sostuvo mi mirada antes de esbozar una sonrisa finalmente.

—¿Quieres ver el resto de la casa? —

Asentí, me tomo de la mano y me alejo del piano. Subimos las escaleras. En lo alto de la misma había un gran vestíbulo de paredes revestidas con paneles de madera, al igual que el piso.

—La habitación de Rosalie y Emmett… El despacho de Carlisle…—iba señalando con la mano mientras pasábamos por las puestas. —la habitación de Alice…—

Me detuve de repente al final del pasillo, incrédula, mirando lo que colgaba del muro. El rio por mi expresión.

—Es una especie de ironía. —dijo riéndose.

—Debe de ser muy antigua. —dije mientras miraba una cruz de madera.

—Es del siglo XVI, al principio de la década de los treinta, más o menos. —

Aparte los ojos de ella.

—¿Por qué la tienen? —

—Por nostalgia. Perteneció al padre de Carlisle. —

—¿Coleccionaba antigüedades? —dije con duda.

—No. La tallo el mismo para colocarlo encima del pulpito de la vicaría en la que predicaba. —

Hice algunos cálculos en mi cabeza, y concluí que debería de tener unos trescientos sesenta años.

—No quiero ser atrevida pero ¿Cómo cuantos años tiene Carlisle? —

—Acaba de celebrar su cumpleaños tricentésimo sexagésimo segundo. —contesto Edward. Lo mire con muchas preguntas en los ojos.

—Nació en Londres, el cree que hacia 1640. Aunque las fechas no se señalaban con mucha precisión en aquella época, al menos no para la gente común, si sabe que fue durante el gobierno de Cromwell. Fue hijo único de un pastor anglicano. Su madre murió al alumbrarle a él. Su padre era un fanático. Cuando protestantes subieron al poder, se unió con entusiasmo a la persecución desatada hacia los católicos y personas de otros credos. También creía firmemente en la realidad del mal. Encabezo partidas de caza contra brujos, licántropos… y vampiros. —

—¿Enserio? —pregunte incrédula ya que bueno…su hijo había terminado siendo eso.

Asintió y se quedó un momento en silencio.

—Quemaron a muchos inocentes, por su puesto, ya que las criaturas a las que perseguían no eran tan fáciles de atrapar. El pastor puso a su único y obediente hijo al frente de las brigadas cuando creció. Al principio Carlisle fue una decepción, ya que no se lanzabas a lanzar acusaciones sin fundamentos, era más inteligente que su padre. De hecho detecto un verdadero aquelarre de vampiros que se escondían en la cloacas de la ciudad, saliendo en las noches para cazar, en esa época donde los monstruos no eran mitos y leyendas así se tenía que vivir. La gente reunió horcas y antorchas, fueron a donde Carlisle había dicho que vio a los monstruos salir a la calle—Edward dio una breve y sombría risa. —Al final, apareció uno. Debía de ser muy viejo y debilitado por el hambre. Carlisle oyó que alertaba a los otros en latín. —Tuve que agudizar el oído ya que Edward hablaba con un hilo de voz. —Luego, corrió por las calles y Carlisle, que tenía veintitrés años y era muy rápido, encabezo la persecución. La criatura pudo haberlos dejado atrás con facilidad, pero en cambio se dio la vuelta y los ataco. Carlisle piensa que debía de haber estado muy sediento. Primero se abalanzó contra él, pero le hizo frente para defenderse, y había otros muy cerca para atacar. El vampiro mato a dos y se llevó un tercero, dejando a Carlisle ahí, sangrando en la calle. —hizo una pausa, me imagino para censurar una parte de la historia. —Carlisle sabía lo que haría su padre: Quemar todos los cuerpos que pudieran haber sido infectados por el monstruo. Carlisle actuó rápido para salvar su pellejo, se arrastró hasta un callejón para que turba persiguiera al monstruo. Se oculto en un sótano entre papas podridas durante tres días, fue un alivio que no lo escucharan. Él supo que se había "convertido" cuando todo termino. —

No supe que reflejaba mi rostro, pero de repente enmudeció. Era mucha información que procesar. Lo primero que se me había venido a la mente fue todo lo que tuvo que pasar, todo lo que tuvo que sufrir.

—¿Cómo te sientes? —preguntó.

—Estoy bien, no te preocupes. —le dije con una sonrisa en el rostro.

—Solo por ser buena oyente, te dejare que me hagas unas preguntas. —

—¿Las que quiera? —

—Las que quieras. —aseguró.

Edward sonrió de forma deslumbrante. Se dirigió de regreso al vestíbulo, me tomo de la mano y me jalo.

—En ese caso, vamos. —me animo. —Te voy a mostrar algo. —

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