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La locura de Em

Las constantes insinuaciones que Emely le hacía a Alexander la hacían ver tan descarada que era difícil para mí asociarla a la chica tan noble que por años conocí, aquella con el corazón tan dulce que acogí y considere ser parte de mi familia y que ahora de la nada literalmente se encontraba colocándose como parte de alguna subasta vendiéndose al mejor postor.

Molesta me puse de pie, yo no estaba dispuesta a ver toda aquella escena que aquellos dos quisieran montar pensando que Alexander sería igual de descarado que Emely pues él no me había dado chance de pensar lo contrario.

Así que decidida me dispuse a marchar y como me aleje con prisa se me hizo casi algo rápido el alejarme del sofá y llegar justo al inicio del pasillo que da rumbo a nuestras recamaras, digo pues nuestro apartamento no es tan grande que digamos.

— A donde piensas irte — grito Alexander con fuerza pretendiendo llamar mi atención.

Para aquel momento yo me encontraba dándoles un tanto la espalda y así sin girarme pues lo menos que quería era que notarán el malestar en mi, di mi respuesta.

— A cualquier lugar al que no tenga que verlos — con la tristeza que me arropaba refute aquello y de nuevo inicie mi marcha.

— Detente ahora mismo o lo lamentaras — volvió a indicar aquel esta vez con una voz reflejo de su máxima autoridad digna enteramente de su carácter — no te atrevas a dar un paso más Milena.

— Cariño déjala ir y así tomamos tiempo para ambos y porque no así conocernos, ella solo estorba aquí.

Cada vez que Emely abría la boca y lanzaba aquellas palabras clavaba en mí una daga tras otra haciendo mi dolor cada vez más grande, yo no podía creer que en realidad aquella había sido capaz de mostrar su verdadero rostro, uno tan grotesco digno de toda una verdadera bruja.

Emely reía, realmente disfrutaba todo lo que hacía pero ni ella ni nadie podría llegar a estar preparado para recibir la reacción que Alexander tendría.

— Cállate — gritó aquel con evidente rigor, yo al escucharlo no pude contenerme así que con curiosidad me di la vuelta ya que como lo dijo hizo que el silencio se alojara totalmente en todo el lugar y la sorpresa junto a ello apareció, por lo que pude ver como aquel sacando la mano derecha de su bolsillo empujo a Emely alejándola por unos cuantos centímetros.

Inmediatamente lo hizo hacía ella lanzo una mirada fulminante con la que era casi imposible no notar como aquel le advertía con creces el no acercarse a su persona, pocos segundos después aquel giró su rostro en mi dirección y como si fuera consciente de lo que había sucedido en aquel espacio entre Emely y yo lanzo las palabras más reales y crudas que habría podido escuchar.

— Desde ahora en adelante tendrás que aprender que no a todo el mundo se le llama amigo sin importar los años que lleven conociéndose, porque las buenas obras y la compasión pueden llegar a camuflajear muy bien los rostros de personas malintencionadas, que saben usarlas como mascaras para dañar corazones enteramente nobles.

Alexander dio algunos cuantos pasos en mi búsqueda y acorto la distancia antes de que pudiera llegar a huir por lo que así por primera vez vio como el llanto había dejado huellas en marcadas a lo largo de mi rostro e inmediatamente lo noto levanto su mano y froto contra mi mejilla con suma delicadeza su pulgar.

— No te han dicho que te vez horrible cuando lloras — dijo sarcásticamente mientras pretendía sonreír, aparentemente aquel buscaba intentar alegrarme aunque era algo que yo para este momento no podía permitirme pues estaba tan dolida con Emely que el solo hecho de pensar en aquella situación hacía que las lagrimas se desparramaran por mi rostro nuevamente.

— Nadie a demás de ti sería tan insolente para hacerlo — dije al tiempo que le observaba a los ojos ya que su sola presencia y su tan presente interés en mi en tal mal momento parecía irreal.

En ellos era imposible no perderme, sentirme pequeña y frágil era lo que quedaba tras de sí cada que sus ojos chocaban con los míos.

— Bueno pues tendré que hacer una lista de las veces que seré primero en tu vida porque no me pienso alejar. Por años espere encontrarlos al abuelo Carlos, a la abuela Jocelyn y especialmente a ti, aunque todos me reprimían por intentarlo en tanto yo me negué a rendirme y por encima de los deseos contrarios de terceros pude encontrarlos y no pienso perderlos de nuevo y menos ahora luego de lo que sucedió aquella última noche.

Mis ojos se abrieron de par en par, en verdad se había atrevido aquel a recalcar aquello, era difícil de creer que ante mí el mayor Don Juan se encontrara promulgando tales palabras y para colmo aunque se encontraba ajeno al conocimiento de Emely había hecho tal énfasis en la noche aquella, la noche de nuestro primer beso lo que provoco que mis mejillas se tornaran un tanto sonrojadas.

— Que cosas dices, no conoces la palabra prudencia.

— Bien que la conozco, pero se me hace imposible no mencionarlo.

Yo guarde silencio, de mi no salía nada más allá que prestarle a él la completa atención y el tampoco fue mucho el tiempo que me otorgo para hacerlo porque antes de que yo pudiese hacer algo Alexander me tomo de la cintura y aprovechando la mano que tenia cercana a mi mejilla con firmeza me sostuvo y hacia sí tiró de mi uniendo nuestros labios en un beso tan mágico que tras el prácticamente se detuvo el tiempo por algunos segundos.

Perdida en las sensaciones que él me propiciaba entregada a sus brazos yo le correspondía, con un último beso que prácticamente parecía el rose del pétalo de una flor contra mis labios se distanció — ahora era mi turno de hacerlo porque la vez anterior hiciste trampa — recalco mientras sonreía.

— Yo no hice trampa solo me tome mi tiempo y aun pienso que fue demasiado pronto hacerlo — dije queriendo molestarlo, a pesar de que era evidente de que si yo no me hubiese atrevido probablemente este beso delante de Emely nunca hubiese sucedido.

Por unos segundos más aquel me miró, con un beso en la frente y habiéndome unido a su pecho al estrecharme en un abrazo aquel confirmo ante Emely lo impensado.

— Bien señorita, la verdad no se cual sea su nombre ni mucho menos me interesa, pero le diré una cosa, si hay algo que yo detesto en esta vida es la hipocresía, mujeres interesadas muchas, centenares eh conocido, mujeres farsantes que como tu probablemente solo buscaran obtener un beneficio personal y de eso estoy harto.

Aquel respiró profundo, por un momento lo vi analizar sus palabras y como si fuera la mayor afirmación de su vida volvió a recalcar.

— Entre Milena y yo aun no sucede nada formal, pero valla que hubiera deseado encontrar desde antes a alguien que como ella supiera ponerme en mi lugar, si bien estoy atraído a ella, aun no entiendo cuáles son sus sentimientos por lo que entiendo que debo de darle tiempo para que todo tome su rumbo final.

Aquel por un momento se giró para observarme y como si se encontrase perdido en lo que atreves de mi podía llegar a deslumbrar en tanto aquel continuo dando rienda a sus palabras impidiendo que alguna de las dos interrumpiéramos.

— Además, se entiende que aun es demasiado pronto para formalizar una relación, así que ante ti su dichosa amiga afirmo que aunque no sé qué es lo que nos deparara el futuro que yo estaría encantado de descubrí junto a ella sus sorpresas, escuchaste bien, junto a ella.

Emely se enfureció aun más y como cual niña pequeña empezó a patalear.

Ahora que la miró es que de algún modo entiendo las palabras de mi madre, palabras que siempre me repetía una y otra vez porque por alguna razón desde que eramos niñas Emely no fue de su total agrado.

Sí, la respetaba y la recibía con toda amabilidad en casa pero nunca fue santa de su entera devoción por lo que constantemente me repetía cada que ambas teníamos nuestras casuales diferencias aquella característica frase suya.

"Basta con solo cometer un simple error o sobresalir en algo en que seas mejor como para que veas cuando alguien que con falsedad se esconde muestra su verdadero ser."

Decía aquella cada que podía ante mí y valla que sin dudas tenía razón.

Emely se volvió loca ofensas salían de ella disparada a medida de que avanzaba en nuestra dirección, estaba totalmente fuera de sus sentidos y cuando pensaba que todo no se podía llegar a poner peor, pues aquella se lanzo queriéndome golpear para así desquitarse su incomodidad.

Por un momento sentí miedo ella estaba decidida a hacerme daño por lo que encogiéndome de hombros espere lo peor y habiendo agachado la mirada perdí por completo la dirección de lo que se avecinaba.

Ella lanzo su ataque hacía mi, estaba casi segura de que sin dudas lograría atinarme pero antes de que pudiera hacerlo Alexander la detuvo.

— Si te atreves a ponerle una sola mano para lastimarla, te valdría rogar morir primero porque hasta que no sienta que has pagado lo suficiente disfrutare el verte destruida una y otra vez hasta no dejar reflejo alguno de lo que fuiste.

Aquel la sostuvo por la mano la misma que había alzado para cometer su insensatez y desde allí la miro con tanta rabia que era casi imposible no notar como Emely se hacía pequeña consumida por el miedo.

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