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Un Amor De Chocolate (Libro I)

LGBT+
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Resumen

Alice vive en un orfanato, pero una mañana aparece un extraño, que responde al nombre de Orfen Von Fisher y es enviado por alguien de mucho dinero para adoptarla. En el trayecto desde la salida del orfanato hasta la llegada a destino, Alice debe oír una historia que Orfen empieza a leerle. Dicha historia relata las desventuras y abusos que Ian Duncan padece durante su vida. En su historia, Ian va relatando las vicisitudes que padeció, al intentar hacer realidad su amor hacia Orfen sabiendo que estaba destinado a desaparecer por pertenecer a mundos totalmente diferentes. ¿Podrán Ian y Orfen hacerles frente a los inconvenientes que la vida misma les coloca en el camino? ¿ O estarán destinados a separarse para siempre? Obra registrada en Safe Creative. Código número 2108048636712

Chapter 1Orfanato

ALICE

El día habia llegado y junto con él los problemas golpeando su puerta. La luz del amanecer lo despertó unos segundos antes de que lo hiciera la directora entrando violentamente a su dormitorio.

Su acostumbrado malhumor no era novedad para la niña de 12 años que aún yacía en lo que podría llamarse cama.

-¡Arriba holganzan! ¿Acaso crees que la comida es gratis? ¡Hay mucho por hacer!

Luego se fue. La señora de negro le decían a la directora que parecía tener alergia a los niños y a los jóvenes ya que vivía infestada de malhumor.

Alice suspiró profundo y abandonó la cama para ir al baño a lavarse. En quince minutos estuvo listo para servir el desayuno a los más pequeños. Los que tenían desde 11 hasta los 14 años debian ayudar en el orfanato.

Una vez transcurrido ese tiempo si o si debían irse ya que la ley no autorizaba seguir manteniendolos.

Alice prefería no pensar en lo que haría o seria de él dentro de dos años cuando cumpla los 14 años. A su edad sentía que la condena estaba cada vez más cerca.

Suspirando apesadumbrada sujeto la gran olla y tomando el cucharon fue pasando uno por uno en la larga mesa sirviendo la leche o lo que parecía ser leche. Alice al ver aquella sustancia viscosa tenía sus dudas.

Media hora después todos los niños estaban sentados en sus respectivos asientos. Ella tenía que esperar junto a los más grandes, que todos los pequeños acabasen de desayunar y levantar las mesas, lavarlo todo para recién poder desayunar ellos.

En verdad era algo agobiante y agotador pero no le quedaba otra.

Ese lugar era el verdadero infierno donde prevalecía la ley del más fuerte y aunque ella era una de los más fuertes, entre las chicas, nunca se hubo aprovechado de ello como sucedía con otros chicos y chicas.

Incluso se culpaba de faltas que ella no cometía para encubrir a los mas débiles y pequeños.

Esa día había despertado con un pésimo humor debido al castigo que recibió el día anterior injustamente. La más terrible de las chicas la había inculpado frente a la directora sobre el robo de un paquete de pan dulce.

Recibió veinte latigazos sin poder evitarlo y todo porque esa chica la odiaba. Todavía le dolía la espalda aunque debia cumplir con sus responsabilidades y sin chistar o volvería a ser castigada. Simplemente odiaba su vida.

Era la única rubia de ojos celestes de todo el orfanato y por tal razón las demás chicas la envidiaban y odiaban mientras que los varones la deseaban, pero ella sabía distinguir a la lujuria detrás de cada linda palabra.

Todo tenía un doble sentido y eso lo tuvo que aprender por las malas. Cerró los ojos y sacudió la cabeza intentando eliminar aquellos nefastos momentos vividos.

Cuando acabó el desayuno debía empezar a limpiar los pisos junto con los demás chicos mayores. Pero su rival se hubo ocupado de romper algunos elementos de limpieza, asegurandose de que sean los únicos que quedasen para ella dificultándole aún más el trabajo.

Aquello colmó su paciencia. Hecha una furia fue en busca de esa basura morena para darle su merecido. Estaba metiéndose con ella muy seguido maldita sea.

La encontró riéndose junto a los demás chicos que debían limpiar. Ciega de furia se le abalanzó dandole un fuerte golpe en pleno rostro ante la atónita mirada de los demás.

- ¡Maldita! ¡Aprenderás a no meterte más conmigo! - rugía golpeándola desde el suelo pero dos de los espectadores sujetaron a Alice alejándola del caído. - ¡Sueltenme maldita sea! ¡Te arrepentirás el haberme provocado! ¡Sueltenme!

Pero las palmas de la directora detuvieron la pelea de golpe. Soltaron a Alice al instante quien, furiosa, rugió mirándola:

- ¡Ésta vez no me culpes a mi!¡No fuí yo! - Señaló a su rival que apenas se mantenia en pie - ¡Esta basura se metió conmigo varias veces!

- Alice, compórtate -- fue la tajante respuesta de ella, y recién la niña lo vió.

Apareciendo detrás de la directora para colocarse a su lado, un hombre de blanca piel, negros y sedosos cabellos, oscuros ojos azules. Vestía un elegante traje negro con tapado y galera negra.

Sostenía un finísimo bastón en su mano derecha con el tallado de una plateada serpiente. El recién llegado le clavó la oscura mirada y sonrió divertido.

- El señor Von Fisher vino a verte y planea adoptarte - prosiguió la directora.

- ¿Qué?

Alice y los demás chicos quedaron en una pieza tras oír aquello, ya que las adopciones eran muy escasas y pasados los 11 años directamente inexistentes.

Pero Alice le clavó la mirada al extraño y tras levantar una ceja se cruzó de brazos diciendo:

- ¿Por qué haría tal cosa? Aquí hay niños que bien podría elegir ¿cierto?

-¡Alice! - dijo la directora roja de la vergüenza.

-¿Por qué a mí?

- Porque así se decidió - fue la simple respuesta del señor Von Fisher - Bien, termina con ésto porque partiremos cuanto antes. - Le dijo a la mujer.

Así Alice fue conducida a su habitación donde la obligaron a bañarse mega bien como si quisieran arrancarle la piel. Aún tenía las cicatrices del castigo de ayer por lo que acabó muy adolorido.

Le dieron las mejores ropas que tenían y una hora después se despedía de todos.

No era que ella sintiera deseos de despedirse, porque nunca se sintió a gusto en ese lugar ya que era vivir en un continuo infierno. Por tal razón ni se molestó en saludar a nadie.

El carruaje que afuera los esperaban era súper lujoso al punto que dejaron a la niña con la boca abierta. Los caballos tenían un porte finísimo.

Era más que evidente que el señor Von Fisher era muy pero muy rico. Le recordó cuando aún vivía junto a su madre

Aquel recuerdo la volvió a golpear. Suspiró hondo dejándose conducir por ese extraño, quien le abrió la puerta y lo miró con una sonrisa.

Sin mostrar emoción alguna Alice entró seguido del extraño y se pusieron en marcha.

Una vez dentro Alice se limitó a mirar en silencio a quien sería su tutor a partir de ese momento cruzandose de brazos. Por su parte, el señor Von Fisher colocó su bastón en el suelo sin mostrar ningun sentimiento tampoco ni molestarse a mirarlo.

Más bien miraba por la ventana. El carruaje seguía en marcha y cuando no pudo más Alice rompió el silencio.

-¿Y bien? ¿Cuál es la trampa? - el señor Von Fisher lo miró en silencio pero con frialdad -¿No me dirás nada?

- ¿Por qué supones que hay una trampa? - fue la tranquila pregunta de Orfen

- Nadie me adoptaría a mí edad, eso lo sé perfectamente no soy tonto - El señor Von Fisher sonrió mirándolo fijamente hecho que incomodó aún más al rubio - ¿Por qué me adoptó?

- Te equivocas, yo no te adopté.

- ¿Qué? - Alice en verdad fue sorprendido ante ésta afirmación - ¿Entonces....?

- Solo soy el gestor, por decirlo así. Me envió tu verdadero tutor con todo los papeles legales para hacer el tramite.

-¿Y quién me adoptó?

El señor Archer y por el momento no te diré nada más. - En ese instante se detuvo el carruaje y el señor Von Fisher sujeto su bastón para luego abrir la puerta - Baja, iremos de compra.

Alice se limitó a mirarlo sin salir del asombro total.

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