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Deidad 2.310

—No necesito tu estúpida simpatía— dijo Semiramis, ella estaba de pie en el pasillo que llevaba a las habitaciones del tercer piso. Llevaba el cabello negro, largo y peinado a la perfección. Con dos mechones oscuros enmarcando un rostro estilizado y sensual con una mirada fría. Sus ojos con un iris amarillo emitían un brillo intimidante mientras conversaban.

Del otro lado, estaba Hitomi, la elfa de cabello rojo y orejas puntiagudas con un rostro bonito que podría competir con el de Semiramis. Sin embargo, su expresión era de tristeza mientras lágrimas caían por su rostro.

—¿Por qué eres así?— preguntó Hitomi, se pasó la mano por los ojos y se limpió las lágrimas —pensé que, si te ayudaba, seríamos amigas de verdad. Entonces podríamos llevarnos bien ¿Por qué me tratas de esta manera?—

—Hitomi, a ti parece que se te olvida algo— dijo Semiramis —eres una esclava que compramos para ayudar a Viggo. Hasta el momento no has hecho nada fuera de lo que se te ha pedido. Solo cumples con tu deber. Además, no seas insolente. Tú y yo nunca estaremos al mismo nivel—

Semiramis se dio la vuelta agitando su largo cabello negro y camino por el pasillo hasta las escaleras.

Hitomi quedó mirando a la mujer de cabello negro en el quiton blanco con bordes dorados. Demasiado hermosa, demasiado fría y soberbia. Hitomi derramo lágrimas de amargura mientras la miraba. Ella solo quería ser amiga de la mujer que tanto admiraba ¿Por qué ella tenía que tratarla como una basura?

Hitomi estaba sola, de pie en el pasillo, pero de repente una puerta se abrió y un rostro amigable enmarcado en un cabello de plata, se asomó. Una vez que reviso que no había nadie excepto Hitomi, salió y se mostró por completo. Era Rosewisse, la valkiria que se había enamorado de Viggo y ahora era su esposa. Como siempre, llevaba un largo vestido celeste de una pieza que se apegaba a su hermosa figura. Detrás de ella salió otra valkiria, Brunilda, de cabello gris que, en términos sencillos, era compañera de cuarto y amiga de Rosewisse. También iba vestida con un vestido de una pieza, pero de color verde.

—¿Estás bien, Hitomi?— preguntó Rosewisse, se acercó lentamente al ver que Hitomi estaba llorando de pie en medio del pasillo

Hitomi la miró mientras las lágrimas caían por las mejillas, pero asintió y trato de sonreír.

Rosewisse hizo una mueca incomoda y la abrazó. Era una cabeza más alta que ella, así que no le costó abrazarla. Hitomi se desmorono al sentir el contacto de Rosewisse.

Al mismo tiempo, Brunilda miraba a Hitomi y sentía que ellas eran muy parecidas, pero Brunilda tuvo la suerte de tener a Rosewisse como amiga. Brunilda se acercó por detrás de Hitomi y la abrazó junto a Rosewisse.

Después de un par de minutos, Rosewisse y Brunilda tomaron a Hitomi y la metieron a su habitación. Era un lugar tranquilo y amplio. Tenían dos camas y la puerta del baño era anormalmente ancha. También las ventanas que daban al balcón eran amplias y se replegaban como para tener el espacio suficiente para estirar las alas y lanzarse al cielo a volar.

En las paredes había varios estantes con libros y en el centro de la habitación había una mesa de centro de cristal y varios sillones individuales, pero ninguno tenía respaldo.

Rosewisse llevó a Hitomi a un sillón mientras Brunilda iba a preparar té.

Hitomi se sentó en el sillón, miró a Rosewisse con los ojos hinchados y sonrió —ahora estoy bien—

—Ooooh, amiga mía, nada de eso— dijo Rosewisse y se sentó en el sillón contiguo —cuando vea que estás bien, te voy de dejar ir—

Hitomi sonrió de verdad, agacho la mirada y asintió.

Rosewisse hizo una sonrisa complicada y le dijo —para empezar ¿Por qué quieres ser amiga de esa bruja?—

—Bueno— dijo Hitomi con voz temblorosa —es un poco vergonzoso—

—Adelante, dilo, aquí no hay nadie que te vaya a juzgar— dijo Rosewisse con un tono de voz serio

Entonces Hitomi le contó cómo fue esclavizada por ayudar a un hombre a escapar y como él la dejo por su verdadero amor. Después fue comprada por Semiraris y cuando la conoció, pensó que había conocido a la persona más inteligente del mundo. Sin embargo, Hitomi se vio en una posición ventajosa y pensó que podrían ser amigas, pero Semiramis la desprecio.

—Todavía no entiendo por qué quieres ser su amiga— dijo Rosewisse cada vez más confundida

—La señora Semiramis es una buena persona, tu no la conoces— dijo Hitomi como si la defendiera —ella es cordial con Scheherezade, yo soy el problema. Como dice ella, solo soy una esclava—

—En serio…— murmuro Rosewisse, le iba a decir a Hitomi que tenía el cerebro lleno de piedras, pero en el estado que estaba Hitomi, sería como ponerle el último clavo a su ataúd. Rosewisse soltó un suspiro.

Al mismo tiempo, Brunilda trajo una taza de porcelana blanca con bordes dorados y se lo tendió a Hitomi. La elfa pelirroja levantó su rostro y la miró. Hitomi sonrió y recibió la taza. Brunilda también sonrió y se sentó al otro lado de Hitomi.

—¿Te gustaría ser como Semiramis?— preguntó Brunilda con timidez

Hitomi levantó su rostro y miró a la hermosa valkiria de cabello gris con dos trenzas enmarcando el rostro —¿Cómo lo sabes?—

Brunilda mostro una pequeña sonrisa y miró a Rosewisse —también tengo una persona a la que me gustaría parecer, pero ya ves, soy muy tonta—

—Tú no eres tonta— dijo Rosewisse

Brunilda negó con la cabeza y dijo —jamás voy a ser tan inteligente como Rosewisse, pero podemos ser amigas— entonces miró a Hitomi y le dijo —no sé si vale la pena una amistad con esa mujer (Semiramis), pero yo creo que deberías dejarlo. Ella me recuerda a las personas interesadas. Si uno no hace lo que es conveniente para ellos, uno no tiene utilidad. Hitomi debería buscar su propia felicidad y amigos de verdad. Eso es lo que he aprendido hace poco tiempo. No sé si sea de ayuda, pero es mi consejo—

Rosewisse hizo una mueca incomoda, pensando que Brunilda nunca sanaría las heridas de su niñez. De repente alguien toco a la puerta y Rosewisse se levantó dejando a Brunilda y Hitomi conversando.

Rosewisse fue a la puerta y la abrió. Ella levantó las cejas en una señal de confusión y dijo —abuelo, tanto tiempo—

Del otro lado de la puerta estaba Xiao, el anciano primordial al que Viggo llamaba abuelo. Tenía una enorme entrada que casi duplicaba su frente, una barba gris en la mandíbula y una coleta elevaba en la parte posterior de su nuca. De aspecto amable y sonrisa sincera.

—Hola, niña— dijo Xiao con tranquilidad —Viggo me hablo de una de sus esposas, Hitomi ¿Podría conversar con ella por un momento?—

—Bueno, abuelo— dijo Rosewisse algo complicada al recordar el estado de Hitomi

—No te preocupes, la experiencia puede aconsejar muy bien. Solo dame una oportunidad— respondió Xiao

Rosewisse miró ese rostro anciano y amable y se le hizo difícil negarse —está bien, pasa— dijo

—Muchas gracias— dijo Xiao

Rosewisse se hizo a un lado y lo dejo pasar. Xiao avanzó con calma y miró la habitación de Rosewisse. Podía haber entrado, detenido el tiempo y haber tomado a Hitomi, pero esa no era su intención.

Xiao vio a Hitomi conversando con otra muchacha alada, sonrió. Hitomi sonreía como si hubiera encontrado a alguien que la entendía, pero su aspecto era bastante indefenso.

Al escuchar las pisadas de Xiao, Hitomi y Brunilda, sentadas en los sillones, miraron al anciano con la bata china de color negro.

—Hola— dijo Xiao con una sonrisa amigable y levantó la mano derecha. Se enfocó en la elfa de cabello rojo y continuo —tu eres Hitomi ¿Verdad?—

—Sí ¿Y usted es?— preguntó Hitomi y se levantó del sillón mientras sostenía la taza

—Xiao, pero Viggo me llama abuelo ¿Cómo estás, niña?— preguntó Xiao y se detuvo a un metro de ella

—Yo, bueno— dijo Hitomi con un rostro triste, pero forzándose a sonreía —bien, creo—

—Mmm, muchos problemas— dijo Xiao —bueno, dame un poco de tu tiempo y puede que este viejo te guie a encontrar una solución—

Hitomi lo quedó mirando, poco dispuesta a escuchar cosas raras.

Xiao sonrió como si leyera su mente y le tendió la mano para que ella se sentara.

Hitomi se sentó en el sillón y Xiao miró hacia atrás para ver a Rosewisse.

—¿Te importa que conversemos aquí?— preguntó Xiao

—No, para nada— dijo Rosewisse —me haría sentir mejor si Hitomi se queda aquí—

—Veo, entonces sigamos ¿Cuál es tu sillón?—

—El que está al lado de Hitomi—

Xiao miró los tres sillones uno al lado del otro. Rodeo la mesa de cristal y se sentó en el sillón frente al de Hitomi —¿Quieres hablar de cómo te sientes?—

Hitomi negó con la cabeza mientras sostenía la taza de té entre sus manos.

Xiao asintió y le dijo —bueno, en ese caso ¿Cuáles son tus objetivos en la vida?—

—Yo, bueno…— dijo Hitomi con dudas

—Adelante, soy abuelo de Viggo, él me cuenta sus problemas y le ayudo en sus asuntos, sobre todo en lo relacionado al rey de los dioses—

—¿Usted también es un dios?— preguntó Hitomi mientras Brunilda y Rosewisse a sus lados ponían mucha atención.

—En cierto sentido, sí, se podría decir que soy un dios— respondió Xiao —he vivido mucho tiempo, así que déjame guiarte—

—¿Cómo podría?— preguntó Hitomi —tengo dos diosas ayudándome, usted es solo uno—

—Bueno, si Viggo hablo de mí, debe ser por algo. Incluso su padre, Kain, escucha los consejos de este anciano—

Esa respuesta gano mucho respeto en la mente de Hitomi, en su mente, Kain era un erudito, un sabio. Entonces ella cayó en cuenta que podía haber hablado con él. Kain parecía un estudioso. A lo mejor, él podía entender las preocupaciones de otro intelectual.

—Bien ¿Qué me dices?— preguntó Xiao

Hitomi miró al anciano de aspecto afable y tomo una profunda respiración. Ella asintió y le comenzó a contar sus preocupaciones y aspiraciones: el periódico, los bienes, su futuro como reina de los dioses, su relación con Semiramis y las expectativas de Viggo sobre ella.

Xiao asintió y respondió —veo, demasiados objetivos. Eso implica una mente dispersa—

—¿Eso es malo?— preguntó Hitomi

—No hay bueno o malo, niña— dijo Xiao —solo la dificultad de alcanzar el kung fu. Una mente dispersa en demasiados objetivos es una mente en crisis. Los objetivos producen angustia y los errores dañan la confianza. En ese aspecto, tengo una palabra para ti…Kung fu—

Hitomi hizo una mueca incomoda y le preguntó —¿Qué es eso?—

—Tú objetivo en la vida—

—Aaaaa— dijo Hitomi como si exhalara un suspiro, miró hacia otro lado y después miró a Xiao con una sonrisa incomoda —no entiendo—

Xiao soltó una risita y dijo —kung fu, es una palabra grande que abarca muchos conceptos. Cada uno lo entiende de una forma diferente, pero es lo que tú buscas. Bajo los conceptos del kung fu, creas un camino, persigues el kung fu y como consecuencia alcanzas tus objetivos—

—Perdón, sigo sin entender—

—Parece filosofía o algo así— dijo Rosewisse

—Sí— respondió Hitomi —parece como algo que diría Bishamon— ella miró a Xiao y le dijo —me dejaría llamar a mi amiga, ella podría aclararme lo que me dice—

Xiao sonrió y ladeo su cabeza en un gesto momentáneo y volvió a ponerla recta —kung fu no es algo tan sencillo e incluso a veces, los dioses no lo pueden entender. Le he enseñado este concepto a Kain y Viggo, pero ninguno de ellos lo entendió. Permanecen dispersos en muchos objetivos, igual que tú—

Eso dejo llena de curiosidad a Hitomi. Si era algo que ni siquiera Viggo o Kain podían entender, entonces tenía que ser algo complicado. Hitomi se concentró en Xiao y le dijo —por favor, continue—

—Veras, niña— dijo Xiao —el kung fu es diferente para cada uno, pero lo abarca todo en tu vida. Hay personas que persiguen la felicidad, otros la iluminación, otros el conocimiento, una habilidad magistral, pero teniendo objetivos solo consigues preocupación y frustración al no poder alcanzarlos. En cambio, si utilizas el kung fu como guía y lo enfocas en cada una de las cosas que realizas en tu vida, puedes ser invencible, imparable. Por qué tu mente no está enfocada en muchos objetivos. Sino que tu mente está enfocada únicamente en el kung fu—

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