El día de la expedición llego y Viggo, Ottar y Rosewisse se reunieron en la entrada del calabozo a las seis de la mañana. En ese momento el aire estaba un poco fresco y el sol se estaba elevando desde la región Este.
Ottar vivía en la parte alta de la torre de Babel, así que fue el primero en llegar. Con sus dos metros de estatura, expresión taciturna y gran complexión llamaba demasiado la atención. Sin embargo, eso no fue nada cuando Viggo y Rosewisse llegaron caminando. Rosewisse iba en su armadura de valkiria, con la aparatosa protección para las alas y sin su casco. Sus largos cabello de plata caían a los lados de su rostro y su mirada firme le quitaba el aliento a más de uno. Por otro lado, Viggo con sus dos metros de estatura y cabello rojo hasta los hombros llamaba la atención, aunque no lo quisiera, pero ahora con su increíble armadura de color turquesa y bordes dorados, era imposible ignorarlo.
Viggo y Rosewisse se detuvieron delante de Ottar mientras la multitud los miraba. Viggo le hizo el gesto con la cabeza a Ottar para que caminaran al calabozo y él asintió. Ottar y Rosewisse se dieron una breve mirada, asintieron al otro en señal de saludo y avanzaron al calabozo. Era demasiado incomodo que todos los miraran como si fueran animales exóticos.
Dentro del calabozo los aventureros no se atrevieron a seguirlos. Rosewisse era ampliamente conocido por su temperamento y dentro del calabozo muchos aventureros podían desaparecer "misteriosamente".
—Santo cielo— se quejó Rosewisse mientras su voz se propagaba por la cueva que se extendía un centenar de metros por delante —qué pesados—
—Y qué lo digas— respondió Viggo caminando al frente junto con Ottar —¿Me pregunto si no tendrán nada mejor que hacer?—
—Mm— añadió Ottar y asintió varias veces, pero de repente su vista se desvío a la armadura de Viggo y le dijo —podrías ocupar una capucha oscura y así resaltarías menos problemático—
—Ugh— dijo Viggo como si algo le hubiera hecho mal y entendió en el error que había caído.
—Yo no saco nada— dijo Rosewisse —de todos modos, se verían mis alas—
—Sí, pero sería menos llamativo, cuñada— respondió Ottar
—Bueno, puede ser, pero, de todos modos, qué pesados—
Viggo vio a los primeros goblins y les dijo —déjenme los monstruos a mi—
—Sí, no hay problema— respondió Ottar, después de todo Viggo era bueno con el arco y con una sola flecha podía matar a la mayoría de los monstruos de aquí al piso treinta. Sin embargo, cuando vio que Viggo no sacaba su arco, sino que avanzaba con las manos desnudas al goblin, levantó las cejas en un gesto de confusión. Miró a Rosewisse y ella sonrió.
Rosewisse levantó ambas manos y junto las palmas para después bajar las manos a la altura del pecho como si estuviera rezando mientras decía en un tono sobreactuado —lleva dos días tratando de alcanzar el kung fu— y se largó a reír
Ottar sonrió, miró hacia adelante y vio a Viggo tomar la postura del jeet kune do, esperar al monstruo y lanzar una patada a gran velocidad mientras gritaba un "seeee" y soltaba el aire —ya veo, por fin decidió aprender de padre— dijo Ottar
—Así parece— añadió Rosewisse —ayer y antes de ayer estuvo siendo castigado por mi suegro. Hoy se puso a meditar (dijo en lugar de mencionar que Viggo ocupo las pinturas) y dijo que estaba listo—
—Viggo, siempre haciendo las cosas de la manera difícil. Viggo siempre será Viggo—
Rosewisse no entendió mucho lo que decía Ottar, pero sonrió al ver a Viggo tan motivado con esto del kung fu. Además del hecho que se había reconciliado con la imagen que tenía de su padre. Ella siempre fue de regañar a Viggo porque siempre parecía estar compitiendo contra su padre. No era malo, pero de la manera que Viggo lo hacía daba a entender que veía a su padre como su enemigo.
Viggo continúo avanzando mientras Rosewisse y Ottar lo seguían de cerca. Sin embargo, ninguno le ayudo en ningún momento. Era Viggo perfeccionando y retomando algo que dejo a medio camino hace muchos años. Ocupo la técnica de lucha de su maestro como una forma de renegar lo que le había enseñado su padre (jeet kune do), pero como decía Kain, no era necesario que él reinventara la rueda ni que desarrollara un estilo de lucha por su propia cuenta desde cero. Él era Viggo, hijo de Kain, podía tomar todo lo que fuera de su padre, para eso él se lo había enseñado. Entonces, llegado su momento, él lo excedería y se cumpliría el ciclo natural de las cosas.
Por otro lado, Viggo tenía la mente de Ivaldi y tal artilugio le permitía ver cosas que ni la experiencia podía ver. Él se había dado cuenta que uno podía ser como el agua, pero que al final todo era un tema de como utilizaba la respiración. Era algo que se volvía subconsciente al momento de realizar una actividad física durante mucho tiempo. Sin embargo, si él podía encontrar la forma de controlar su respiración, a lo mejor podría mejorar de una forma más rápida y precisa. Gracias a este conocimiento, le daban ganas de dejar todo tirado y volver a los cuadros pintados, entonces podría meditar, luchar y volver a meditar en este conocimiento.
Una vez más se detuvieron un grupo de goblin de los primeros pisos delante de Viggo. Este último tomo una profunda respiración, se movió y lanzó un puñetazo a cada uno. Sin embargo, cuido que el impacto fuera el mínimo con tal de transferir la fuerza del golpe a los goblins. Los cuerpos de estos no lograban aguantar tanta presión y explotaban al instante como si fueran globos de agua.
Viggo levantó su puño, frunció el ceño y pensó que debía probar esto en algo más fuerte, algo como. Él se dio la vuelta, miró a Ottar y Rosewisse que lo seguían. Viggo se enfocó en Ottar y le preguntó —¿Has matado al Udaeus últimamente?—
—No, para nada— dijo Ottar, hizo memoria y añadió —pero recuerdo que hace unos meses la familia Loki fue de excursión, dijeron que llegaron al piso cuarenta—
—Mmm, entiendo— dijo Viggo, había una amplia posibilidad de que el monstruo rex Udaeus hubiera muerto y todavía no se regenerara, pero si estaba vivo, seguro ocuparía su nueva fuerza contra él. Viggo tomo una profunda respiración y se planteó utilizar está fuerza con los dragones de los pisos cincuenta en adelante. Seguro que esta vez no necesitaría ayuda ni sus armas para acabarlos, pensó. No obstante, miró sus manos y armadura, esto no era bueno, pensó, necesitaba desarrollar su fuerza y con la armadura no podría sentir los cambios en todo su cuerpo. Viggo la desequipo y la guardo dentro de su alma al igual que sus armas. Solo quedó él con el torso desnudo, el cinturón con cabeza de león y la túnica roja que le cubría desde la cintura a las rodillas.
—¿Qué sucede Viggo?— preguntó Rosewisse —¿Tienes algún problema?—
—No, para nada— dijo Viggo —solo quiero comprobar los límites de mi cuerpo. Avancemos, necesito luchar contra algo fuerte, estos monstruos son demasiado débiles. Solo puedo cuidar de la técnica y respiración, pero no puedo ver los verdaderos resultados—
Rosewisse y Ottar quedaron mirando a Viggo al verlo tan motivado. Este último avanzo por el túnel, ellos lo siguieron y a medida que aparecían los monstruos, Viggo los mataba de un solo golpe. Ni siquiera se preocupaba de recoger las piedras purpura. En su lugar, Rosewissse lo hacía porque había conversado con Hitomi, la elfa pelirroja que se hacía cargo de las cuentas de la familia Bishamon y le había dicho que hasta el momento no había ningún ingreso significativo para la familia. Sakura y Ana eran nivel cuatro mientras que Siegfried y Teresa eran aventureros nivel dos. Así que entre ellos no podían hacer mucho ni llegar demasiado abajo en el calabozo.
—No te importa ¿Cierto?— preguntó Rosewisse mientras recogía las piedras purpura del suelo
—No, para nada— respondió Ottar —la verdad es que ni siquiera me molestaría en recoger piedras de monstruos hasta el piso treinta en adelante—
—Veo, gracias— respondió Rosewisse
Ellos avanzaron rápidamente con Viggo en la vanguardia y limpiando los monstruos con sus puños y pies. Al medio día llegaron a Rivira, almorzaron y continuaron su viaje. Sin embargo, al llegar a la zona selvática se detuvieron al instante. No por los monstruos, todavía seguían siendo demasiado débiles como para soportar más de un golpe de Viggo. Lo que pasaba es que al igual que otras veces, Viggo había sentido la mirada de alguien desde la distancia.
Viggo se giró sobre su eje mirando a la selva de flores con hermosos colores e igual de venenosas. Algunos mosquitos y todo tipo de serpientes, sin contar a los monstruos ocultos. Sin embargo, él no buscaba monstruos, buscaba algo más inteligente. Algo que podía proyectar su intención en la mirada. Dicha mirada no era amenazante ni llena de odio. Era más la curiosidad por algo novedoso.
—¿Qué sucede, Viggo?— preguntó Ottar, él también empezó a dar vueltas tratando de captar lo mismo que Viggo, pero solo podía ver algunos monstruos en la espesura de la selva.
—No es nada— respondió Viggo, miró el sendero que se extendía por delante de él y lo llevaba a una enorme pared de roca con un agujero. Estaba a punto de salir de la región boscosa y meterse en la región acuática —vamos—
Rosewisse también miró los alrededores, no pudo ver nada, pero estaba cien por ciento segura que Viggo había mentido cuando él dijo que no era nada. Algo estaba ahí y preocupaba a Viggo, pero qué. Ella miró hacia adelante y vio a Viggo y Ottar avanzar. Ella los siguió, pero continúo mirando hacia la selva en búsqueda de respuestas.
Viggo al frente seguía sintiendo esa mirada a la distancia, punzante e insistente como una aguja sobre su mejilla izquierda. De repente cayó una enorme araña peluda de color amarillo y con franjas rojas. Ella curvo su trasero hacia adelante y lanzó un hilo de telaraña. Viggo se movió hacia un lado esquivando con éxito, se movió hacia adelante, llego delante de la cabeza de la araña con ocho ojos, lanzó un puñetazo y lo retiro de inmediato. El cuerpo de la araña se hincho rápidamente, Viggo salto hacia atrás y la araña exploto rociando sus jugos y entrañas por todos lados. Sin embargo, los problemas no se detuvieron. Apareció una enorme serpiente bajo un matorral. Se levantó sobre su cuerpo, ataco a Viggo, pero este último lanzo una patada, impacto en la cabeza y la retiro. La serpiente tampoco aguanto la presión y exploto en pedazos. Esta vez Viggo no pudo evitar ensuciarse y quedo bañado en la sangre de la serpiente.
Viggo miró a Rosewisse y Ottar para ver si estaban bien, pero ambos levantaron sus manos para que él no se acercara.
—¿Qué?— preguntó Viggo enojado
—Apestas— dijo Rosewisse tapándose la nariz con la mano
Viggo soltó un suspiro y continúo avanzando. Ya llegarían a la región acuática y tendría tiempo para darse un buen baño.