Rosewisse, Brunilda y Viggo salieron de las minas subterráneas y cruzaron el Lago de los Nueve Reinos. En apariencia todo se veía normal, pero Midgar respiraba otro aire y como consecuencia de eso, no había parado de nevar en ningún momento del viaje. Los cielos estaban grises y corría una brisa tan fresca como la de la montaña de los Jotun, un lugar en altura y cubierto de nieve.
Rosewisse viajo a la región suroeste, cruzo los bosques y desde la distancia noto que algo había pasado en el jardín de su maestro. Aquel lugar resguardado del frio y de los problemas de Midgar, ahora estaba marchito y la gran tortuga recostada sobre su pansa. Tenía los ojos cerrados y una expresión de soledad.
Rosewisse aleteo con más fuerza, voló a toda velocidad y cuando llego al muelle al lado del rio, dejo a caer a Viggo desde cinco metros de altura. Este último cayó sobre sus pies, pero al caer en el muelle rompió las tablas y cayó al agua. Sin embargo, Rosewisse no puso mucho reparo y solo se preocupó del jardín de su maestra. Ahora las plantas de hermosos colores se habían marchitado y los animales ya no se veían por ningún lado.
—Rosewisse— se quejó Viggo mientras salía del agua. Vestía la armadura real enana de color turquesa y bordes dorados mientras llevaba el bolso de cuero cruzado —¿Cómo se te ocurre dejarme caer desde tal altura, sin avisar y más encima en el muelle de madera?—
Al poco rato descendió Brunilda, miraba a Rosewisse y después miraba el bosque fantasma. Daba la impresión de ser un lugar donde te encontrarías un sinfín de no-muertos.
—Lo siento, Viggo— dijo Rosewisse sumamente preocupada, pero su visión estaba enfocada en el bosque. No lograba encontrar indicios de su maestra, Hildisvíni o de ningún otro animal. Ella camino hacia la casa y se agacho en el borde del socavón donde se ocultaba la casa. Trato de mirar por una de las ventanas. El lugar seguía intacto, pero estaba deshabitado.
Rosewisse se levantó, se lanzó al cielo y comenzó a sobrevolar la zona. Al mismo tiempo, Viggo miró los alrededores, pero disimulo su engaño. Él ya sabía lo que había pasado. Freya había perdido a su hijo y se había ido en un viaje para encontrar su espíritu guerrero, todo para poder vengarse de Kratos.
Brunilda miró a Rosewisse dar vueltas y vueltas, ella se dio la vuelta, miró a Viggo y le preguntó —¿Tú sabes lo que le pasa a Rosewisse?—
—Sí— respondió Viggo de forma indiferente —su maestra se ha ido a algún lado sin avisarle o dejarle un mensaje, algo que no es propio de ella—
—¿Aquella mujer era poderosa?—
—Era tu antigua diosa que ahora es una simple bruja, Freya—
Los ojos de Brunilda se abrieron amplios y empezó a mirar los alrededores. Ella se lanzó al cielo y comenzó a buscar, pero no hubo pistas de ningún tipo. Freya había desaparecido.
Viggo se sentó en una roca mientras meditaba pensando en las consecuencias de los actos de su maestro y Atreus. Ya no podía dejar Midgar olvidado, ahora tendría que estar constantemente monitoreándolo mientras buscaba la respuesta a como matar a Odín. En el momento en que se desate una batalla entre Kratos y Freya, nada iba a sobrevivir. Viggo no podía hacer nada por los adultos, pero no dejaría que la muerte alcanzara a su pequeño hermano.
Rosewisse y Brunilda volvieron media hora después. Rosewisse estaba preocupada y como siempre, Brunilda se sentía inútil de no poder hacer más. Ellas encontraron a Viggo meditando sobre una roca. Viggo abrió los ojos con una expresión neutra y miró a Rosewisse.
—¿Algo?— preguntó Viggo
Rosewisse negó y preguntó —¿Puedes ocupar mi pluma o algún elemento de la casa para encontrarla?—
—Claro— respondió Viggo, utilizo la pluma y después fue a buscar algunas ropas dentro de la casa de Freya, pero nada. Ella había desaparecido de Midgar, lo cual dejo a Rosewisse afligida.
Viggo dejo a Rosewisse descansar de sus preocupaciones y después de otra media hora, le preguntó para ir a ver a su maestro. Eso estaba subiendo por las montañas con dirección oeste.
—Claro, esperemos que ellos no hayan desparecido— dijo Rosewisse con los ánimos por el suelo. Ella llevo a Viggo, pero esta vez su vuelo fue lento y torpe.
Una vez que llegaron a la casa en la cima de las montañas, se detuvieron en el patio cubierto de nieve. Viggo les pidió que esperaran afuera. Él no sabía en qué estado estarían Atreus y Kratos.
Viggo se acercó a la choza con el enorme dintel donde habían tallado palabras rúnicas para apartar la mala suerte y los malos espíritus. Viggo golpeo la puerta un par de veces y desde el interior preguntaron —¿Quién?—
—Soy yo, Viggo— respondió Viggo
La puerta se abrió y tal como pensó, Atreus estaba durmiendo en su cama. Kratos dejo pasar a Viggo, pero le dio una mirada inquisitiva a Rosewisse y Brunilda. Sin embargo, cerró rápidamente la puerta y entró junto con Viggo.
—¿Qué quieres muchacho?— susurro Kratos mientras se alejaba de la puerta principal
—Primero que todo— susurro Viggo —advertirte de que no hables de lo que paso con Freya y su hijo—
—Eso lo sé—
—Sí, pero te recuerdo que tienes un Atreus—
Kratos frunció el ceño, llego delante del socavón donde tenía la hoguera y se sentó en un tronco. Viggo se sentó en otro tronco y lo quedó mirando.
—¿Cómo estás maestro?— preguntó Viggo —¿Pudiste hacer lo que te pidió la tía?—
—Sí, lo logramos, pero pasaron varias cosas. Tú ya sabes una de ellas—
—¿Cuéntame?—
—Me gustan los secretos— dijo alguien
Viggo dio un respingo y miró hacia atrás. Entonces vio a Mimir sobre una mesa leyendo un libro. Viggo se levantó, tomo a Mimir por los cuernos y lo acercó a la hoguera. Lo sentó en un tronco y él se sentó en su tronco.
—Es necesario que estes aquí, hay cosas que compartir—
—Por tu tono, joven Viggo— dijo Mimir —siento que no me va a gustar—
Viggo hizo una mueca incomoda y le explico el tema de las valkirias, las visiones de la madre de Rosewisse y la razón del porque andan tantos draugrs en Midgar.
—Esto es un desastre, un completo desastre. Además, la muerte de Baldur—
—Shhhh— dijo Viggo con el dedo índice cubriendo sus labios —cállate, habla bajo, pensé que eras el hombre más listo entre los vivos—
—Lo soy— susurro Mimir —pero no me puedes culpar, son muchas cosas malas, una detrás de otra—
—Y qué lo digas, el único alivio es que mientras la serpiente del mundo este despierta, Thor no se atreverá a venir a menos que Odín le dé su permiso. Y creo que entiendes lo que eso significa—
—Sí, lo entiendo— respondió la cabeza anciana con dos pequeños cuernos y barba
Viggo miró a su maestro y le dijo —vendré constantemente, no tan constante como una vez al mes, pero por lo menos dos veces al año. Espero que estes bien, le pediré al abuelo que le siga trayendo alimento a Atreus—
—No lo hagas— dijo Kratos con una expresión seria —Atreus ya no es un niño, él debe encontrar su alimento por su cuenta—
Viggo se quedó callado por unos segundos y asintió —lo entiendo, maestro— dijo
—Será mejor que no entren esas niñas, si Atreus se despierta puede decir algo que ponga las cosas incomodas para todos—
—Entiendo— respondió Viggo, se levantó, tomo una profunda respiración y dijo —nos vemos, cuídense, ambos, y sobre todo cuiden de Atreus—
—Sí, no te preocupes— respondió Mimir —cuidaremos del hermanito—
Viggo miró a Kratos, ambos asintieron y Viggo le dio la espalda para salir. Una vez afuera vio que Rosewisse y Brunilda estaban hablando de algo serio a unos quince metros de la choza. Parece que era de Freya, lo que le había enseñado a Rosewisse y como era.
Viggo avanzo a paso lento, ellas lo notaron, pero siguieron conversando. Viggo se detuvo a un metro de ellas y dijo —las cosas con mi maestro están conversadas. Atreus está dormido, así que no sacamos nada con esperarlo. Parece estar muy cansado—
—Es una pena— dijo Rosewisse —me hubiera gustado despedirme de él—
—Me lo imagino—
—¿Y vas a ir a ver al padre de todo o no?— preguntó Brunilda en un tono de voz molesto
Viggo y Rosewisse la quedaron mirando como si fuera una tonta. Viggo sonrió de forma astuta y le dijo —recuerdo haberte dicho que vendrías con nosotros—
—Sí, pero el padre de todo—
—El padre de todo puede esperar. Es un viejo horrible y sin gracia, prefiero un millón de veces ver a mis hijos y a mis hermosas esposas— Viggo miró a Rosewisse y le preguntó —¿Haces los honores?—
—Por supuesto— respondió Rosewisse con una sonrisa maliciosa, ella llevo su mano a su cuello, toco el collar con la piedra azul y canalizo mana para activarlo. Al instante los tres fueron rodeados por una esfera de energía. Brunilda miró la esfera con una expresión horrorizada, pero para cuando intento retroceder, ya era demasiado tarde. La esfera de energía ya la tenía atrapada en su interior junto con Viggo y Rosewisse. Al instante siguiente, los tres desaparecieron de Midgar.
Orario estaba en plena primavera para ese momento, así que el cielo estaba despejado y el sol incandescente. Rosewisse sonrió al ver la enorme mansión de tres pisos de color blanco con torres con cupulas azules en cada esquina y una enorme cúpula en el centro. A los lados estaban los jardines con pasto y las islas de flores.
Al mismo tiempo, Brunilda había quedado con la boca abierta ante el repentino cambio de escenario. Nunca había visto una construcción semejante. Ella se dio la vuelta y miró hacia la reja que daba la calle, más allá se veía la calle adoquinada y unos hermosos carruajes negros tirados por magníficos caballos. Más allá se veían otras mansiones, más pequeñas y humildes, pero no por eso se podrían considerar feas.
—Bienvenida a nuestra casa, Brunilda— dijeron Viggo y Rosewisse al mismo tiempo
Brunilda los quedó mirando, ambos sonreír de manera amistosa. Sin embargo, ella empezó a derramar lágrimas y les dijo —yo les digo y les digo, pero ustedes solo me molestan. No están felices con que haya perdido un brazo por fallar, ahora seguro moriré—
—Brunilda, no seas tonta— dijo Rosewisse, avanzó y la abrazó —no te trajimos con esa intensión— Brunilda la miró a los ojos y Rosewisse continuo —queremos que vivas en un lugar bonito, que busques otro destino y que abandones a Odín y los otros. Simplemente no vale la pena. Dime ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste feliz?—
Brunilda se quedó callada y derramo una gran cantidad de lágrimas porque realmente no lo recordaba.
Rosewisse se mantuvo abrazando a Brunilda durante unos minutos y después se apartó un poco para darle espacio.
—Rosewisse— dijo Brunilda con los ojos llenos de lágrimas —es verdad ¿No me van a llevar a otro lado como cuando éramos niñas?—
—No, aquí nadie te va a llevar a otro lado. Realmente vamos a poder ser amigas. Aquí no existen las valkirias ni el concilio de ancianos, ni el ragnarok ni nada de eso—
—Te voy a creer—
—No te preocupes, Brunilda— añadió Viggo a un metro de ellas —con todo lo que recogimos vas a poder tener tu brazo de vuelta y un arma como la de Rosewisse ¿No te parece bueno?—
Brunilda miró a Rosewisse y le preguntó —¿De verdad?—
—De verdad, verdad— dijo Rosewisse, ella le tomo la mano y Viggo le puso la mano en la espalda y entre los dos la llevaron hacia la mansión. Rosewisse añadió —te vas a sorprender, este lugar es muy amplio y hay muchos bebés, todos hijos de este tipo—
—Oye ¿así le hablas a tu marido?— preguntó Viggo
Rosewisse bufo y dijo —bueno, eso te pasa por no controlar lo que hay en tus pantalones—