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Guerra y Fortuna 2.247

—Lo lamentado dama Semiramis— dijo Erica, sentada en el sillón frente al de Semiramis, Viggo y Scheherezade. Su cabello rubio atado en una coleta, ojos azules con un traje de noble del tipo masculino, muy similar al de Viggo. A su lado estaba su hermano Siegfried de diez años, menor estatura y rostro infantil.

—No te preocupes— dijo Semiramis con una amplia sonrisa —tú madre ya me lo advirtió de ante mano, pero quería darle una oportunidad. A veces los socios de negocios son personas desagradables, pero saben mantener el profesionalismo. Parece que Edgar y su facción no lo entienden. Como te digo, no importa, yo y tu madre ya tenemos un negocio entre manos. Si todo sale bien, empezaremos a comercializar con el imperio—

Erica asintió algo preocupada por la relación con Semiramis, pero también molesta con Viggo. Este último no dijo la razón por la que le dijo a Semiramis que no lo abandonara por un noble con mirada de perro abandonado. Lo cual Erica agradeció, solo sería avergonzada y a lo mejor, Semiramis se lo hubiera tomado a mal. Como si Erica dudara de su honestidad.

—Siegfried— dijo Viggo —mejor te vas a dormir, mañana vamos a ir temprano a ver a Ottar, alguien como tú que se especializa en espadones—

—Genial, gracias capitán— dijo Siegfried con una amplia sonrisa, vestido similar a su hermana, pero de un tono esmeralda. Él miró a su hermana y la quedó mirando. Erica vio esos ojos de cachorro abandonado que le pedían que se despidieran, pero ella en vez de tomarlo en serio, soltó una risita recordando las palabras de Viggo. Sin embargo, al darse cuenta se tapó la boca y frunció el ceño.

Erica miró a Semiramis, Viggo y Scheherezade —muchas gracias por todo, dama Semiramis, dama Scheherezade y señor Viggo— dijo. Siegfried dijo lo mismo y ambos caminaron a la salida acompañados por Scheherezade.

Viggo y Semiramis se quedaron solos, así que aprovecharon de abrazarse. El día había sido complicado, trabajando desde temprano, teniendo preocupaciones y aguantando estupideces.

—¿Por qué me dijiste eso?— preguntó Semiramis en voz baja mientras abrazaba a Viggo

—¿Qué cosa?— preguntó Viggo de vuelta, deslizando su mano por la espalda hasta la cadera y acariciándole la nalga derecha.

—Viggo— dijo Semiramis en un tono de reproche

—Solo toco lo que es mío— dijo Viggo con una sonrisa engreída

—No hay nada suyo señor— dijo Semiramis y le pellizco la mano, pero Viggo no parecía tener intenciones de quitar su mano. Así que ella lo ignoro y solo se abrazó a él mientras apoyaba su oreja en el pecho. La tela de la ropa de noble era demasiado suave y agradable. Semiramis continuo —eso de abandonarte por alguien con mirada de perro abandonado—

—Aaaah, Erica me advirtió que Edgar era famoso por conquistar mujeres—

—Puf— dijo Semiramis como si se le escapara el aire y se largó a reír —eres malo, muy malo Viggo Dragonroad. Ella solo trataba de ser amable contigo—

—No soy malo mujer, solo me reí de la situación. Sin embargo, ahora que me lo preguntas, ey ¿Me abandonarías por la cara de perro?—

—No tiene cara de perro, es tierno, es solo que es tan superficial— dijo Semiramis —cree que cualquier mujer le va a abrir las piernas porque tiene un rostro delicado. Sin embargo, su actitud es tan débil que me hace tener lastima por él—

—Ten cuidado, es una puerta para algo más—

—Algo más y una mierda. Es alguien inofensivo, demasiado insignificante para tenerlo en consideración. Si tuviera una relación con él me lo comería vivo cada vez que tuviéramos una discusión. Cada vez que yo hiciera algo él me seguiría la corriente y andaría todo el día detrás de mí como un perro faldero. Si yo fuera una mujer ignorante sería entretenido, pero para mí solo se ve como alguien aburrido. Me hace preguntarme si él tendrá una vida propia, con sueños y aspiraciones ¿Vivirá de lo que puede sacarles a sus amantes? Si es así lo podría ocuparlo como entretenimiento para las ancianas nobles que viven en Orario. Podrían tener un gigoló joven como mascota—

—Lo subestimas— dijo Viggo

—No lo subestimo, conozco el peligro— dijo Semiramis con una sonrisa suave, subió hasta el cuello de Viggo y lo comenzó a besar —lo he visto, alguien saltando de un barco a otro en medio del mar. Nadando con tiburones, disparando flechas a cientos de metros. Luchando con criaturas terribles. Hábil con las palabras como una serpiente que te enrolla y te quita el aire poco a poco hasta que ya no te queda escapatoria— ella siguió subiendo por el cuello, le dio un par de besos y lo miró a los ojos —alguien que te mira como una bestia salvaje similar a un león hambriento. No sabes si te va a comer, matar o proteger. Sin embargo, cuando estás cerca de él te sientes poderosa, capaz de alcanzar cualquier lugar. Alguien que me ha dado lo más hermoso de mi vida, aquella pequeña persona que duerme en el tercer piso, si es que no está drenando a Sofia—

Semiramis y Viggo se largaron a reír al pensar en Uriel, quien últimamente había incrementado su apetito y la misma Sofía dijo que iba a necesitar ayuda para alimentar a Uriel y Bell.

—Mujer— dijo Viggo, le dio un beso en los labios y le tomo las manos —tus manos multiplican el oro y construyen imperios. Siempre lo he sabido, yo nací con suerte, pero tú eres la parte importante en mi vida que lo confirma—

—¿Solo significo suerte?—

—Y mi amor, mi compañera—

Semiramis se sentó sobre las piernas de Viggo a horcajadas y bajo los tirantes de su vestido para mostrarle sus senos. Viggo la quedó mirando a los ojos, llevo su mano derecha al cuello y le beso dándole leves mordiscos.

—Oye— dijo Viggo mientras la besaba —¿Es verdad eso?—

—¿Qué cosa?— preguntó Semiramis con los ojos cerrados, concentrada en la sensación de los besos sobre su cuello —ahora no es buen momento ¿Podemos hablarlo después?—

—Solo curiosidad ¿De verdad estas embarazada?—

Semiramis abrió los ojos amplios y recordó la reunión que tuvo hoy con el médico. Después de tener a Uriel tuvo una larga y casi agobiante cuarentena. Así que cuando pudo tener sexo con Viggo no se controló. Incluso si no tenía muchas ganas, Viggo es hábil con las manos, los masajes y los besos. Así que ella entraba rápidamente en estado de ánimo. Fue un poco difícil hacerlo durante los primeros meses porque Uriel siempre se despertaba. Semiramis creía que ahora que la bebé dormía en su propia habitación con Bell podrían trabajar en un segundo hijo. Sin embargo, nunca se esperó que el trabajo ya estuviera hecho.

Semiramis soltó un suspiro, tomo la cabeza de Viggo y la coloco entre sus senos —sí, así es, el pan está en el horno. Solo me lo confirmaron hoy— dijo

Viggo se quedó con los ojos bien abiertos mientras sentía la textura blanda de los senos de Semiramis sobre su rostro. Él llevo sus manos a los hombros de Semiramis y apartó su rostro. Ella lo miró a los ojos con cierto cansancio. Viggo sonrió y negó con la cabeza —bueno, digamos que es importante ocupar nuestra juventud. Parece que vamos a tener que buscar más nodrizas—

—Sí— dijo Semiramis soltando un suspiro, ya no estaba de ánimos, así que empujo a Viggo sobre el sillón y se recostó sobre él. Tener hijos era bonito, pero el trabajo que venía con ello era titánico. Ni siquiera manejar todos los negocios que tenía en sus manos la absorbían tanto.

—Amor— dijo Viggo llevando sus manos hacia la espalda y acariciando con suavidad —no te preocupes, tendrás ayuda. Ya sabemos bastante, así que contrataremos un ejército de nodrizas—

Semiramis al escuchar lo del ejercito soltó una pequeña risita y le dijo —eres tonto—. Sin embargo, también se dio cuenta como las manos de Viggo iban estimulando aquí y allá. La risa la ayudo a sentirse bien y las manos de Viggo a entrar en calor. Ella se enojó consigo misma y se desquito con Viggo mordiéndolo en el cuello. Lo odiaba, odiaba que él siguiera induciéndola al sexo con las artes aprendidas de aquel demonio del sexo, pero maldición, se sentía tan bien.

—Hijo de puta, hijo de puta— dijo Semiramis, llevo sus manos a la ropa interior y se la quitó. Después le abrió el pantalón a Viggo y comenzó a mover sus caderas para que sus sexos se rosaran. Ella comenzó a jadear, su corazón a latir más fuerte —te odio, te odio— dijo.

Sin embargo, para Viggo eso fue música para sus oídos. Su seducción todavía tenía efecto en Semiramis, nada mejor para abrir el corazón que un poco de risas, caricias y besos.

Para cuando Scheherezade volvió a la habitación, Semiramis estaba cabalgando sobre Viggo como si su vida dependiera de eso mientras Viggo le daba nalgadas. Semiramis se detenía, presionaba su trasero y lo movía en círculos. Viggo le tomo la cara, ella abrió la boca y él escupió. Después saco su lengua y le lamio el contorno de los labios.

Scheherezade cerró la puerta y tosió para llamar la atención de ambos, pero parece que Viggo y Semiramis estaban demasiado concentrados en lo que estaban haciendo. La habitación se llenó de gemidos hasta que veinte minutos después terminaron y quedaron sentados, besándose y con un sentimiento lánguido por todo el cuerpo.

—Viggo— murmuro Semiramis —¿Estuviste conversando con Kiara?—

—¿Por qué?— preguntó Viggo mientras acercaba su rostro y le daba un profundo beso. Una vez que él se quiso alejar, Semiramis lo agarro de la nuca, lo continuo besando y cuando lo dejo ir, le mordió el labio inferior hasta cuando parecía que la carne no se extendería más.

—Fue mejor que de costumbre—

—Aaaaah, eso, es un secreto—

—Maldito— dijo Semiramis con cierto fastidio, le dio un puñetazo en el pecho y después le volvió a tomar la cabeza para besarlo.

—Perdón— dijo Scheherezade —¿Podemos hablar?—

Semiramis dio un respingo y miró hacia atrás con una expresión asustada. Entonces vio a Scheherezade sentada sobre el sillón frente a ellos. Continuaba vestida, lo que le causo curiosidad. Semiramis no era de tener sexo con las otras esposas de Viggo, pero Scheherezade era especial, ella era como su hermana, podían estar juntas en la misma cama con Viggo. Al menos, Semiramis no se sentiría incomoda con ella como con las otras; incluso si conocía a Sakura, Ana y Kiara desde hace años.

—Me diste un susto ¿Qué pasa? ¿Por qué tan reservada? Te ayude a obtener ese vientre— dijo Semiramis mirando el pequeño vientre de Scheherezade.

—Sí, bueno, cierta persona estaba demasiado concentrada, pero creo que debemos hablar— insistió Scheherezade —hemos ganado enemigos—

—Tranquila, amor— dijo Viggo con Semiramis sentada a horcajadas sobre él —vi los recuerdos de Edgar y todos sus ayudantes—

—¿Cómo?— preguntaron Semiramis y Scheherezade al mismo tiempo. Cuando Viggo utilizaba su clarividencia sus ojos siempre emitían un brillo dorado.

—Secreto— dijo Viggo con una sonrisa astuta. Semiramis frunció el ceño y le pellizco las costillas con todas sus fuerzas. Viggo cerró un ojo y frunció el ceño como si realmente le doliera —lo siento, lo siento, era broma, era broma, no me maltrates, esposa—

—Más te vale soltar todos tus secretos Viggo Dragonroad. No te garantizo un buen futuro si mantienes demasiados secretos—

—Mujer— dijo Viggo con una sonrisa suave, se acercó y le dio un pequeño beso —solo me he vuelto mejor en el uso de mi poder. Antes mostraba un brillo dorado porque no podía controlarlo tan bien, pero ahora mejore un poco—

—Ok, te creeré ¿Y bien?—

Viggo soltó un suspiro y dijo —esos tipos venían a probar el terreno. Lo relacionado con este negocio es sencillo, una oportunidad de estafa. Al menos, así lo ve Edgar y el otro grupo de nobles. Se sienten mejores que todo el mundo por ser nobles así que cualquiera es una presa para ellos—

—Hijos de puta, verán, los haré trizas cuando quieran comprar algo en Orario, preciosos al quinientos por ciento ¿Y qué más?—

—Lo importante es que han llegado a esta tierra un grupo de magos llamados astrónomos; magos habilidosos que siguen el movimiento de las estrellas en el cielo. Necesito hablar con Uranos—

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