Hera, Viggo y compañía habían vuelto a su palco del tercer piso y estaban viendo cómo se llevaba a cabo la segunda parte de la subasta. En estos momentos estaban vendiendo algunos antiguos collares que databan de antes de la llegada de los dioses a Orario. Dichos collares estaban hechos con eslabones de huesos de Kobold con pictografías talladas en la superficie. No fue un producto especialmente popular.
Por otro lado, Viggo miraba a Semiramis, con su largo cabello oscuro y vestida con un quitón blanco con bordes dorados, muy parecido a la vestimenta de la diosa Hera -¿me estás diciendo que me comprometiste con un montón de viejas desagradables para que las pintara?- preguntó
Semiramis lo miró a los ojos, casi no podía evitar sonreír ante la expresión de Viggo ante su incredulidad -sí- respondió con una sonrisa -tuve que hacerlo. Después de que tus pinturas y tu llamaran tanto la atención, fue inevitable-
-Mujer, ya expusiste mis pinturas, tuvieron accidentes y ahora más encima me pides que pase tiempo con esas viejas arpías- dijo Viggo poniendo una expresión afligida y mirando al suelo -siento que ya no me amas-
-No te preocupes- dijo Semiramis de forma coqueta y divertida -todavía te amo, así que trabaja un poquito más-
-Espero una gran retribución por todo este esfuerzo- dijo Viggo mirándola a los ojos
Semiramis se ruborizo viendo la lujuria en su mirada, ella agacho la mirada y asintió con un rubor en las mejillas. Por un momento se preguntó si Viggo en lugar de clarividencia, tenía lujuria por divinidad. Bueno, aunque si estaba enfocada a ella todas esas cosas buenas, no era un problema. El sexo normal estaba bien, pero de vez en cuando un poco de sexo salvaje no estaba mal.
Alguien tosió, Viggo y Semiramis miraron a la izquierda de Viggo y vieron a Hera, quien los miraba con incomodidad. Ella después miró al escenario, donde una joven glamurosa continuaba ofreciendo los artículos de la segunda parte de la subasta. Viggo y Semiramis soltaron una risita, se acurrucaron uno al lado del otro mientras Viggo pasaba su brazo por detrás de la espalda de Semiramis.
Después de eso todo se mantuvo tranquilo hasta que Viggo le susurro algo a Semiramis y ella asintió. Viggo se levantó, ella se sentó dónde estaba él y Viggo se sentó dónde estaba Semiramis para quedar entremedio de ella y Scheherezade. Entonces estiro sus brazos hacia los lados y ambas se acercaron a él mientras miraban la subasta.
Cuando llego la tercera parte de la subasta, Viggo acercó una mesita a los asientos en donde estaban ellos y Semiramis empezó a colocar una serie de pepitas de todo tipo de minerales.
-Empieza con estos, por favor- dijo Semiramis señalando las pepitas de minerales en el extremo izquierdo más alejado de Viggo. Eran dos pepitas con una superficie gris, de superficie irregular, ya que el material no estaba procesado.
Al mismo tiempo, Hera y Scheherezade tomaron unos prismáticos y miraron directamente al escenario. La tercera ronda sería algo provechoso para ellas, ya que les permitiría obtener minas de minerales que les abrirían la posibilidad de mantener negocios más estrechos con Hephaestus y Goibniu. Durante todos los años los dos dioses de la forja luchaban por unos cuantos centenares de kilos de mineral para hacer acero de damasco. Así que, si ellas podían tener unas cuantas minas, serían de importancia para los dioses de la forja y por defecto, para el resto de Orario.
-La mina de Adamantita se mantiene intacta, no se ha modificado- dijo Viggo después de utilizar su clarividencia mientras sus ojos emitían un brillo dorado. Él dejo la pepita de mineral de adamantita gris en la mesa y tomo la de oro a su lado -tenemos un problema con la de oro. Alguien se ha acercado a la mansión de Vini y ha comenzado a explotar la mina. Son, algunos hombres lobos que parecen rufianes. Quizá en qué tipo de lio se metió ese enano-
-Ok, ese no es nuestro problema- dijo Semiramis -será el problema de alguien más, no la compraremos. Con la de adamantita nos podemos dar por satisfechos, pero si podemos obtener otras minas, será lo mejor-
-Entiendo- respondió Viggo y siguió revisando con su clarividencia el estado de las otras minas. En un principio, eran alrededor de treinta las posibilidades que se dieron, pero a medida que se acercaba la subasta, comenzaron a llegar personas y a saquear dichas minas. Parece que era el negocio: ofrecer una mina y después tratar de sacar la máxima cantidad de mineral posible para que cuando llegaran los dueños encontraran una mina saqueada o agotada. El hecho es que la ganancia se podía duplicar y nadie lo sabría. La misma diosa Hera se preguntó cuántas veces le hicieron a ella la misma jugada. Lo bueno era que ahora tenían a Viggo y todas esas artimañas, no valdrían de nada. Al menos, contra ellas.
La tercera parte llego a su climax cuando ofrecieron una mina de diamantes que la diosa Freya también quería comprar. Hera se había adjudicado la mitad de las propiedades que habían subastado, pero también quería esta. Ambas compitieron y se lo tomaron personal al punto de que Semiramis tuvo que levantarse en el palco, susurrarle algo a Hera y esta última asintió.
Semiramis miró al palco del lado izquierdo, donde Freya y Ottar estaban sentados con un elfo de pie por detrás de ellos. Semiramis levantó su mano y dijo -Freya, querida, podrías por favor-
La diosa Freya miró a la mujer de cabello negro, su socia, solo de palabra hasta este momento. Freya no era aficionada a otras mujeres, pero Semiramis le caía en bien y la reconocía como una mujer talentosa. Entonces pensó que podría haber una ganancia en dejar que ella se quedara con la mina. Puede que Viggo sosteniendo una enorme pepita metálica en la mano derecha tenga que ver algo.
Ottar, vestido con un frac, de cabello castaño y orejas de oso en la parte superior, le susurro algo a la diosa Freya y ella asintió.
-Está bien, querida- dijo Freya con voz melodiosa, con un tono de voz coqueto que reverbero por el teatro. Los hombres se sintieron atraídos por su voz mientras que las mujeres escupían a un lado del asco.
Semiramis asintió, le susurro algo a Hera y esta última asintió. Entonces alzo su mano y grito -mil millones un valis-
De esa manera la mina de diamantes alcanzo su máximo precio. El propietario estaba agradecido por el alto valor que alcanzo su propiedad. Él sabía que había diamantes en la mina, pero no pensaba que fuera para tanto. Sin embargo, esto era lo hermoso de la subasta, que la sola especulación y arrogancia de un dios, podía elevar el precio de algo normal por las nubes. Por otro lado, lo que el propietario no sabía era que su mina de diamantes como tal, no valía ni una décima parte de lo que estaban pagando. Sin embargo, ahí es donde entraba la clarividencia de Viggo. Había una capa de diamantes de unas cuantas capas de profundidad, pero lo importante estaba bajo eso. Había un enorme yacimiento de oro y otros minerales preciosos. Lo que generaría riquezas durante varias generaciones y los mil millones de valis solo representaban las ganancias del primer año.
La glamorosa humana martillera que ofrecía los artículos en el escenario asintió y hablo con un tono de voz fuerte -¿Mil millones un valis a las una? ¿Alguien da más?- solo hubo silencio. Solo Freya por un capricho se atrevería a antagonizar a la diosa Hera. El resto no estaban tan locos como para incomodar a la diosa con los aventureros de mayor nivel en todo Orario. La martillera en su escotado vestido rojo con brillantes hizo una sonrisa incomoda -Mil millones un valis a las dos…Mil millones un valis a las tres. Vendido a la distinguida diosa Hera-
Las ofertas de minas de minerales termino en silencio, con un sentimiento amargo en la boca de todos. El nivel de riqueza que manejaban algunos dioses era obsceno, sin contar que con esa riqueza seguían amasando más recursos ¿Había algún límite para su avaricia? ¿Para que querían más recursos si ya eran asquerosamente ricos? ¿Qué necesidades podía tener Hera? Su familia era numerosa, tenía los mejores aventureros, numerosas conexiones con nobles de otros reinos y una vasta cantidad de recursos. Una locura.
Hera y Semiramis dejaron a Viggo y Scheherezade descansar en el palco mientras ellas se dirigían al primer piso. Ambas estaban un poco ansiosas por reclamar de inmediato la tenencia de dichas minas. Una vez que llegaron a la sala de administración, tocaron la puerta y desde el interior un hombre en un traje de frac les abrió la puerta. La diosa Hera mantuvo la compostura y Semiramis imito sus gestos. Ellas entraron con un andar lento y elegante, asintieron en señal de saludo al hombre que les abrió la puerta y después miraron al fondo de la habitación. Un hombre canoso, de unos sesenta años estaba sentado detrás de un escritorio escribiendo con una pluma sobre unos papeles. Él había sido puesto por la guild para que administrara la subasta y llevaba más de veinte años supervisando dicho evento. Así que podía decir con facilidad cuando la diosa de mayor influencia en Orario quería algo.
-Deme un momento- dijo el hombre detrás del escritorio -ya casi termino-
-Gaspar, como siempre eres un hombre atento a los detalles- dijo Hera -me agrada eso de ti, pero podrías parar por unos segundos. Quisiera hacer una modificación-
Gaspar detuvo la pluma y miró a la diosa Hera. Ella seguía tan hermosa y distinguida como la conoció hace más de veinte años. Por otro lado, él se había llenado de canas, su rostro se había cubierto de arrugas, pero su anhelo por ella no había disminuido, incluso si ella fue la esposa de aquel dios de pacotilla o ahora era la esposa de aquel elfo que evitaban todos los dioses.
-Perdón- dijo Gaspar, se levantó de su silla e hizo una profunda reverencia, con la cual casi toco el escritorio con su frente. Después enderezo su espalda y quedó mirando a la diosa. Ella llevaba puesto un vestido gris con brillantes que, a pesar de su abultado estómago, la hacían ver elegante. Su cabello rubio y ojos celestiales le daban un aspecto sensual mientras que las pequeñas pecas encima de su nariz le daban ese toque tierno y tímido. Su mirada era coqueta, pero sin llegar a lo vulgar. Gaspar solo podía pensar en cómo la amaba y en si pudiera dar todo lo que tuviera por amarla durante un día, lo entregaría todo.
-¿De qué manera desea cambiar la documentación, dama Hera?- preguntó Gaspar mirándola a los ojos
Hera hizo una pequeña sonrisa que hipnotizo a Gaspar y le dijo -quiero que pongas como titular a Semiramis. Eso me ahorrara muchos asuntos, no te preocupes por la guild, ya está todo hablado con Uranos y cuando le presentes los documentos, él los aceptara-
-Yo- dijo Gaspar con cierta duda, pero asintió -entiendo, lo haré como usted indica- después miró a Semiramis y le pregunto -Semiramis Dragonroad ¿verdad?-
Semiramis estaba un poco sorprendida, porque si ella fuera otra podría desentenderse de Hera y decir que las minas de minerales eran suyas, pero lógicamente no lo haría. Había más ganancia para ella en una relación al largo plazo que al corto plazo. Sin embargo, no entendía la razón detrás de su nombramiento como dueña de dichas minas. Por lo menos había dos mil millones de valis en recursos, sin considerar la explotación futura de los minerales, lo cual lo subía a un estimado de diez mil millones de valis.
-Semiramis- dijo Hera con una sonrisa divertida al ver su expresión -Gaspar te está hablando. No te preocupes, ya hablaremos de esta situación. Tú solo sígueme el juego-
Semiramis asintió confundida, miró a Gaspar y dijo con seriedad -Semiramis Dragonroad-
-Entiendo- respondió Gaspar, tomo los documentos y los rompió para después echarlos a una papelera que tenía por debajo del escritorio. El tomo papeles nuevos y comenzó a redactar los documentos.