Viggo estaba mirando su reflejo en un gran espejo de cuerpo completo. Hoy vestía un traje formal, con su cabello rojo como la sangre, amarrado en una coleta. Por alguna razón, está visión de sí mismo le parecía extraña. Él llevó sus manos al cuello y se abrocho el último botón.
El tiempo transcurría a un paso acelerado y solo faltaba un mes para que Xiao viniera una vez más por Viggo y lo llevará para completar su entrenamiento con Kratos. Esto a su vez, le producía emoción y angustia. Semiramis solo tenía un poco más de tres meses de embarazo, pero él ya sentía la preocupación por la nueva vida. Si no fuera por Semiramis que lo regaña y le dice que la deje cumplir con sus tareas, él la tendría en la casa todo el día.
Por otro lado, Viggo deseaba volver a sus días de entrenamiento, ya que los encontraba mucho menos estresante que pasar todos los días aprendiendo una nueva disciplina. Ya llevaba más de cuatro meses aprendiendo a dibujar, a reconocer joyas, piedras preciosas y a confeccionar joyas. Adicional a eso, Aquiles lo había tomado bajo su tutela y le estaba enseñando a manejar el escudo para que Viggo se acostumbrará al escudo que le dio Kain. También estaba el tema de la pintura, que, habiendo superado la fase inicial del dibujo, Semiramis le había dicho que lo mejor era seguir progresando en las artes. Scheherezade también insistió en esto y le pidió un cuadro de Midgar, donde vivía el maestro de Viggo.
Al mismo tiempo que Viggo pensaba en estas cosas y no lograba ajustar su corbata y cuello en el ángulo que le parecía correcto, Scheherzade salió del baño vistiendo sus exóticas ropas. Lo único que le faltaba era utilizar su velo blanco semitransparente para aumentar el misterio. Ella, con sus ojos esmeralda y figura voluptuosa digna de una diosa del amor, avanzó contoneando sus caderas hasta detenerse al lado de Viggo.
-Déjame ayudarte- dijo ella con voz suave y melodiosa. Viggo asintió y levantó el cuello. Ella a su vez, tomo la corbata y la ajusto para que quedará en el ángulo perfecto -listo- añadió al final.
-Gracias- respondió Viggo ya más relajado
Scheherezade miró a Viggo de constitución firme y galante, de hermoso rostro varonil mientras su largo cabello amarrado en una coleta le daba esa aura salvaje. Ella sintió cierta picazón en su corazón y le dio un beso en los labios. Viggo sonrió más relajado y la tomo por la cadera. Le dio un beso mientras ella se colgaba de su cuello y se lo devolvía con el doble de pasión.
-¿Ara?- dijo Kiara desde la cama de la habitación. Ella estaba sentada desnuda, con sus grandes senos cayendo como dos grandes racimos de carne blanda y tentadora. Ella sonreía complacida al ver a sus favoritos encontrar el balance en la vida, entre el amor y el logro. Kiara continuo -creo que sería mala idea que Viggo arrugue su traje-
Scheherezade escucho la voz y relajo sus labios, poco a poco fue alejándose de Viggo mientras mostraba un hermoso rubor. Ella dio un paso atrás y le plancho la ropa a Viggo con sus manos -lo siento- dijo
-No hay nada que hacerle- respondió Viggo mirándola a los ojos -te ves tan hermoso que apenas si me puedo contener-
Scheherezade lo miró a los ojos y como siempre, Viggo la miró con esa pasión tan propia de él. Para Scheherezade, Viggo siempre era así, tan pasional en el campo de batalla como en la cama. Ella se podía imaginar a Viggo cerrando la tienda de joyas, haciéndola apoyar las manos en el mostrador y entrando en ella mientras las personas en la calle pasaban mirando por la vitrina mientras él la tomaba. Scheherezade se ruborizo de nuevo y miró al suelo.
Viggo soltó una risita astuta y la abrazó, Scheherezade levantó su rostro y lo miró a los ojos llena de expectativas. Sin embargo, Viggo solo le dio un beso en la frente y una nalgada. Ella soltó un gritito y le dio un puñetazo en el pecho con su delicada mano.
-Vamos, nos comprometimos a atender la tienda- dijo Viggo
-Sí- dijo Scheherezade en un tono mimado
Viggo volteó su rostro para mirar a Kiara aun sentada en la cama. Él camino hasta ella, se apoyó en la cama y acercó su rostro. Kiara le tomo el rostro con las manos y le dio un apasionado beso.
-Se te queda eso- dijo Kiara mirando al velador al lado de la cama
Viggo miró al velador y vio un collar con una extraña piedra azul con pequeños toques amarillos. Él volvió a mirar a Kiara y asintió. Le dio un último beso y después se movió a tomar el collar. Viggo se lo puso en el cuello y la hermosa piedra azul quedo colgando de una fina cadena.
Al mismo tiempo, Kiara soltó un suspiro y le hizo el gesto con su dedo índice para que él se acercará. Viggo se sentó en el borde de la cama mientras Kiara le desabrochaba los botones del cuello y le metía la piedra y la cadena por dentro de la camisa. Después le arreglo la camisa, la corbata y por último le dio un beso.
-Ahora vete, le prometiste algo a Semiramis- dijo Kiara con una sonrisa
-Ok, pero es una pena- respondió Viggo acercando su mano izquierda a la cadera de Kiara, subiendo por el estómago y sintiendo la delicada piel sobre las costillas hasta llegar a los enormes senos. Al mismo tiempo, ella también miró a Viggo en su traje y tuvo las ganas de romperle los botones de la camisa, desordenarle el cabello y montarlo hasta que estuviera conforme.
Sin embargo, ella negó a sus pensamientos y le dijo -nada de pena, hay cosas que hacer-
Viggo soltó un suspiro y asintió -lo entiendo, pero a la noche…-
Kiara le cubrió los labios con su dedo índice y le dijo -sabes que sí-
Viggo formó una placentera sonrisa, le dio un último beso y se levantó de la cama. Una vez que él llego a donde estaba Scheherezade, notó que ella se puso su velo blanco semitransparente y aumento aún más el misterio detrás de esos ojos esmeralda. Viggo la tomo de la mano, miró a Kiara y le dijo -nos vemos a la noche-
-Sí, nos vemos a la noche- respondió ella sentada sobre la cama con sus hermosos senos al aire. Viggo soltó un suspiro de solo mirar la carne tentadora. Él abrió la puerta y salió de la habitación.
Kiara solo había vuelto hace un par de días y trajo este extraño collar. Ella dijo que sería una forma de seguro para cuando Viggo fuera a donde su maestro y tuviera que luchar contra algún enemigo poderoso. Viggo desconocía que tipo de enemigo tan poderoso había para que Kiara se preocupara, pero si ella lo dice, debe tener alguna razón. Ahora, Viggo tenía que acostumbrarse a llevar el collar, ya que por lo usual no utilizaba ningún adorno más allá del grueso cinturón con la cabeza de león en su centró.
Por otro lado, mientras Viggo y Scheherezade avanzaban por el largo y elegante pasillo del segundo piso. Él iba cantando una de las tantas canciones que aprendió en la época que navegaba en altamar. Scheherezade a su lado elevó un poco la vista para mirar a Viggo y ver como el cantaba de buen humor. Su voz sanaba potente y alegre, casi como cuando navegaban y la brisa del mar ondeaba su largo cabello rojo.
-Tio, tio. Tio tio tinx…- cantaba Viggo el coro tratando de hacer sonar su voz lo más gruesa posible
-Te ves feliz- dijo Schehrezade
Viggo la miró mientras gesticulaba una audaz sonrisa y dijo -sí, me siento feliz-
-¿Eso quiere decir qué el resto del tiempo no estabas feliz?- pregunto Scheherezade inclinando su rostro y poniendo una expresión melancólica
Viggo sonrió ante la jugarreta y le dio un beso en los labios -siempre he estado feliz- dijo -pero siempre me pongo mucho más feliz cuando todas ustedes están a mi alrededor-
Scheherezade sonrió, se apegó a Viggo mientras avanzaban y recostó su mejilla en el hombro de Viggo -también estoy feliz si tu estas feliz- dijo ella con su hermosa voz.
Viggo sonrió mientras miraba el pasillo y los grandes ventanales que tenían vista al bosque que rodeaba la mansión. La luz del sol entraba en haces de luz que hacían resplandecer todo como si estuviera brillando con un aura divina. Entonces Viggo pensó por un momento que le gustaría ser como el sol, grande, alto, poderoso, que bendice con su presencia al mundo y gracias a su luz, es posible vivir y cultivar.
Una vez que Viggo y Scheherezade llegaron al comedor, encontraron a Semiramis sentada en el lado izquierdo de la larga mesa. Ella tenía una taza té a un lado mientras leía un grueso libro de actas. Semiramis ni siquiera los noto al entrar, así que hasta que Scheherezade se sentó a su lado y Viggo le acomodo la silla, los ignoro.
Semiramis apartó la mirada del libro y miró a su izquierda, donde se sentó Scheherezade -hola, pensé que llegarías un poco más tarde- dijo con voz afable
-¿Por qué íbamos a llegar más tarde?- pregunto Viggo acercando su rostro por el lado contrario al que ella miraba y dándole un beso en la mejilla. Semiramis dio un pequeño respingo y miró hacia Viggo. Entonces ella soltó un suspiro, lo miró a los ojos y sonrió. Viggo encontró los ojos de Semiramis más hermosos que nunca, con un brillo como el de las estrellas y una pureza sobrenatural.
-Hola- dijo Semiramis con una gran sonrisa y acercó su rostro. Viggo la beso en los labios, ella le respondió con la misma intensidad, pero cuando Viggo empezó a meter su lengua, ella le dio algunas palmaditas en las manos y se alejó. Semiramis se ruborizo y lo miró a los ojos -no es bueno, tenemos cosas que hacer- dijo
Viggo sonrió complacido al sentir esa sensibilidad en Semiramis. Parece que el embarazo la había vuelto una mujer más pasional y cualquier pequeño estimulo la hacía pensar en la cama. Viggo solo sonrió y se guardó para sí estas apreciaciones. Entonces él le dio un último beso y se sentó a la cabecera de la mesa.
Al poco rato llego Ester con un carrito metálico en el cual portaba todo tipo de manjares y varias teteras de greda finamente confeccionadas. Todo el desayuno se llevó en completa tranquilidad y una vez que terminaron, Semiramis, Scheherezade y Viggo se subieron a un lujoso carruaje; cortesía de Hera.
La verdad es que la alegría era inmensa, porque Hera también descubrió hace poco que estaba embarazada. Así que sintiéndose más feliz que nunca y empatizando con Semiramis, le regalo el carruaje que costó unos cien millones de valis. Hera le dijo en su momento "Pero cómo vas a viajar en ese carruaje (aludiendo a un carruaje que le facilito Hephaestus a Semiramis) déjamelo a mí, yo te ayudare".
Hephaestus se sintió algo ofendida por la actitud de Hera, pero ni Semiramis o Hera la tomaron en consideración y solo fueron felices. El carruaje estaba enchapado en madera negra lustrosa y bordes con molduras de oro. Los cuatro caballos que tiraban de la carrosa eran hermosos sementales blancos con una gran musculatura, parecían caballos de gigantes.
Por su parte, Semiramis iba sentada en las piernas de Viggo mientras él la abrazaba. Para Viggo, Semiramis se había vuelto una criatura adorable que solo se merecía sus cuidados y mimos. Bueno, salvo cuando ella hablaba de negocios.
-Viggo- dijo Semiramis
-Sí- respondió Viggo en un tono de voz suave mientras abrazaba el delicado cuerpo de Semiramis
-Empezaras vendiendo joyas-
Eso interrumpió todo el momento amoroso que Viggo creyó tener. El movió un poco su rostro para mirarla a los ojos y ella elevo la mirada.
-Si vamos a hacer esto juntos, debes aprender las cosas desde el principio-
Viggo la quedó mirando por un momento y después recordó lo estricta que era ella con los temas de negocios. Viggo solo pudo asentir y soltar un suspiro.