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Mundo Shinobi - Mundo impuro - 364

Eran las siete de la tarde y Kain despidió al último de los invitados a su cumpleaños. Hoy cumplía dieciséis años e invito a todos sus amigos y familiares a una comida. También aprovecho de mostrar a sus tres hijos (uno nació hace tres meses y los otros dos hace un mes).

Kain vio a Sakumo y Akane caminar de la mano por el jardín frontal y pasar por debajo de la puerta torii roja. Ellos miraron hacia atrás y movieron sus manos en señal de despedida.

En ese momento, era verano, el sol estaba en todo su apogeo en lo alto del cielo. Se veía potente, hermoso y brillante. El aire cálido llevaba el aroma a vegetación recién regada. Las flores y los árboles frutales a los lados del camino.

Kain vio a Sakumo y Akane desaparecer al doblar a la derecha y avanzar calle arriba por la avenida principal. Kain podía escuchar como Akane elogiaba a sus sobrinos y le preguntaba a Sakumo cuando ellos iban a tener el suyo. Por supuesto, Sakumo se ponía nervioso y respondía de forma positiva, pero con voz baja, como si le diera vergüenza hablar de esas cosas en la calle.

Kain negó ante la actitud de Sakumo, cerró la puerta corredera y se dio la vuelta. Entonces vio el pasillo interno de la casa. Había un amplio espacio que antecedía al pasillo, donde la gente dejaba sus sandalias y zapatillas shinobi. Después venía el amplio pasillo que lo llevaba al interior. El suelo era de madera barnizada y lustrosa. Las paredes blancas con estanterías a los lados, pergaminos y pinturas pegadas a la pared.

Kain avanzó, iba descalzo. Alcanzó el borde del pasillo y subió al pasillo. Avanzo a paso lento mirando al fondo del pasillo y viendo como la luz entraba por la puerta de corredera abierta al fondo. Una vez que alcanzó los estantes, miró los pequeños cuadros de las personas que habitaron esta casa en algún momento. Había muchos cuadros de Hashirama, Mito y su hijo. Prácticamente, Mito tenía una estantería con puerta de vidrio con todas las pinturas de su hijo. Desde que nació, creció, hasta que se fue. Era extraño, parecía que Mito las había puesto en secuencia, porque a medida que avanzaba la edad de Minoru Senju, más aumentaba la distancia entre él y sus padres. Era el tipo de persona que odiaba ser comparado con sus padres. Bueno, era entendible. Minoru Senju era un shinobi promedio, nunca podría igualar al dios shinobi. Además, él no había heredado ninguna de las habilidades de sus padres (Ni capacidad para los sellos, ninjutso o taijutsu, en donde Mito y Hashirama se destacaban con más fuerza) Era un milagro que no haya nacido como un niño sin chakra.

Kain continúo caminando por el pasillo. La puerta que daba al patio trasero estaba abierta, a más de veinte metros de distancia. Dejaba entrar la increíble luz del sol y aire fresco que venía del bosque, en la parte trasera de los terrenos. Kain sonrió al escuchar a su Hashirama llorando desde la habitación de Rei-chan.

Al mismo tiempo, desde el patio exterior se escuchaban los gritos de Nawaki protestando contra Kiyomi porque siempre lo alcanzaba. También estaban Tsunade a su lado quien le decía a Nawaki que no fuera un mal perdedor. Por último, el pequeño zorro Kurama estaba sentado en sus cuartos traseros mientras miraba a los niños jugar.

Kain llegó al cruce de pasillo y se acercó a la habitación de Rei. Su hijo lloraba como si alguien lo estuviera matando, pero seguro que lo estaban lavando o algo por el estilo.

—Rei-chan— dijo Kain —soy Kain ¿Puedo pasar?—

—Sí, Kain-sama— respondió Rei desde el interior

Kain abrió la puerta corredera y encontró a Rei al borde de su ingenio, con los hermosos ojos azules en un estado acuoso. Al mismo tiempo, Tsubaki tomaba a hijo de Rei y lo acostaba en una toalla mientras el pequeño lloraba.

—Tranquila, Rei-san— dijo Tsubaki, tenía las mangas recogidas mientras envolvía al bebé en una toalla blanca y esponjosa —esto es solo una reacción superficial. No es como si algo le estuviera pasando de verdad—

Rei-chan asintió.

Kain las quedó mirando desde la puerta de la habitación y vio todo el procedimiento. Tsubaki ya había sido madre de dos, así que tenía mucha experiencia en comparación con Rei-chan, quien era madre primeriza.

Una vez que se calmó el bebé de Rei, Kain se acercó, se sentó en posición de loto y quedó mirando al pequeño sabio rey mono. Aquel bebé tenía el cabello castaño oscuro y los ojos azules igual que Rei. Era bonito y saludable. Se veía normal por fuera y por dentro…había vuelto a ser normal.

Kain examinaba a su hijo y al ver que Tsubaki termino de mudarlo, extendió sus manos.

—Las manos, Kain-sama— dijo Tsubaki con seriedad

Kain sonrió, se acercó a una fuente con un poco de agua limpia, se lavó las manos y después volvió a pedir a su hijo. Tsubaki lo entrego, le fue explicando como tomarlo, pero Kain se enfocó más en su hijo. El pequeño estaba vestido con un pequeño kimono verde pasto que dejaba sus piernas rechonchas al descubierto. Hacia bastante calor y estar muy arropado lo haría traspirar, lo cual a la larga sería malo.

Kain acurruco a su hijo entre sus brazos y lo miró a la cara. Lo examino de pies a cabeza, estaba completamente saludable, pero en algún punto del nacimiento, perdió toda la energía natural con la que había nacido ¿Por qué sería? Se preguntó Kain. Este último le acaricio las suaves mejillas a su hijo y sonrió complacido con su apariencia. Si hubiera conservado su energía natural, hubiera sido un poco difícil explicarles a las personas como su hijo era peludo como un mono dorado con una cola. Porque sí, cuando nació este pequeño, fue el caos y la locura. Solo había pasado un par de minutos desde el asombro de recibir a un bebé tan extraño que todo el mundo bajo la guardia. Sin embargo, el bebé era tan fuerte en ese momento que pudo salir caminando en sus cuatro patas y saltar de lado a lado, subirse a las vigas del techo y cosas así, una completa locura. Lo único bueno fue que Kain lo pudo atrapar y a la hora siguiente, el bebé volvió a la normalidad.

—¿Qué estás planeando pequeño?— preguntó Kain con una sonrisa en los labios.

El bebé lo miraba de vuelta con esos hermosos ojos azules mientras mostraba una sonrisa resaltando sus encías rosadas.

—Mmm, huelo travesuras— dijo Kain, miró un poco más allá y vio el pañal del bebé con el excremento —no, creo que no son travesuras, solo es tu esencia natural—

El bebé estiro sus pequeñas manos como si quisiera tocar el rostro de Kain mientras sonreía.

—Kain-sama, es hora de darle su comida a Hashirama— dijo Rei-chan

Kain miró a su joven esposa que solo era un par de años mayor que él y sonrió. Hashirama, así le había puesto a su hijo mayor, al primero de los tres. Aquel que era la reencarnación del sabio rey mono. A Kain no le importaba de donde venia, solo sabía que lo amaría. Por eso le había dado a este bebé el nombre de la persona que más admiro Kain en todas sus reencarnaciones.

—Bien— dijo Kain, miró a su hijo y le dijo —ya escuchaste a tu okaa-sama, a comer, no creo que sea un mal trato para ti ¿Verdad?—

El bebé miraba a Kain con una sonrisa en los labios.

Kain lo entrego a Rei y ella se abrió el kimono para alimentarlo.

Por otro lado, Tsubaki quien estaba ayudando a Rei, ahora miraba a su propio hijo. El menor de los hijos de Kain, un Uzumaki hasta la medula. Tenía el cabello más rojo que hubiera visto Kain, incluso más rojo que el de Viggo, en su vida anterior. El bebé era demasiado grande. Se podría decir que casi mato a su madre, cosa de la que culparon a Kain, ya que este último, con solo dieciséis años, ya medía 1.8 metros de estatura.

El bebé de Tsubaki era pelirrojo como los Uzumaki, pero había nacido perezoso como solo él podía ser. Incluso si su hermano Hashirama estaba llorando, el bebé siguió durmiendo.

Al mismo tiempo, Tsubaki miraba a su hijo y le acariciaba su cabeza con finos cabellos rojos. Él era grande y robusto. Solo tenía un mes de vida, pero medía sesenta centímetros, como si tuviera tres meses de vida.

—Me preguntó si será igual de perezoso cuando crezca— murmuro Tsubaki, su hijo era tan tranquilo que ni siquiera daba problemas. La mayor parte del tiempo la pasaba comiendo o durmiendo. Solo se despertaba cuando Kain pasaba cerca de él, como ahora.

—Hola, muchacho— dijo Kain caminando en sus rodillas.

El pequeño pelirrojo Uzumaki se despertó y miró a Kain.

—Vamos ¿Qué pasa, Mugen?— preguntó Kain —papá vino a verte. Quiere ver lo grande que te has puesto—

El bebé miró a Kain desde el suelo, donde estaba acostado sobre una manta mientras llevaba un pequeño kimono azul.

Kain lo levantó por la nuca y la parte posterior de las rodillas, lo fue acomodando y lo levanto. El bebé tenía una mirada melancólica. Kain lo acurruco y lo miró a los ojos. Tenía el cabello rojo como su madre, pero en lugar de heredar los ojos verdes de los Uzumaki, tenía los ojos azules como Kain.

—No pasa nada, Mugen, padre está aquí, te cuidara pase lo que pase— dijo Kain

El bebé lo quedó mirando. Era joven, apenas un mes, pero había inteligencia en su mirada. No la astucia infantil de Hashirama, pero la inteligencia de un niño regañado. Esa mirada era bastante triste.

Kain no recordaba a un niño así de triste en sus otras vidas. Hashirama (hijo de Rei) y su hermana (la hija de Aoi) eran felices cuando estaban con él.

Kain acaricio las mejillas con cuidado y le beso la frente a Mugen —todo va a estar bien desde ahora, te lo prometo— susurro para el bebé. Este último lo quedó mirando con ojos acuosos, no lloro, pero tampoco mejoro su expresión.

Kain soltó un suspiro, sonrió, lo abrazo con la suficiente fuerza para decir que fue un abrazo apretado, pero con la suficiente sutileza como para no hacerle daño. Kain lo devolvió con Tsubaki y dejo que ella lo alimentara.

Kain se despidió, salió de la habitación y cerró la puerta corredera. Avanzó hacia la puerta corredera que estaba abierta y daba al patio trasero mientras escuchaba a Nawaki, Kiyomi y Tsunade. Los tres reían y a pesar de que Kiyomi y Tsunade ya tenían once años, disfrutaban jugar con Nawaki de seis años.

Kain salió al corredor que bordeaba la casa y vio el amplio patio trasero cubierto de pasto. Nawaki tenía seis años y era más pequeño que Tsunade o Kiyomi. Él corría con inocencia tratando de alcanzar a Tsunade y Kiyomi. Por otro lado, el pequeño zorro Kurama de pelaje naranja los miraba desde el pasillo que rodeaba la casa.

Al mismo tiempo, Kain los quedó mirando y empezó a divagar en sus pensamientos. El nombre de todas las cosas era un nuevo concepto que había aprendido a través de Mugen. No sabía si era como el karma, una fuerza invisible como la gravitacional que atraía las cosas, caminos o destinos. Sin embargo, Kain espera que, con el pequeño cambio en el nombre del muchacho, haya un verdadero cambio. Incluso si Viggo era la encarnación de la guerra en su otra vida, al dañar su alma y adquirir otro nombre, fue diferente, un poco revoltoso, pero nunca alguien belicoso que se alegrara en la batalla. Al contrario, él amaba la paz, era habilidoso con las artes, sobre todo en la pintura. Si no hubiera sido por el destino del mundo, de Ottar y Bell, puede que Viggo nunca hubiese tomado tales responsabilidades como ser el rey de los dioses.

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