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Mundo Shinobi - PGM - 167

Hiruzen se despertó por la madrugada, sintiendo frio y dolor corporal. La tristeza y el miedo habían pasado y después de tener un largo descanso se sentía un poco mejor. Así que se sentó en el borde de la cama y miró las muletas apoyadas en una mesa. Él se levantó y camino hasta las muletas, pero cuando las iba a tomar, detuvo su mano y pensó que tenía pleno control de su cuerpo, así que ya no las necesitaba. Por lo tanto, las dejo donde estaban y salió de la carpa. Miró a los guardias y los saludo inclinando su cabeza. Los guardias correspondieron el gesto con una profunda reverencia.

Hiruzen vio el cielo cubierto de nubes mientras caían los copos de nieve, manteniendo así las bajas temperaturas. Después miró los alrededores; la cantidad de shinobis disminuyo porque era demasiado temprano, pero la gente seguía ayudando en todo tipo de tareas.

-¿No ha pasado nada mientras dormía?- pregunto Hiruzen

-Nada señor- respondió uno de los guardias. Hiruzen asintió y pensó en ir al centro de mando para poder obtener un mejor estatus de la situación actual. Ahí estarían al tanto del más mínimo movimiento -gracias por su duro trabajo- dijo y comenzó a caminar mientras escucho a su espalda un "Sí" de parte de los dos guardias miembros de su clan. Hay muchas cosas que le molestan a Hiruzen de su padre, pero si hay algo que valora, es que le enseño a siempre proyectar una actitud rebosante de confianza. No por él, si no por los otros. Si el líder del clan está seguro de sí mismo, los miembros del clan también se sentirán seguros y eso generará alivio en los corazones; aunque sea solo momentáneo.

Hiruzen avanzo por el campamento mientras la nieve crujía bajo sus pies y la brisa transportaba el frio. Una vez que entro al centro de mando, solo encontró al anciano Hideki Hyuga. El anciano de cabello cano, arrugas en su cara y ojos pálidos, se dio cuenta de inmediato de su llegada e inclino su cabeza en señal de saludo.

-Espero que Hiruzen-sama haya tenido un buen descanso- dijo Hideki

Hiruzen hizo una sonrisa incomoda, pero asintió -sí, se podría decir- dijo -ahora me siento mejor y en control ¿Alguna novedad?-

-Sí, Hiruzen-sama- dijo Hideki -hokage-sama envió una carta para usted-

-¡¿Por qué no me despertaste?!- pregunto Hiruzen preocupado

-La carta solo llego hace unos minutos-

-Ok, en ese caso, dámela- respondió Hiruzen con esperanzas

-Sí, de inmediato-

Hideki fue a un gran cofre con un sello de papel en lugar de cerradura, realizo algunos sellos de mano y el sello de papel se soltó para que el cofre pudiera ser abierto. Entonces Hideki abrió el cofre, saco el sobre y después se lo tendió a Hiruzen. Este último lo tomo y Hideki volvió al cofre para realizar la misma seguidilla de sellos y restaurar el sello de papel para que nadie pudiera abrir el cofre.

Por su parte, Hiruzen abrió el sobre y solo encontró ordenes de parte de Tobirama, ninguna consideración ni palabra de aliento. Después de todo, su sensei era ese tipo de hombre; frio y directo.

<<No te preocupes por los shinobis de Iwa, solo avanza hasta el territorio de la nación del Trueno y mantén tu posición. No es necesario que te adentres demasiado en la nación del Trueno.

Tobirama.>>

-¿Con qué motivo?- murmuro Hiruzen sin entender la razón detrás de semejante orden. Los shinobis de Iwa prácticamente le estaban pisando los talones y Tobirama les pedía que abandonaran el fuerte que les proporcionaba seguridad y una posición estratégica. Hiruzen tomo una profunda respiración y pensó en Danzo "sensei no nos hubiera enviado a morir en esté lugar. Estoy seguro de que hay algo más". De seguro su amigo conocía mejor a su sensei que él. El propio Hiruzen no tenía idea de que planeaba.

-Hideki-san- dijo Hiruzen levantando su rostro y mirándolo a la cara -una vez que se despierten los lideres de clanes, llámalos, tenemos una reunión urgente. Debemos avanzar al país del Trueno-

-¡¿Qué?!- pregunto Hideki con un rostro preocupado

-Hokage-sama a dando la orden, Hideki-san- dijo Hiruzen con un tono de voz firme

-Entiendo…Hiruzen-sama-

Hiruzen asintió y salió del centro de mando y fue a ver a su amigo Danzo, quien estaba en un extremo del campamento rodeado por las tiendas de sus subordinados. Diferente de Hiruzen quien tenía a su clan, Danzo tuvo que buscar la asistencia de los pequeños clanes o shinobis solitarios que pertenecían a clanes extintos.

Al llegar a la carpa de Danzo, Hiruzen se encontró con dos guardias que fruncieron el ceño al verlo, pero de todos modos hicieron una reverencia de 90°.

-¿Está Danzo?- pregunto Hiruzen

Los guardias enderezaron sus espaldas y asintieron sin decir palabra. Ellos se hicieron a un lado y dijeron -adelante-

-Gracias- respondió Hiruzen, después avanzó y entró en la carpa para encontrar a Danzo tumbado en la cama. Su rostro se veía sereno, pero Hiruzen no entendía porque no se sentaba para recibirlo y poder conversar en una mejor posición -¿Qué sucede?- preguntó

Danzo miró hacia otro lado mientras fruncía el ceño. Hiruzen acercó una silla al lado de la cama y se sentó.

-No puedo moverme- murmuro Danzo

-¿Qué?- pregunto Hiruzen confundido -¿Cómo? ¿Qué te paso?-

Danzo negó y continuo -mis músculos no me responden. Primero fueron las piernas, después las manos y ahora todo el cuerpo. Me duele cada parte de mi cuerpo ¿Me preguntó si esos shinobis de Kumo tenían algún veneno?-

-Déjame ver- dijo Hiruzen

-Adelante, de todos modos, no puedo negarme-

Hiruzen soltó un suspiro y levantó la frazada. Después llevo sus manos al brazo derecho de Danzo, levantó la manga y vio que tenía las venas del brazo hinchadas, como si fueran a explotar. Hiruzen le toco el brazo y noto que los músculos estaban tan duros como las piedras. Esto no era veneno ni nada parecido, era nerviosismo y terror a un nivel extremo.

Hiruzen se levantó, salió de la carpa y después entró.

-¿Qué pasa, Saru?- preguntó Danzo

Hiruzen hizo una pequeña sonrisa y dijo -tus músculos están agarrotados, solo eso-

Danzo quedó mirando a Hiruzen con un rostro lleno de incredulidad. Hiruzen soltó una risita y Danzo miró en otra dirección mientras se ruborizaba.

-No tienes nada de qué avergonzarte, amigo mío. Los dos casi morimos de forma patética- dijo Hiruzen con un tono de voz reconciliador -a pesar de que recibimos el entrenamiento de sensei, fuimos tratados como unos inútiles-

Danzo se mordió el labio y comenzó a derramar lágrimas en silencio. Hiruzen habiendo pasado por el mismo miedo, le dio la espalda para no mirarlo. Llorar porque tienes miedo es algo natural, pero algo que mancilla tu honor como guerrero. Al menos, así los criaron a ellos. Sin embargo ¿Qué saben los viejos shinobis de sentimientos? Ellos vienen con otras nociones a esta nueva Era instaurada por el dios shinobi. Para empezar, esta guerra ni siquiera debería haber sucedido.

-Señor, ya trajimos lo que nos pidió- dijo el guardia fuera de la tienda

Hiruzen se levantó de su silla y respondió -ya voy, espérame afuera-. Entonces él salió de la carpa, recibió una tetera con agua caliente y hierbas medicinales. Después entro de nuevo a la carpa y encontró a Danzo mirando el techo y mucho más recompuesto.

Hiruzen se sentó en su silla, busco un vaso en una mesa cercana, vertió el agua, las plantas y las dejo reposar. Después miró a Danzo y le pregunto -¿Te sientes mejor?

Danzo asintió.

Hiruzen hizo una sonrisa amigable y dijo -hace mucho, mucho tiempo que no lloraba. Si te soy sincero, la última vez que llore, fue cuando mi padre nos castigó por romper un jarrón que le había regalado el Daimio del país del Fuego-

-Tú tuviste la culpa- dijo Danzo con un rostro molesto -y yo me gane unos buenos varillazos por tú culpa-

-Bueno, sí, pero te pedí perdón-

-Tu siempre nos metías en problemas-

-De esa manera era más divertido- respondió Hiruzen soltando una risita

Danzo volteó su rostro para mirarlo a la cara y su aparente enojo se suavizo un poco. Después asintió y miró hacia otro lado.

-No te preocupes, Danzo, esto pasará y volveremos a estar bien. Lucharemos y venceremos. Y si te sientes mal, siempre puedes venir a conversar conmigo. Antes que ser discípulos y rivales, fuimos amigos ¿te acuerdas?-

Danzo abrió la boca para rebatir aquellas palabras, pero solo pudo recordar en su mente la imagen de Hiruzen y él riendo totalmente despreocupados. Danzo asintió, pero no agrego palabras.

Después de un tiempo, Hiruzen reviso el estado de las plantas y estas habían tornado el agua caliente de un color verdoso. Hiruzen lo revolvió, saco las hierbas y solo dejo la infusión. Después le acercó el vaso a Danzo, este último abrió la boca y Hiruzen le dio el té.

-Es amargo como la misma mierda, no lo escupas- dijo Hiruzen con una sonrisa incomoda

Danzo frunció el ceño, pero tomo el agua amarga. Después de beber toda la infusión, Danzo tosió y dijo -nunca he comido mierda para saber si es amarga o no. Pero sí, esto es lo más amargo que he probado en mi vida-

-¿Verdad?- respondió Hiruzen soltando una risita. Después dejo el vaso sobre la mesa, reviso su bolsa y saco una larga pipa de unos treinta centímetros. Le coloco tabaco en la punta, se acercó a una vela en un mueble y prendió el tabaco. Después volvió a su asiento y miró a Danzo -sensei quiere que avancemos a la nación del Trueno- dijo

-¡¿Qué?!- grito Danzo asustado y comenzó a toser

-Tranquilo, tranquilo, no es urgente. Al menos, la carta no lo dice. Esperaré a que estes en tu mejor condición y avanzaremos. Liderar un ejército de dos mil shinobis no es fácil-

-Eso, no, es- continuo Danzo hablando entre medio que tosía –aquí estamos a salvo. Es una locura-

-Lo mismo pienso yo y por la expresión de Hideki-san, también piensa lo mismo. No sé a lo que sensei está jugando, pero es un juego demasiado peligroso-

-¿Y los shinobis de Iwa en nuestra retaguardia?-

-Dijo que los ignoráramos y avancemos. No es necesario que nos adentremos demasiado en la nación del Trueno. Solo debemos mantener nuestra posición. A lo mejor sensei tiene alguna solución a todo esto. Una forma de ponerle fin a esta guerra sin tener que seguir derramando sangre-

-Sé que sensei siempre piensa un paso por delante de nosotros, pero esta vez tengo miedo- dijo Danzo

-Yo también- respondió Hiruzen sin poder discernir que era lo que tramaba Tobirama. Hiruzen solo participo una vez en una misión secreta donde pudo ver la oscuridad de su sensei, pero fue más que suficiente para saber que Tobirama jugaba juegos muy peligrosos. Un paso en falso y todos lo atacarían a él. Sin embargo, mientras nadie pueda seguir sus movimientos, Tobirama hará luchar a sus enemigos entre sí y una vez debilitados, vencerá con la mayor eficiencia. Para bien o para mal, Tobirama era alguien que siempre ganaba.

-Saru ¿Qué me diste?- pregunto Danzo

-Relajante muscular, es fuerte ¿Ya sientes los efectos?- pregunto Hiruzen con la pipa en la boca mientras soltaba una bocada de humo y sonreía

-Maldición, me hubieras dicho de…- dijo Danzo, pero cayó dormido antes de que siquiera pudiera completar sus palabras.

Hiruzen lo arropo hasta el pecho y le dijo -te conozco, eres testarudo como una mula, si te digo, seguro que no lo bebes, idiota-. Después se levantó de su asiento, tomo la pipa con una mano y soltó una larga bocanada de humo -descansa, lo vas a necesitar-

Entonces Hiruzen salió de la carpa de Danzo y les dijo a los guardias -el comandante está descansando. Estaba un poco enfermo, así que le di medicina. Mantengan la guardia y no lo molesten en cuatro o cinco horas. Si pasa algo urgente, pueden ir a buscarme a mi carpa-

-Sí- respondieron los dos shinobis

Hiruzen asintió con una sonrisa y llevo su pipa a la boca. Después llevo sus puños detrás de su espalda y camino como si fuera un anciano, con la espalda un poco encorvada.

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