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Me levanté por el timbre del teléfono, según abrí mis ojos me encontré en el pecho de Akira. Me sorprendí al tenerlo tan de cerca. Miré alrededor buscando al bebé, pero no estaba ya en la cama. Me quedé mirando a Akira sin moverme, sabía que si hacía un movimiento, por más pequeño que fuera, él se despertaría y no quería eso. Hace mucho no lo veo dormir, es extraño que no haya despertado por el sonido del teléfono. Por más años que pasen lo sigo viendo de la misma manera. Adoro verlo dormir, aunque sea por unos instantes. ¿Por qué tiene que ser tan lindo y tan malvado a la vez? Me quedé contemplando su lindo rostro por un tiempo. Como extraño esos pequeños momentos con él. Sentía esas malditas ganas de besarlo, pero sé que no debo. Eso quise repetirme en mi mente, pero mi cuerpo deseaba otra cosa. Deseaba probar esos labios que por tantos años he amado; quería probar sus suaves y delicados labios, pero sin ser a la fuerza como siempre hace. Lo deseé tanto que terminé haciéndolo. No sé de dónde saqué las fuerzas, pero lo hice. Me dejé llevar por el deseo y por haberlo visto tan indefenso. Sentí la mano de Akira cuando la puso detrás de mi cabeza y correspondió mi beso. Dejé escapar un suave gemido al sentir su inesperada respuesta al beso, me sentí tan avergonzada que lo empujé.  

—Tardaste demasiado, corderito — esbozó una sonrisa de satisfacción.

—Imbécil, ¿Estabas haciéndote el dormido todo este tiempo?

—¿Y tú qué crees? Esto no me lo perdería por nada del mundo.

—No volveré hacerlo.

—¿Por qué? No creo que por besarme estés pecando, si eso es lo que tanto te preocupa.

—No he pensado eso.

—Entonces, ¿Por qué no me vuelves a besar?

—¿El doctor vino? — pregunté tratando de evadir el tema.

—Sí, pero no me cambies el tema. ¿Qué te cuesta besarme? Si te prometo que no llegaré más allá, ¿Lo harías?

—¿Por qué insistes tanto?

—Responde.

—¿No confundirás las cosas?

—No, ¿Lo harías?

—¿Por qué preguntas tanto? Parece que estuvieras pidiendo permiso y no es normal eso en ti.

—Tu estás evadiendo la pregunta, supongo que es un no. Me voy a la empresa. Mañana temprano quiero que tengamos una reunión para preparar una fiesta, te daré los detalles mañana— se sentó en la cama.

Sentí la necesidad de evitar que se fuera, y lo abracé de espalda. Sentía tanta vergüenza dentro de mi, pero de alguna manera no quería que se fuera.

—Solo uno— murmuré temblorosa, y Akira se giró hacia mí, dándome un beso en la mejilla.

—¿Así?— preguntó sonriendo.

—¿A eso llamas un beso?

—Sabes muy bien que no, corderito.

Esta vez me besó en la boca y con tanta pasión que olvidé todo a mi alrededor, puse mis brazos alrededor de su cuello y Akira se giró por completo hacia mí.

—¿Solo uno?— preguntó Akira agitado.

Estaba consciente de que si seguía  provocándole, él no iba a detenerse y de alguna forma no quería que se detuviera. Lo besé respondiendo su pregunta. Se subió sobre mí y continuaba besándome, con tantas ganas que provocaba que mi cuerpo se estremeciera a su antojo. Acarició mi muslo y se acomodó entre mis piernas. Sus besos eran cada vez más apasionados, no podía pensar en nada más que él. A pesar de ser solo besos, mi cuerpo estaba ardiendo. Podía sentir su erección en mi entrepierna, sé qué debía estar controlando sus ganas, no era difícil notarlo, pero me sujetó ambas manos y se detuvo.

—Nos veremos en la oficina mañana— me dio un beso en la frente y se levantó de la cama.

—Akira… —le llamé, pero salió del cuarto sin decir más.

Me acerqué a la cuna, pero el bebé no estaba. Busqué a la empleada y me dijo que Akira se lo había llevado luego de que el doctor lo atendió y no me dijo nada. Subí a mi cuarto. No podía aguantar este calor que sentía dentro de mi. Jamás me había sentido así antes. Será mejor que me dé un baño con agua fría para que se me pase. Solamente tocar mi cuerpo me hacía sentir escalofrío, jamás me había tocado yo misma, pero sentía la necesidad de hacerlo. Ni siquiera el agua fría había calmado ese calor que Akira provocó en mi. ¿Por qué tengo que sentir esto?

Cuando salí del baño, busqué mi teléfono y tenía una llamada perdida de Kaori. La llamé de vuelta, pero no respondió. Le envié un mensaje de texto y me respondió al rato. Al menos todo está bien por allá. Desearía que no estuviera tan desconectada de mi. Me hace recordar cuando estaba en una situación similar con mi madre.

A la mañana siguiente

Me dirigí a la oficina y ya me estaban esperando en la sala de conferencia.

—¿Solo seremos los tres?— pregunté, al ver que solo Kanji y Akira estaban presentes.

—Sí, es algo que debemos hablar entre nosotros— respondió Akira.

Me senté en la silla esperando que Akira hablara, ambos cruzamos mirada y recordé lo de ayer y sentí mucha vergüenza.

—¿Para qué quieres organizar una fiesta?— le pregunté a Akira.

—Necesito que corra la noticia de mi regreso. 

—¿Para qué? — preguntó Kanji.

—Mis hermanos están más cerca de lo que creemos, y si se enteran de dónde estoy, vendrán a buscarme.

—¿Piensas poner en riesgo a Leiko otra vez?— preguntó Kanji molesto.

—No, su atención está puesta en mi.

—¿Por qué quieres mezclar tus problemas personales con el negocio? Ese problema puedes resolverlo de otra forma donde no sea tan arriesgado.

—Parece que se te ha olvidado el acuerdo que tenemos, Kanji— añadió Akira.

—¿Cuáles son tus planes, Akira?— le pregunté.

—Solo quiero llamar la atención ¿y qué mejor manera de hacerlo, si no es apareciendo en un lugar público?

—Te estás arriesgando demasiado— le dije.

—Todo va a salir de acuerdo a mi plan, Leiko.

Akira se veía seguro de sí mismo, y no quería interferir en sus planes, pues sé lo importante que es para él. Quiero ayudarlo a quitarse esa carga de los hermanos.

—Cuenta con eso, Akira.

—No estoy de acuerdo— dijo Kanji molesto.

—¿Por qué?— le pregunté.

—Regresas para usarnos para tus planes, Akira. No voy a permitir que vengas arriesgar lo que por años hemos construído, solo por tu venganza. Si quieres matar a tus hermanos, házlo en otro lugar donde no involucres ni a Leiko, ni mucho menos el negocio.

—Cumplí mi parte, ahora te toca cumplir la tuya—añadió Akira.

—Me niego— repitió.  

—Leiko es quien lo decide, la empresa es de ella— comentó Akira.

—La estás usando para tu sucio plan, Akira. Podrás engañarla a ella, pero a mí no— contraatacó Kanji.

—Que interesante. ya que hablamos de engaño, ¿Por qué no le cuentas tus verdaderas razones detrás del proyecto del centro, digo, si vamos hablar de suciedad, eres el primero al que debemos sacarle la porquería. No te quieras hacer el santo ante los ojos de mi mujer, cuando eres igual o peor de sucio que yo, ¿No es así? —  esbozó una media sonrisa llena de malicia.

—¿De qué está hablando Akira, Kanji?— Kanji se quedó en silencio, mirando fijamente a Akira.

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