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—¿Se encuentra bien, Señorita?

—Sí, lo estoy. Gracias por haber interferido, aunque lo más probable tengas problemas ahora con Akira.

—No podía permitir que sucediera eso. Permítame ayudarle—me ayudó a levantar.

—Llévame a la casa, por favor.

—Como ordene, señorita.

Dio el día de la operación de mi madre. No había visto a Akira en la oficina, ni por ninguna parte. Le he dejado el espacio que quiere, sé que cuando está molesto siempre hace lo mismo, y estoy consciente que lo mejor es dejarlo solo. No puedo negar que siento las ganas de correr a su lado y besarlo. Quisiera arreglar las cosas con él, aún sabiendo que él fue quien se pasó de la raya.

El médico nos informó que la operación fue todo un éxito. Me encontraba muy feliz de saber que mi madre pudo salir de esta. La recuperación será algo larga, pero lo importante es que está bien.  No podré abrazarla como quiero o estar ahí cuando despierte por más que quiera hacerlo. Saber que valió la pena todo lo que hicimos, me hace inmensamente feliz. No había dormido bien anoche por lo de la operación, y la falta de Akira. Si supiera dónde está, iría a buscarlo.

—Gracias por hacer esto posible — me dijo Mr. Jefferson.

—Es mi madre, haría esto y más por ella.

—Debes descansar, lisa. Te ves muy cansada.

—Ya me iré  Cuide bien de ella, así como hasta ahora lo a hecho. No sabes lo agradecida que estoy contigo.

—Es mi esposa, claro que la cuidaré. ¿Dónde está Akira?

—En la oficina atendiendo unos negocios — sonreí, fingiendo estar bien.

—Ya veo.

—¿Akira le ha comentado sobre sus hermanos?— se quedó en silencio unos segundos y luego habló.

—¿Por qué la pregunta?

—Quiero que todo esto se termine de una vez, Mr. Jefferson. Estoy cansada de seguir con esta vida tan dura que nos ha tocado vivir.

—Mi hijo te está causando problemas, ¿Verdad?

—Los problemas siempre han estado, y no aguanto esto más —la presión que sentía en el pecho, hizo que estallara en llanto—. Estoy desesperada, Mr. Jefferson. Quiero que todo esto termine y poder vivir una vida junto a Akira normal y nuestros hijos. Tener que salir a la calle con miedo a lo que vaya a suceder, tener a nuestros hijos encerrados por el simple hecho de no sentirnos seguros, tener que huir cada vez a quien sabe que lugares, solo por evitar que nos maten. No quiero esto más. Me duele esto que está ocurriendo, ¿Por qué nadie puede entenderlo?

—Lisa… —me abrazó—. Akira ha sido muy terco en arrastrarte a esto. Se lo advertí tantas veces y esto es lo que provocó. Ya no hay marcha atrás. No sé qué puedo decirte, no soy quien para juzgarlo, pues yo tampoco soy un santo.

—No lo eres, y él mucho menos, pero ¿Por qué no podemos terminar con esto de una vez y por todas? ¿Por qué él no me deja ayudarle? Yo quiero serle de utilidad, quiero ayudarlo para que salgamos de esta juntos, pero no quiere aceptarlo, solo quiero que termine.

—Sé lo preocupada que debes estar, pero sé que hasta que Akira no termine con sus hermanos, no podrán tener paz. Fue una mala decisión armar está guerra, pero eso fue lo que Akira escogió, y estoy seguro que se arrepiente ahora. No hay nada que se pueda hacer— sequé mis lágrimas.

—Llámame por cualquier cosa que suceda. Vendré mañana— me despedí y le pedí al chofer que me trajera a la casa.

Los niños tenía que ir a buscarlos en la casa de Mr. Jefferson, pero quería saber si Akira había regresado a nuestra casa. Llamé a Kanji por el camino, pero me dijo que no lo había visto por la oficina.  Lo más probable esté en la cama con otra mujer. Pensar en esa idea me produjo un escalofrío. Cuando desaparece así, me preocupa mucho y más luego de lo que pasó.

—¿No has hablado con Akira?— le pregunté al chófer.

—No, señorita.

Nadie lo ha visto, siempre se desaparece sin dejar rastros.

Al llegar a la casa, vi su auto estacionado afuera y me vino el alma al cuerpo. Me bajé y caminé dentro de la casa y todo se escuchaba muy silencioso. Subí las escaleras y vi muchas pastillas tiradas en el suelo. Me agaché para ver qué pastillas eran, y fue cuando me di cuenta de que eran las anticonceptivas que estuve tomando. Si las encontró significa que debe estar el doble de molesto. Tragué saliva al imaginar esa idea. ¿Por qué en un momento como este? Pensé que las había guardado bien, pero por lo que veo no. No creo que sea el momento de encararlo, será mejor que salga de aquí. Me levanté y quise caminar a las escaleras, pero Akira estaba ahí.

Estaba rojo y se veía realmente furioso. Hace muchos años no lo veía tan furioso. Sus ojos mostraban la rabia que tenía por dentro. Quise calmarme y no mostrarle el temor que estaba sintiendo al verlo. Ahora estamos solos y si trata de hacerme algo, nadie podría ayudarme. No sé lo que esté pensando, así que quería aclararle.

—¿Este era el motivo por el cual no habíamos podido tener un hijo todos estos años?

—Eso no es así, déjame explicarte.

—¿Vas a continuar ocultándome las malditas cosas?

—No, te juro que no es así.

—¿Sabes lo fustrado que estaba?— su pregunta hizo que se me erizara la piel. Caminó hacia mí y retrocedí—. ¿Sabés la rabia que sentía conmigo mismo por no ser capaz ni de eso?

—Lo siento, las cosas no son como lo estás pensando.

—¿Te estabas haciendo la pendeja todo este maldito tiempo, aún sabiendo como me sentía?

—No es así, te lo juro.

—Si no querías tener un hijo conmigo, me lo hubieras dicho claramente desde un maldito principio, y nos hubieras ahorrado todo ese maldito tiempo perdido con tratamientos estúpidos.

—No lo estaba desde ese tiempo… — me interrumpió agarrando mi brazo fuertemente. Me hizo caminar a la fuerza al cuarto y me tiró contra la cama boca abajo, lleno de furia. Se subió sobre mí y agarró mis brazos por encima de mi cabeza, sus manos están muy calientes.

—No llegues a estos extremos. ¿Por qué mierdas nunca me dejas explicarte las cosas?— le grité.

—Ya está sumamente claro, lisa. Me tienes harto con tus mentiras y de andar ocultándome todo. Te hace falta una lección que no olvides nunca, y te la voy a enseñar — estaba como un demonio. Jamás había visto su rostro así, ni siquiera cuando lo conocí se veía tan furioso. Parecía otra persona.

—Hueles a alcohol, Akira. ¿Estuviste tomando? No hagas una tontería de la cual te vas arrepentir luego. Estás borracho. Tengamos esta conversación otro día y arreglemos las cosas— tiraba patadas tratando de evitar que hiciera algo, pero su peso estaba sobre mí.

Alzó mi traje y removió mi ropa interior a un lado, me dio una nalgada con todas sus fuerzas, que dolió demasiado.

—Lo disfrutas así, ¿No es cierto? — preguntó dejando escapar una risa escalofriante.

—Suéltame, Akira. Esto no podría disfrutarlo y menos contigo así. Ya detén esto y vamos a hablar — escuché el cierre de su pantalón—. Akira, ¿Qué piensas hacer?

—Hay otras formas de cogerte sin embarazarte, ¿Sabías?— de un golpe me penetró analmente. Solté un grito de dolor. Podía esperar cualquier cosa menos eso. Sentía tanto dolor que no podía aguantar mis quejidos, era como si me estuviera desgarrando el alma.

—¡Sácalo, por favor!  ¡Me duele demasiado! — le rogué en lágrimas. Solo podía recordar lo mismo que me hizo Kanji. Sentía tanta frustración y dolor, que no podía evitar el llanto.

—Preferirías no tener un hijo mío y tomar esa mierda. No te preocupes, aquí no podré embarazarte — lo hacía con tanta rudeza y profundamente, creí que iba a morir.

—¡Detente, por favor!— le rogaba en llanto, pero no se detenía. Solo soltaba gemidos de placer, solo él podría sentir placer de esto.

El dolor desgarrante era cada vez más fuerte, mis súplicas no le importaron, estaba fuera de sí. Era como si quien estuviera haciendo esto, no es el Akira del que me enamoré. No puedo creer que haya sido capaz de esto. Me sentía destrozada y adolorida.

—Solo recíbeme y cállate— ordenó, mientras se corría dentro de mi. Soltó un gemido de excitación, como si estuviera demasiado excitado. Quería que acabara, no podía aguantar el dolor en mi cuerpo, ni mucho menos el de mi pecho.

—¡Eres un monstruo!— me quejé en lágrimas. Él se detuvo y me soltó. Escuchaba su fatiga y sus jadeos. Me quedé acostada boca abajo llorando—. Esto jamás te lo perdonaré, ¡Te odio! — me levanté de la cama casi sin poder, mi cuerpo estaba temblando y me dolía mucho moverme. Sentía su semen bajando por mi entrepierna, pero no quería verlo, no quería estar más ahí. Caminé adolorida lentamente hasta la puerta.

—Lisa… — escuché su voz ronca, y fijé mi mirada a él. Se veía rojo y su cuerpo estaba temblando, no parecía al Akira monstruoso de hace un momento—. Lo siento— musitó justo antes de desplomarse en el suelo.

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