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EL LABERINTO MÁGICO SECCIÓN 3 - A bordo del «Rex»: el hilo de la razón (7)

A bordo del «Rex»: el hilo de la razón (7)

Fueron Loghu y Alice quienes condujeron a Burton y los otros al barco del Rey Juan.

Su grupo había viajado Río arriba hasta la zona en la cual el Rex había anclado para un descanso en tierra firme y reparaciones. Hallaron el lugar de atraque temporalmente superpoblado debido a otros curiosos por ver el enorme barco de cerca, algunos de los cuales eran también lo suficientemente ambiciosos como para enrolarse como miembros de la tripulación. Había algunas vacantes a bordo, que los rumores decían habían sido provocadas cuando el capitán castigó con excesiva dureza a seis personas que creía habían sido negligentes en su deber. No parecía tener mucha prisa en reemplazarlos.

Cuando Juan bajó a la orilla, iba rodeado por doce marines, que formaban un apretado círculo a su alrededor. No era ningún secreto, sin embargo, que el Rey Juan tenía buen ojo para las mujeres hermosas. Así que Loghu, una muy hermosa rubia tokhariana antigua, caminó hacia él vestida únicamente con un corto faldellín. Juan hizo detenerse a sus marines y se puso a hablar con ella. No tardó mucho en invitarla a bordo para visitar el barco. Aunque no lo dijo claramente, dio a entender que su gran suite sería la que tomaría más tiempo en inspeccionar, y que solamente él y Loghu efectuarían esa inspección.

Loghu se echó a reír y dijo que quizá subiera a bordo, pero que sus amigos tenían que ir con ella. En cuanto al téte-á-téte, lo tomaría en consideración pero no decidiría nada hasta que hubiera visto todo el resto del barco.

El Rey Juan pareció algo decepcionado, pero luego se echó a reír y dijo que le mostraría algo que casi nadie había visto. Loghu no era estúpida y comprendió bien a qué se refería. Sin embargo, sabía cuan desesperadamente necesario era subir a bordo del Rex.

De modo que Alice, Burton, Kazz y Besst fueron invitados también a la visita.

Burton echaba humo porque no deseaba conseguir llegar hasta Juan haciendo que Loghu se comportara como una prostituta. Pero era la única forma. Sus anteriores declaraciones de que encontraría algún modo de llegar hasta el barco, sin que importaran los obstáculos, habían sido muy precipitadas, impresionantes pero inútiles. No había oirá forma de conseguir siquiera una estancia temporal a bordo del Rex.

De modo que Loghu había empleado el antiguo pero siempre efectivo método. Sin decirlo claramente, había dejado entrever que tal vez estuviera dispuesta a compartir la cama de Juan. A Burton no le había gustado aquello. Se sentía como un chulo, y le irritaba también el hecho de que fuera una mujer la que consiguiera algo que él no podía conseguir. No se sentía tan trastornado, de todos modos, como se hubiera sentido en la Tierra o incluso allí hacía varios años. Este mundo le había proporcionado una buena oportunidad de ver que las mujeres podían hacer lo que las inhibiciones y censuras de la sociedad terrestre les había impedido en su tiempo. Además, era él quien había escrito: Las mujeres de todo el mundo son lo que los hombres han hecho de ellas. Eso podía haber sido cierto en los tiempos victorianos, pero ya no tenía ninguna aplicación ahora.

Mientras iban hacia el barco, Loghu presentó a los otros. Todos excepto Burton utilizaban sus auténticos nombres. El había decidido no utilizar esta vez su antiguo disfraz medio árabe, medio pathan, no ser Mirza Abdullah Bushiri o Abdul Hassan o cualquiera de los otros muchos disfraces que había utilizado en la Tierra y allí. Esta vez, por una razón que no explicó a sus compañeros, había adoptado la personalidad de Gwalchgwynn, un galés medieval que había vivido cuando los britanos estaban finalizando su estancia allí contra los invasores anglos, sajones y daneses.

Significa «Halcón Blanco», Vuestra Majestad dijo.

¿Sí? dijo Juan. Eres muy moreno para un halcón blanco.

Es un gran espadachín y tirador, Vuestra Majestad retumbó Kazz, el neanderthal

. Sería un buen luchador a tu lado.

Quizá le conceda la oportunidad de demostrar sus habilidades en algún momento

dijo Juan.

Juan contempló a Kazz a través de sus párpados entrecerrados. Juan medía metro setenta de altura, pero parecía alto al lado del neanderthal. Kazz era rechoncho y de gruesa osamenta, como todos los representantes de la antigua Edad de Piedra. Su cabeza en forma de gran hogaza de pan, su hundida frente, sus gruesas cejas, su ancha nariz aplastada, y su mandíbula muy prominente no lo hacían precisamente agraciado. Pero su apariencia no era subhumana como la de los neanderthales de las ilustraciones y las primitivas reconstrucciones de los museos. Era peludo, pero no más que los más hirsutos de los Homo sapiens.

Su compañera, Besst, era varios centímetros más baja que él y poseía su mismo atractivo.

Juan se mostró interesado en ambos, sin embargo. Eran pequeños de estatura, pero su fuerza era enorme, y tanto macho como hembra podían ser buenos guerreros. Sus frentes hundidas no significaban necesariamente poca inteligencia, puesto que la escala del genio a la estupidez era la misma entre los neanderthales que en la moderna humanidad.

La mitad de la tripulación de Juan eran paleolíticos primitivos.

Juan, apodado Sin Tierra debido a que durante mucho tiempo no fue capaz de poseer los estados que afirmaba le correspondían por derecho, era el hermano menor del rey Ricardo I Corazón de León, el monarca al que permaneció fiel el legendario Robín Hood

mientras Juan gobernaba Inglaterra como regente. Poseía anchos hombros y una constitución firmemente atlética, una poderosa mandíbula, pelo leonado, ojos azules, y un carácter terrible, lo cual no era nada fuera de lo común para un rey medieval. Tuvo una muy mala reputación durante y después de su muerte, aunque no era mucho peor que la de muchos otros reyes antes que él y era mejor que la de su hermano. Crónicas contemporáneas y posteriores coincidían en presentar un retrato no demasiado agradable de él. Fue tan detestado que se convirtió en una tradición el que nadie de la familia real británica fuera llamado Juan.

Ricardo había designado a su sobrino, Arturo de Britania, como su heredero. Juan se había negado a aceptar esto y, mientras luchaba contra Arturo, lo había capturado y lo había hecho prisionero en el castillo de Falaise y luego en el de Rouen. Allí el sobrino de Ricardo desapareció bajo circunstancias que hicieron que la mayoría de la gente creyera que Juan lo había asesinado y luego había arrojado su cuerpo lastrado al Sena. Juan nunca había negado ni confirmado esas acusaciones.

Otra mancha en su historia, aunque no mayor ni más negra que las que jalonaban la historia de muchos otros monarcas, era el innegable suceso de que había hecho que murieran de hambre la esposa y el hijo de un enemigo, el barón de Braose.

Había muchas más historias, algunas de las cuales eran ciertas, acerca de sus tenebrosas hazañas. Pero hasta muchos siglos más tarde no empezaron los historiadores objetivos a relacionar que también había hecho mucho bien a Inglaterra.

Burton no sabía mucho de la vida de Juan en el Mundo del Río excepto que le había robado a Samuel Clemens aquel barco. Sabía también que no sería discreto mencionarle ese detalle a Juan.

El propio monarca era su guía. Les mostró casi todo desde la cubierta inferior hasta la superior, las cubiertas de calderas, superior, de vuelos, y el texas, una extensión de la planta inferior de las dos plantas de la timonera. Mientras estaban en la timonera, Alice le dijo al rey que ella era una de sus descendientes a través de su hijo, Juan de Gante.

¿Realmente? dijo Juan. ¿Eras entonces una princesa o una reina?

Ni siquiera de la nobleza dijo ella. Aunque era de la clase alta. Mi padre era un familiar del barón Ravensworth. Yo nací en el año de Nuestro Señor de 1852, cuando Victoria, otra de tus descendientes, era reina.

Las leonadas cejas del rey se alzaron.

Eres la primera de mis descendientes con la que me encuentro. Y muy hermosa, además.

Gracias, Sire.

Burton echó aún más humo. ¿Estaba Juan considerando el incesto, por rarificada que fuera la consanguinidad entre ellos?

Aparentemente Juan había estado estudiando la posibilidad de tomarlos a todos como miembros de su tripulación, y el distante parentesco de Alice lo decidió. Después de ir al gran salón a beber algo, les dijo que podían, si lo deseaban, seguir recorriendo el Río con él. Antes les explicó con detalle cuáles eran los deberes generales de la tripulación y en qué consistía la disciplina, y luego les pidió que efectuaran un juramento de fidelidad hacia él.

Hasta aquel momento Juan no había proseguido con sus intentos de que Loghu se fuera a la cama con él, pero indudablemente la idea seguía en su mente. Burton le pidió hablar con los otros en privado por un minuto. Juan concedió graciosamente el permiso, y ellos fueron a un rincón a hablar.

No me importa dijo Loghu. Puede que incluso me guste. Nunca he sido montada por un rey. De todos modos, ahora no tengo ningún hombre y no lo he tenido desde que ese bastardo de Frigate se fue a escape. Juan no está nada mal, aunque sea más bajo que yo.

En la Tierra, Alice se hubiera sentido horrorizada. Pero había visto demasiado y había cambiado demasiado; la mayor parte de sus actitudes victorianas habían desaparecido hacía mucho tiempo.

Mientras sea voluntario dijo, entonces no hay nada malo en ello.

Lo haría aunque fuera algo malo dijo Loghu. Hay mucho en juego para nosotros como para mostrarnos pusilánimes.

No me gusta dijo Burton. Se sentía aliviado pero no deseaba admitirlo. Pero si perdemos este barco, puede que no tengamos ninguna posibilidad de abordar el otro. He oído decir que abordar el Mark Twain es algo tan difícil como que un político vaya al cielo.

»De todos modos, si intenta maltratarte...

Oh, sé cuidar de mí misma dijo Loghu. Si no puedo arrojar a ese semental al otro lado de la cabina, entonces es que he perdido mis facultades. Como último recurso siempre puedo aplastarle los testículos.

Alice no había cambiado tanto como para no enrojecer.

Puede que incluso te haga su compañera Número Uno dijo Kazz¡Huau! ¡Eso te convertiría en la reina! ¡Salve, Reina Loghu!

Estoy más preocupada por su compañera actual que por él dijo Loghu. Juan nunca me apuñalaría por la espalda, aunque intente tomarme por detrás, pero esa mujer podría clavar un cuchillo en mi espina dorsal.

Sigo sintiéndome como un proxeneta dijo Burton.

¿Por qué? No te pertenezco.

Regresaron junto a Juan y le dijeron que estaban dispuestos a prestar juramento.

Juan ordenó más bebida para celebrarlo. Después, hizo que su oficial ejecutivo, un masivo yanki de finales del siglo xx llamado Augustus Strubewell, hiciera los arreglos necesarios para que el juramento se celebrara aquella noche.

Dos días más tarde, el Rex levaba anclas y seguía Río arriba. Alice había sido asignada como enfermera al servicio de uno de los médicos del barco, un tal doctor Doyle. Loghu sería adiestrada como piloto, tras lo cual se convertiría oficialmente en un piloto de segunda clase de reserva. Sus tareas consistirían tan sólo en sustituir a cualquier otro de los pilotos de segunda clase si en aquel momento no estaba disponible. De modo que tendría montones de tiempo libre a menos que Juan la mantuviera ocupada en su suite, lo cual hizo durante un cierto tiempo al principio. La mujer a la que Loghu desposeyó pareció ponerse furiosa por el cambio, pero sólo en apariencia. En realidad estaba tan cansada de Juan como éste lo estaba de ella.

Kazz y Burton fueron asignados como soldados rasos entre la marinería. Kazz era un lanzador de hacha; Burton, un pistolero y espadachín. Besst fue puesta entre las mujeres arqueras.

Una de las primeras cosas que hizo Burton fue descubrir quiénes en el barco afirmaban haber vivido pasado el año 1983 d.C. Había cuatro. Uno de ellos era Strubewell. Estaba con Juan cuando éste robó el barco.

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