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Huye

Estaba en aquel lugar frío y oscuro de nuevo, sólo habían un par de farolas parpadeantes encendidas a lo lejos y, como siempre que me encontraba ahí, había alguien muy familiar a mi lado pero no podía reconocerlo. Me recorrían el terror y la intriga mientras huía a paso veloz de un monstruo del que jamás había visto su rostro pero siempre podía sentir aquella presencia tan bestial tras de mí además de el olor tan característico y putrefacto que despedía su aliento, como si estuviera podrido por dentro. No sabía cuánto tiempo llevaba corriendo, si algo caracterizaba ese lugar además de lo lúgubre y terrorífico, era que al estar ahí uno jamás percibía la noción del tiempo, bien podían haber pasado un par de minutos o diez años pero jamás se tenía idea del pasar del tiempo o al menos no con certeza. 

En aquel lugar había una casa muy peculiar de fachada elegante y antigua, era totalmente blanca por fuera y por dentro, los pisos y los muebles también eran de ese color chocante o al menos eso era lo que se podía observar desde afuera a través del gran ventanal que daba hacia la sala principal. Aún si había estado ya varias veces en esa locación, jamás había entrado a aquella casa, sin embargo, esta vez lo hice. Para mi sorpresa, el monstruo no me siguió y eso me dio oportunidad de inspeccionar más a detalle la construcción, todo lucía bastante antiguo pero al mismo tiempo intacto, es decir, los muebles no correspondían a la época actual pero no tenían ni una mota de polvo en ellos. Habían varios cuadros también los cuales no contenían nada más que un lienzo en el mismo color blanco que las paredes y también habían un par de esculturas del mismo color en forma de ángel, la perfección de la blancura que había en todo sólo se veía perturbada por los charcos de sangre apestosos que se encontraban en algunas partes del piso de la casa, lo extraño era que la sangre parecía provenir de las heridas abiertas que tenían en sus pies aquellas esculturas angelicales. De igual manera podían percibirse, desde algún lugar recóndito, melodías lúgubres que parecían ser provenientes de algún piano desafinado.

Me encontraba en lo mío hasta que una voz a lo lejos me llamó. Me acerqué hacia el lugar desde donde provenía aquella voz que a cada paso se hacía más profunda y ronca, no sabía por qué pero no podía parar de caminar hacia ella aún si me provocaba tanto terror. Finalmente llegué hasta una puerta blanca de madera, se podía percibir una luz blanca por debajo de esta, estaba segura de que la voz provenía de ahí y mi respiración se agitaba cada vez más mientras giraba la perilla para abrir. Me vi espontáneamente interrumpida por la persona que siempre me acompañaba, aquella que por más que miraba de arriba abajo no podía reconocer y tampoco podía comunicarme dado que nuestras bocas estaban cosidas. De repente aquella voz dejó de susurrar mi nombre y gritó con ferocidad: "¡Huye!", ante esto, la persona junto a mí me tocó el brazo para llamar mi atención y luego me hizo una señal con la mano izquierda indicando que era hora de irnos mientras que con la mano derecha me jalaba a tirones para salir de ahí. 

Una vez fuera de la casa, nos dirigimos hacia los callejones oscuros de nuevo para poder buscar una salida, no sé cuánto tiempo corrimos en círculos por la distorsión del tiempo que mencioné antes pero mis pies descalzos dolían ardientes cada vez más a cada paso que daba sobre el concreto cada y la bestia se sentía cada vez más cerca. Finalmente pudimos ver una puerta metálica al final del callejón, corrimos con más esmero que nunca y al llegar hasta la puerta fui la primera en atravesarla, mi acompañante intentó imitarme pero algo la detuvo, era como si una vez que yo entré hubiera surgido del piso algún tipo de barrera para que ella no pudiera pasar, intenté jalarla con todas mis fuerzas pero fue imposible hacerla atravesar el umbral, no estaba dispuesta a rendirme y seguí tirando de su brazo hasta que el piso bajo mis pies se tambaleó haciendo que cayera al vacío mientras veía como aquella chica gritaba desesperadamente al mismo tiempo que me veía caer y sin dejar de intentar safarse de aquel brazo bestial lleno de garras y espinas que se aferraba a ella con fuerza haciendo que su cuerpo sangrara a borbotones. Una gota de sangre desde su cráneo cayó hasta mi frente y eso fue lo último que vi antes de caer sobre mi cama y despertar al unísono de sus gritos.

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