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Capítulo 32: No debieron darte esa tarjeta de crédito.

Carol condujo la motocicleta hasta un centro comercial en el sur de la ciudad, debido a su gran tamaño tardaron más de una hora en llegar a su destino, a pesar de que Carol tomará las calles menos concurridas.

- ¿Era necesario venir tan lejos? - preguntó Marta con un gesto de agotamiento.

- ¡Puedes quejarte, igual ya estamos aquí! - dijo alegremente Carol mientras estacionaba la motocicleta.

Carol arrastro a Marta dentro del centro comercial y la guió a un iluminado almacén de zapatos, habían desde sandalias y plataformas hasta deportivos y botas, una mujer de mediana edad saludo a las hermanas:

- Buenos días, ¿puedo ayudarles en algo?

Carol tomó la delantera y preguntó:

- Buenos días, ¿esta Samantha?

- La Joven Señora está ausente en este momento, ¿para que la busca?

- Busco un par de zapatos para combinarlos con este vestido - dijo Carol tomando la bolsa del vestido de los brazos de Marta y mostrándoselo a la mujer.

- Es bastante hermoso, le sugiero zapatillas color plata para neutralizar el color y no desviar la atención del vestido, ¿lo usará usted señorita?

- No, lo usará ella - dijo Carol señalando a su hermana.

La amable mujer analizó de pies a cabeza a Marta, pensó que esas dos mujeres eran singularmente hermosas, un tiempo después dijo:

- Ya es bastante alta, así que recomendaría zapatillas de cinco centímetros y pueden quedarle bien en diseño sandalia.

- Fabuloso, ¿nos muestras lo que tienes? - preguntó Carol con un brillo espectante en sus ojos esmeralda.

- Si, acompañenme.

Caminaron hasta el fondo del lugar donde la mujer grito:

- ¡Oye! ¡Samuel, ayuda a las señoritas a buscar unas zapatillas estilo sandalia, de cinco centímetros y color plata!

Un hombre de cabello negro y ojos color chocolate salió de un almacén trasero, este hombre tenía rasgos firmes y expresión tranquila, se inclinó levemente ante la mujer de mediana edad y luego dijo:

- Si, Señora Vélez.

La señora Vélez sonrió cortésmente y luego se giró hacia Marta y Carol diciendo:

- Él es Samuel, las ayudará a encontrar lo que buscan, las dejo en buenas manos, ¡suerte!

Samuel hizo otra respetuosa reverencia antes de girarse hacia Carol y Marta diciendo:

- ¿Tienen un presupuesto específico o está bien que les muestre todas las opciones?

- Muéstranos todas las opciones - dijo alegremente Carol.

Marta miró con desconfiamza a Carol, diciendo con su mirada "No debieron darte esa tarjeta de crédito, te pones loca cuando entras a una tienda" Carol sintió la extraña mirada de su hermana y le dirigió una mirada similar que decía "Es tarde para arrepentirse, tú sólo sígueme la corriente y deja de quejarte" Marta dio un suspiro de resignación, definitivamente su hermana no tenía remedio, pero al tenerle tanto cariño no le quedaba más que seguirle la corriente, debía admitir que a veces le divertía hacerlo.

Samuel saco unos cuantos pares de zapatillas plateadas y Carol hizo que Marta se las probara todas pero ningun par la convencía, después del décimo par, Carol dijo con decepción en su voz:

- ¡No! ¡Ninguno de estos sirve! ¡pero no me rendiré! ¿puedo buscarlos yo misma?

- ...No lo sé...

- Hazlo si no quieres escucharla gritar más fuerte - dijo Marta dirigiéndole una mirada suplicante a Samuel.

Samuel finalmente accedió, Carol brinco de la alegría y empezó a rebuscar en un almacen trasero mientras que Samuel la miraba sorprendido, está chica era hiperactiva y su sonrisa era contagiosa, se giró a ver a la otra mujer y se dio cuenta de que ella estaba mirando las zapatillas exhibidas, al ver que la chica pelirroja parecía estar en su elemento, él se acercó a la otra mujer y le dijo:

- ¿Puedo ayudarte en algo?

- No lo sé, dame un momento - su respuesta fue corta y su voz distante, era muy diferente de la joven en el almacén, que era como un torbellino de calidez.

Marta busco entre las zapatillas exhibidas, estaba buscando algo para el vestido de Carol, miró con detalle cada par de zapatos y finalmente encontró lo que buscaba, unas zapatillas de ocho centímetros de altura, doradas con adornos de perlas blancas por el borde superior del zapato, se imaginó que quedarían bien con el vestido que Carol había comprado el día anterior, con una voz menos distante le dijo al hombre que estaba cerca de ella:

- Alcanzame esas - señalando las zapatillas sonrió fríamente.

Samuel estiró sus largos brazos y agarró el para de zapatillas.

- Empacalas, las pago yo - dijo la mujer de cabello castaño.

- Bien - respondió Samuel poniendo las zapatillas en una hermosa caja color blanco y entregándosela a ella.

- ¡Las encontré! ¡Marta, ven rápido! - la dulce voz de Carol se escuchó gritar desde el almacén. Marta caminó lentamente en dirección a su hermana, al llegar a pocos pasos de ella le lanzó la caja blanca en sus manos, haciendo que Carol se sorprendiera y mirara a Marta estupefacta. Con una expresión ilegible Marta dijo:

- Para tu vestido, imagino que aún no los has conseguido.

- ¿Cómo lo... ?

- Luego te explico, ¿encontraste lo que buscabas?

Carol puso una sonrisa triunfante y dijo:

- Por supuesto que los encontré, es más ni siquiera necesitas probartelos, sé qué son los ideales.

- Confiaré en ti... vamos a pagar, aún nos falta conseguir los accesorios.

- Bien, vamos.

Ambas se dirigieron a la caja, esta vez pagaron ambos pares de zapatos con la tarjeta de crédito de Marta, los zapatos fueron bastante costosos, pero al ser hijas de la familia Narváez podían permitirse esos gastos, además ir a un evento organizado por la matriarca Narváez requería de mucha elegancia por lo que tuvieron que buscar cosas glamurosas sin importar cuán alto fuera su costo.

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