Papá An no pudo seguir conteniendo las lágrimas.
—Bien... bien... —repitió esa palabra varias veces. Sheng Yize tomó la mano de An Xiaxia y la condujo al escenario.
La multitud se quedó en silencio y todos voltearon para mirarlos expectantes. El sacerdote los miró y luego anunció en voz alta y clara:
—La ceremonia de la boda ya ha comenzado.
—Sr. Sheng, ¿acepta a la novia como su legítima esposa, para tener y proteger, desde hoy en adelante, para bien o para mal, en la riqueza y en la pobreza, en la enfermedad y en la salud, hasta que la muerte los separe…?
Sheng Yize sonrió.
—Sí, acepto.
—Señorita An, ¿acepta al novio como su esposo legítimo esposo, para tener y proteger, de hoy en adelante, para bien o para mal, en la riqueza y en la pobreza, en la enfermedad y en la salud, hasta que la muerte los separe…?
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