La expresión de Sheng Yize era una mezcla de placer y dolor.
—Ejem. Eso es suficiente —aclaró su garganta.
—¡No te hagas el duro! —An Xiaxia parecía preocupada—. ¡Sé que te duele!
«... La verdad es que no. Querida esposa, ¡no tienes que ser tan dedicada!» No pudo decirle la verdad y tuvo que dejar que siguiera frotándolo.
—Están en tan buena forma... —estaba fascinada—. ¿Por qué nunca engordas?
—Hago ejercicio —dijo él en voz baja.
—¡Sigue así! No te entregues a la cerveza y la carne como otros hombres casados. Te saldría una panza en un santiamén. ¡Ya no me gustarás si te pones feo!
—¿Solo te gusta mi apariencia? —preguntó, un poco decepcionado.
—También me gusta tu dinero —dijo con sinceridad. Ese fue un golpe duro para nuestro chico manipulador.
Apoya a tus autores y traductores favoritos en webnovel.com