—¡Me estás matando! —soltó un suspiro y le dio una nalgada a An Xiaxia.
—¿Eh? —se le pusieron los ojos llorosos—. Me pegaste...
—¿Sí? ¿Dónde? ¿Es grave? ¿Qué tal si te quitas la ropa para que te examine? —Sheng Yize sonrió de forma intrigante y se burló de ella, como siempre...
—No —afortunadamente, ella era lo suficientemente lista cuando estaba sobria. Lo empujó con las mejillas sonrojadas y dijo—, ¡no me quitaré nada! ¡Maneja!
—No —estaba un poco irritado y se hizo el granuja sin dudarlo.
Extrañaba a la adorable y borracha Xiaxia. Era tan linda y tonta... Le creía todo lo que le decía.
—¡Yo lo haré si tú no! —dijo ella.
Tomó la llave del auto y se movió alegremente al asiento del conductor. Sheng Yize había tomado un par de tragos esa noche y había pensado en llamar a su chofer. Como la mujercita se ofreció a conducir, la complació con gusto.
—¿Cuál era el freno y el acelerador...? —la escuchó murmurar.
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