An Yibei se apresuró al hospital apenas terminó de trabajar. Abrió la puerta y vio un bulto temblando bajo el edredón. Había sido capaz de mantener la calma, hasta que vio esa escena. Caminó hacia la cama y levantó el edredón. Una An Xiaxia con ojos rojos levantó la vista hacia él. Se había hecho bolita, luciendo igual de frágil que un bebé abandonado.
—¡Grandísimo bebé! ¡Deja de llorar! ¡Tus lágrimas no traerán de vuelta a esa gente! —su voz era tan fría como el hielo.
—¿Encontraron... el cuerpo de Kang Jian? —preguntó con la voz nasal.
—No... —suspiró.
—¿Entonces puede que aún esté vivo? —su rostro se iluminó.
Él no se pudo animar a desmentirla y asintió. Era una posibilidad muy pequeña.
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