An Xiaxia revisó la hora sin querer. Recién había pasado la medianoche. Su llamada había llegado dos minutos después de que la señal regresó... ¿La había estado llamando todo este tiempo?
—¡Habla! ¿Eres ell... —su voz se cortó—. ¿Eres una paramédico? ¿Alguien del equipo de rescate? ¿O encontraste su teléfono en alguna parte...?
Estaba mencionando todas las posibilidades que se le ocurrían.
—Soy yo —respondió ella, rápidamente.
Pudo escuchar como Sheng Yize soltaba un suspiro de alivio. Luego preguntó con un tono duro.
—¿Exactamente en qué parte del Condado Zhu estás?
¿Por qué le estaba preguntando eso? No era como si pudiera llegar ahí ahora... Pese al sarcasmo tácito, de igual forma le dio su ubicación.
—Ya veo —lo escuchó decir, tranquilamente.
—Espera, ¿no fue un terremoto? —preguntó ella, con inquietud.
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