—No puedo borrar sus viejas heridas, pero quiero hacerla feliz de ahora en adelante —dijo Sheng Yize con seriedad.
—Está bien —los dedos de An Yibei temblaron al escuchar esas palabras y dijo con desprecio—. Si de verdad quieres saber, te lo diré.
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El estudio estaba lleno del aroma a café, pero ninguno de los dos tocó su taza.
—Xiaxia no es mi hermana biológica —la voz de An Yibei era aburrida y sin emoción—. Mi padre la adoptó.
An Yibei comenzó la conversación con una declaración explosiva. Sheng Yize frunció los labios un poco y mantuvo un rostro imperturbable.
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