—¿Es grave? —An Xiaxia aclaró su garganta y preguntó educadamente para aliviar la incomodidad.
—No es nada... —Song Qingchen levantó la vista y le dedicó una sonrisa perfecta—. Solo una revisión habitual. Las tengo desde que caí al agua... Xiaxia, tú no entenderías.
Esa sonrisa parecía tan frágil.
—Songsong —Sheng Yize frunció más el ceño—, ¿por qué no me contaste de tu enfermedad?
Con la brisa, la cálida luz del sol y las dos personas de pie una frente a la otra, se creaba una imagen tan linda como la escena de un drama coreano. An Xiaxia se quedó a un lado y su sonrisa se volvió amarga. Ella era la novia de verdad, pero, por alguna razón, se sentía como el mal tercio. ¿Así era como se suponía que se sentía? ¿Seis meses versus doce años?
—No quería que te preocuparas por mí —Song Qingchen soltó una risita. Luego se puso de puntitas y saludó a alguien a poca distancia—. ¡Papi, estoy aquí!
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