An Xiaxia se sintió avergonzada. ¿¡Cómo podría contestar esa pregunta sin ofender a uno de los hombres!? Estaba tan aproblemada que se olvidó de llorar. Viendo a Sheng Yize y a An Yibei, de pronto se le ocurrió una idea.
—Hermano, ¡tú eres el más atractivo y genial del mundo! ¡Te amo! ¡Muac!
—¿Oh? —An Yibei entrecerró los ojos cuando la escuchó—. Me estás lamiendo las botas, ¿cierto? ¡No está funcionando! ¡Necesito una respuesta definitiva ahora!
Ella parecía desanimada. Su último recurso había fallado. ¿Qué debería hacer ahora? Una carismática risa por lo bajo sonó en la habitación y Sheng Yize respondió por ella.
—Para Xiaxia, su familia siempre es lo más importante del mundo.
La diplomática respuesta halagaba a An Yibei, sin avergonzarlo a él mismo. ¡An Xiaxia quería darle un gran pulgar hacia arriba al ingenioso Sheng Yize!
—Estaba hablando con mi hermana —resopló An Yibei—. ¿Te pedí tu opinión?
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