La multitud volteó hacia Sheng Yize al unísono.
—Ella es tonta, no creo que pueda hacerlo —dijo con su usual indiferencia.
He Jiayu se reservó el sarcasmo para sí mismo: lo que más quieres es enseñarle, solo admítelo. Maldito tsundere...
Chi Yuanfeng levantó su mano con alegría.
—Señor, yo también sé jugar básquetbol. ¡Le enseñaré!
Qi Yanxi se frotó la nariz.
—Chss, ¡yo lo haré si tú no quieres! —dicho eso, la agarró.
Atrapó a la inocente An Xiaxia por el cuello y ella gritó de frustración.
—Ey, todavía no he aceptado nada. ¿Por qué intentan decidir por mí?
Qi Yanxi no pudo arrastrarla a la cancha de básquetbol porque Sheng Yize lo detuvo a medio camino. Él levantó una ceja y dijo con desprecio:
—¿Acaso dije que podías enseñarle?
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