«Puf.»
He Jiayu y Chi Yuanfeng se cubrieron la boca y rieron disimuladamente, que, naturalmente, llevó a otra ronda de gritos enamorados.
—Vaya, alguien está de malas —dijo Sheng Yize, cuyo tono de voz era un poco más agudo—. En ese caso, creo que deberíamos terminar el contrato.
An Xiaxia se detuvo súbitamente. Dio la vuelta y fulminó con la mirada a Sheng Yize. Si pudiera lanzar rayos por los ojos, habría matado un millón de veces a Sheng Yize. Eso y ¡lo habría hecho picadillo! Sin embargo... al cabo de un segundo, todo dio un giro inesperado. An Xiaxia dejó la comida en la mesa, frente a Sheng Yize, con movimientos ágiles y preguntó con una sonrisa perfecta:
—Disfruta tu almuerzo. ¿Puedo hacer algo más por ti?
Su Xiaomo quedó en shock con su actitud servil y chilló de sorpresa.
—Xiaxia, ¿qué rayos?
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