—Sabes qué hacer. Te lo dejaré a ti.
—Lo tengo. —Definitivamente disfrutaría haciéndolo—. Hermano Ting, no te olvides de comer algo.
Huo Yunting no habló más. Arrojó la colilla al cubo de basura y volvió a la sala.
Olía a humo, pero el fuerte aroma del desinfectante en la sala lo disimuló rápidamente.
Huo Yunting no tenía apetito. Él solo miró en silencio la pálida cara de Lu Zhaoyang toda la noche.
El cielo se iluminó gradualmente. Lu Zhaoyang parecía moverse ligeramente en la cama.
Gradualmente recuperó su conciencia. El primer pensamiento que le vino a la mente fue una furgoneta chocando contra ella.
Su corazón dio un vuelco. Jadeó cuando se despertó, solo para descubrir que tenía dolor en todo el cuerpo.
Huo Yunting sostenía su cabeza con los ojos cerrados. Pero la voz débil lo sacó de su estupor.
—Estás despierta.
Lu Zhaoyang escuchó su voz y se sintió segura.
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