Brillaron cuchillas de luz.
La energía espiritual llegó a su punto máximo. Como la oz de la muerte de la Parca, la espada cortó verticalmente. Los mercenarios solo pudieron mirar deslumbrados, sin escape. Observaron con miedo e inquietud, luchando con impotencia ante su inminente muerte. Luego todo se puso silencioso. Mientras la muerte se propagaba, sus cuerpos caían por montón, como trigo siendo cosechado.
Carmen veía fijamente la sangrienta masacre, perdiendo cualquier idea de resistirse. Se estaba arrepintiendo tanto.
¿Cómo sucedió esto?
¿Por qué las cosas resultaron así?
Se preguntaba a sí mismo. Pero ¿qué necesitaba entender? Ya había fallado y este lugar parecía ser su tumba.
Esos fueron los últimos pensamientos de Carmen. Luego, una brillante luz dorada atravesó su cuerpo y le abrió el pecho en dos.
Rhode dejó escapar un suspiro de alivio.
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