Además, aunque Linghu Jin Hong de veras quisiera interferir en la batalla, no sólo el Joven Maestro de la Cítara se opondría, sino también él.
—Duan Ling Tian, parece que ya te has dado por vencido... No te preocupes, cuidaré bien de Ke Er cuando mueras —el Joven Maestro de la Cítara miró a Duan Ling Tian con una sonrisa llena de satisfacción.
—¿Cuando muera? —Duan Ling Tian no tenía miedo en lo más mínimo al enfrentar al Joven Maestro de la Cítara y dijo indiferente—: Joven Maestro de la Cítara, andar celebrando antes de tiempo es un poco apresurado, ¿no? Aún no se sabe quién morirá —al hablar, Duan Ling Tian entrecerró los ojos.
Dos luces apagadas, imperceptibles, parecían llamas que vibraban dentro de los ojos de Duan Ling Tian y emitían haces de una fuerte aura espiritual.
Esta era la razón por la que Duan Ling Tian no tenía miedo en lo más mínimo al enfrentar al Joven Maestro de la Cítara, quien había llegado a un paso de la Etapa de Vacío.
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