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Capítulo 8 – Los meses de los demonios (Parte I)

Editor: Nyoi-Bo Studio

Si Roland realmente planeaba desarrollar Ciudad Fronteriza, tendría que echar raíces. A pesar de que el área era un páramo, podía ser fácilmente recuperada y mejorada. Si el tamaño del territorio era muy pequeño, la gente podría expandirse hacia las afueras. Sin embargo, toda habladuría sería inútil si nadie estaba dispuesto a quedarse.

Si ellos podían ser obligados a abandonar sus tierras en cualquier momento, ¿entonces quién estaría dispuesto a comprarlas? ¿quién podría querer mejorarlas?

Luego de que el Ministro Asistente saliera, Roland mandó llamar al Caballero Jefe, Carter, y le ordenó:

—Reúne a tus hombres y vayan en busca de algunos guardias locales, cazadores y granjeros que hayan vivido aquí por más de cinco años. Pregúntales si han experimentado los Meses de los Demonios. Si encuentran a alguien que haya peleado contra un demonio, incluso sería mejor.

Luego de que el caballero le saludó y se fue, Roland se frotó la frente y continuó mirando los datos que el Ministro Asistente le había compilado.

Ciudad Fronteriza exportaba primariamente productos de cacería y minería, e importaba más que nada comida. Todo era transportado directamente a través del río Aguasrojas al Fuerte Largacanción o al pueblo Sauce.

Las exportaciones mineras incluían todo tipo de minerales, como hierro, cobre, sulfuro, cristal, rubíes y zafiros, etcétera. Esto era completamente contrario al concepto de minerales asociados. Pensó en lo que Anna le había dicho: que se rumoreaba que la Mina de la Ladera Norte era una desconocida madriguera subterránea, y que hasta ahora no se había conocido el fondo de la mina. Así también, se desconocía hasta dónde se extendía la misma.

Los minerales que el pueblo exportaba no eran pagados con los reales del reino, sino que se intercambiaban con la comida que llegaba. Parecía razonable, ya que las gemas eran un lujo de altos precios, y que, en estos últimos cinco años, Ciudad Fronteriza debería haber reunido una gran reserva de comida. Pero no quedaba nada.

En otras palabras, la producción minera anual de Ciudad Fronteriza era suficiente como para alimentar a tan sólo dos mil personas. Antes de que el príncipe llegara, Ciudad Fronteriza había sido gobernada por un duque que también controlaba el Fuerte Largacanción; fue él quien había armado este arreglo. En su opinión, podía ahorrar comida y también crear un sistema de advertencia para los monstruos.

El comercio de pieles era como los locales se ganaban la vida. Se aventuraban al interior del Bosque Nublado, al oeste, y cazaban aves y otros animales. Luego, vendían los animales a la gente de Fuerte Largacanción o a los residentes de Ciudad Sauce. Ninguna transacción se llevaba a cabo en Ciudad Fronteriza, así que ningún impuesto era cobrado.

Roland pensó que, dado que esta práctica no podía continuar, los minerales ya no se comprarían con comida. El río Aguasrojas recorría todo el reino, y cualquiera podía usarlo. Era, esencialmente, una autopista; incluso si dejaban de comprar comida de Fuerte Largacanción, había otros lugares donde comerciar.

Sin embargo, todo esto se construía basándose en la premisa de que él podía quedarse en Ciudad Fronteriza y detener a esos malditos monstruos.

Carter trabajó rápidamente y, para el día siguiente, había conseguido dos guardias locales y un cazador. Reportó:

—Estos dos hombres son parte de la patrulla del pueblo, cada año son los responsables de encender el faro. El cazador afirmó que se cruzó en el camino de demonios. Retornó con la cabeza de una bestia demoníaca, la cual afirmó que se la cortó con sus propias manos.

Los tres hicieron una reverencia al mismo tiempo.

Roland asintió con la cabeza, gesticulándoles que se pongan firmes. El primero dio un paso adelante para hablar.

—Honorab… Respetado príncipe… Su Alteza. —El primer guardia en hablar, no podía hacerlo claramente de tan nervioso que estaba.— Brian y yo somos… las personas, uhm… Cuando empieza a nevar, nosotros… nosotros vamos al área minera de la ladera norte… a la Torre Almenara. Es es el posible primer… es el primer lugar donde podría ver a los demonios, si estuviesen cruzando en grandes números… Nos esconderíamos en el Bosque Nublado… y encenderíamos el faro de la torre… Luego retrocederíamos nuestro camino hasta el bote, que ya tenemos preparado… Entonces nos iríamos.

—Ya que ambos estuvieron juntos, deja responder a tu compañero.

Roland se cubrió la boca para disimular su decepción.

—¿Cómo son las bestias demoníacas? ¿Se les puede matar?

El otro guardia estaba también nervioso, pero al menos no tartamudeó.

—Su Alteza, yo creo que sí. Solían ser animales ordinarios del bosque, pero debido al miasma maligno se volvieron maniáticos y feroces; sin embargo, aún pueden morir. Durante los últimos Meses de los Demonios, el Fuerte Largacanción envía a la caballería para limpiar los restos de los monstruosos demonios de la tierra, desde Fuerte Largacanción hasta Ciudad Fronteriza.

—¿Cuánto tiempo duran los Meses de los Demonios?

—Generalmente de dos a tres meses… Dependiendo del sol —dijo Brian.

—¿El sol? —dudó Roland.

—Sí—comenzó a explicar el guardia—. Su Alteza ha llegado a estas tierras no hace mucho tiempo, así que no sabe. En esta Ciudad Fronteriza, una vez que comienza a caer la nieve, no se detiene hasta que el sol vuelve a brillar, y solo entonces la nieve se va.

—¿Así que la nieve indica el final de los Meses de los Demonios?

Roland recordó que, al menos en Castillogris, esto no era así. Al día siguiente dejaría de nevar, y el sol no se vería distinto.

—Es exactamente así. Los Meses de los Demonios que más se extendieron, acorde a mi experiencia, fueron hace dos años, duraron casi cuatro meses, y mucha gente sufrió el hambre.

—Pero ¿no deberían ser las reservas de comida en Fuerte Largacanción suficientemente vastas para sostener al pueblo por más de un mes? —preguntó Roland.

El rostro de Brian se veía levemente molesto.

—Tienen suficiente. Pero Reynolds, el Gobernador Administrativo Municipal, quien es responsable del manejo de esas cosas, declaró que la cantidad de minerales minados era solo suficiente para comprar comida por tres meses, y para el cuarto mes tendría que recibir un nuevo cargamento de minerales. Pero si los Meses de los Demonios aún no terminan, no podemos dejar la fortaleza.

—Así que eso fue lo que pasó… Entiendo.

Eran unos tontos para estar alienando a gente. Si Fuerte Largacanción trataba a la gente que vivía en las fronteras con este tipo de dureza frígida, como un viento de primavera, los fronterizos preferirían quedarse antes que irse. Por el momento, parecía que la gente que controlaba Fuerte Largacación no era del buen tipo. Roland pidió a la última persona que se adelante para contestar, mientras tomara nota del nombre del Gobernador Municipal Administrativo en su mente.

El tercer hombre se veía corajudo y fuerte, midiendo más de seis pies de altura, y haciendo a Roland sentirse tenso. Afortunadamente, se acercó en rodillas.

—¿Tú afirmas haber matado a una bestia?

—Sí, su Alteza.—Su voz era gruesa y ronca.— Un jabalí demoníaco y un lobo.

—¿Especies? —repitió Roland—¿A qué te refieres?

— Ese es el nombre de la bestia demoníaca, su Alteza. Cuánto más feroz era antes el animal, es más complicado lidiar con él luego de su transformación. La transformación enfatiza las ventajas de cada animal. El lomo del jabalí demoníaco se vuelve extremadamente duro, ni con una flecha lanzada a cincuenta metros de distancia se le puede dañar. El lobo demoníaco se vuelve más astuto y corre más rápido. Para matarlo, hay que armar trampas de antemano.

—Animales fuertes se vuelven aún más fuertes, y animales rápidos se vuelven aún más rápidos.

Roland asintió con la cabeza al escuchar esto.

—Pero siguen siendo solo animales.

—Sí, lo son, pero no son el tipo más terrible de enemigo —dijo el cazador. Tragó saliva antes de seguir hablando.— Los peores son los híbridos demoníacos.

—Son el Diablo encarnado; solo el infierno es capaz de crear un monstruo tan horrible. Yo he visto un híbrido demoníaco. Tenía no solo los miembros de una bestia, sino que también tenía, en sus espaldas, un par de enormes alas, lo cual le permitía volar por distancias cortas. Y siempre sabía dónde yo estaba. Sin importar cuánto intentaba esconderme, siempre lograba detectarme. No estaba cazando a su presa, su Alteza, sólo estaba jugando.

El cazador levantó su ropa y reveló una gran cicatriz que se extendía desde su abdomen hasta el pecho.

—Antes de perder la conciencia, caí al río Aguasrojas. Tuve suerte de sobrevivir —finalizó.

Semejante monstruo existe. Roland sintió que el mundo se estaba volviendo cada vez más fantástico. Un gran muro sería capaz de detener a las bestias demoníacas, pero si podían volar, ¿qué debería hacer?

—Los híbridos demoníacos son muy raros, ¿verdad?

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