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VIGGO

Viggo, hijo de Hephaestus (Diosa de la Forja en Orario) y Kain (Antiguo Vástago del Equilibrio), nació como un semi dios. Sin embargo, con una derrota y la incapacidad de esforzarse por un objetivo en la vida, es enviado a entrenar con un furioso maestro. Acompaña a Viggo en su camino para convertirse en dios. "No te disculpes, se mejor" Este fanfic nace como un Spin-Off del fanfic Original "Suerte y Perseverancia" también escrito por mí y en emisión actualmente. Aclaraciones: Me han acusado de sádico con mis lectores, pero desmentiré ese tipo de observaciones. Lo que pasa es que no le doy todas las cosas en bandeja de plata a mis protagonistas; cada cosa se gana. Por otro lado, a veces solo pasa que las situaciones no salen como uno quiere. Sin embargo, ahí es donde radica la magia de un protagonista, en saber moverse dentro de los parámetros y buscar soluciones con las herramientas que ya posee. Créanme, jamás joderé a mis protagonistas si no es para hacerlos mejores y más poderosos. PD: LA IMAGEN ES SOLO REFERENCIAL.

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Valkiria y Familia 2.141

Eran alrededor de las seis de la tarde y en la costa del Lago de los Nueve Reinos, la marea había subido y cubierto la pequeña playa en el fondo del acantilado donde estaba la cueva donde Viggo se ocultaba junto a la guerrera alada. Viggo podía ver claramente la marea recogerse y avanzar para golpear la muralla del acantilado. Dentro de esa marea se veían algunas rocas grandes y filosas sobresalir en la superficie. Un lugar en el que no era aconsejaba caer.

Viggo pudo darse cuenta de todos esos cambios porque estaba colgando del borde de la cueva, solo afirmado de sus manos.

Al mismo tiempo, la guerrera alada estaba de pie en el borde de la cueva, mirando a Viggo con una clara expresión de enojo. Su vibrante cabello de plata caía como dos cascadas enmarcando un rostro joven y atractivo, a pesar de tener el ceño fruncido.

-Maldito dios Aesir, ¿qué me hiciste?- grito la guerrera alada con voz cristalina, joven y atractiva

-Ya te lo dije- respondió Viggo colgando del borde, mirando a ratos el oleaje en el fondo del acantilado y levantando la mirada para ver a la guerrera alada -no te hice nada de lo que tenga que pedir perdón. Al contrario, salve tu culo ¿Así me lo agradeces?-

-Cállate, no te creo. Conozco a los que son como tú, son seres deplorables, dados a la bebida y los placeres- respondió la guerrera alada -yo…-

-¿Yo qué?- preguntó Viggo con una sonrisa -¿ya lo recordaste? Si es así, me ayudaría mucho que sacaras tú pie de mi mano-

La guerrera alada frunció el ceño, miró su pie y vio su bota dorada sobre la mano del pelirrojo.

Todo esto sucedió cuando se despertó y se encontró en una cueva oscura. Aquel pelirrojo estaba sentado en el suelo, a unos metros de ella. Vestía una armadura celeste con bordes dorados. Ella se despertó con un gran dolor de cabeza, pero al ver la armadura y los dos lobos en la espalda de la armadura del pelirrojo, pensó en el dios Tyr. Se contaban leyendas de que era un dios bueno, pero ella nunca lo conoció y un Aesir, siempre sería un Aesir. Así que lo ataco por la espalda con una patada y lo lanzó al acantilado. Al mismo tiempo, ella empezó a pensar en todas las cosas que aquel Aesir le hubiera hecho mientras estaba dormida y la furia nublo su juicio. Sin embargo, ahora que recordaba, ella estaba luchando.

La guerrera alada retiro su pie de la mano derecha del pelirrojo y dio un paso hacia atrás. Viggo aprovecho de subir y se puso de pie delante de ella. Eran de un mismo porte, solo que Viggo se veía más grueso por la armadura y su contextura de guerrero.

-¿Quién eres?- preguntó Viggo mirándola a los ojos

Sin embargo, la guerrera alada extendió su mano como si sostuviera algo y al instante apareció la varita de plata con la que ataco con anterioridad al guerrero del martillo -ya lo suponía, eres un sucio Aesir- dijo la guerrera con un tono de voz estridente

-Que no, no lo soy- dijo Viggo con el ceño fruncido, se tomó el pelo y se lo mostro -ves este cabello ¿has visto alguna vez a un Aesir con un cabello tan rojo? Con suerte el cabello de ese tipo con el que luchaste se podría considerar cobrizo. Ni siquiera soy de esta tierra-

La guerrera alada quedó mirando a Viggo, notando sus facciones varoniles y su largo cabello rojo hasta los hombros. Nunca había leído alguna leyenda con un Aesir de cabello llameante. Era tan rojo como la sangre.

-¿Por qué llevas la armadura de Tyr?- preguntó la guerrera alada sin bajar la varita

Viggo no se atrevió a enojarse. Puede que se pudiera defender, pero los ataques mágicos de la guerrera alada no eran una broma. Además, quería que se volviera su aliado. Si alguien quería destruir a los Aesir, mucho mejor para él. Podría conseguir ayuda extra.

-Veras- dijo Viggo poniendo su mejor sonrisa. Entonces vio que la mirada de la guerrera alada se volvió nerviosa y miró hacia una esquina mientras sus mejillas se ruborizaban. Viggo continúo sonriendo, sabiendo que ella se había distraído -vengo de otra tierra y vine a entrenar. Investigué unas cuevas y me encontré con una ciudad subterránea. Ahí encontré esta armadura y un montón de tesoros. Como era una buena armadura, me la puse y ya-

La guerrera alada estaba poco convencida, frunció el ceño, bajo su varita hasta apuntar a los pies, pero no la guardo -quítate esa armadura- dijo

-¿Perdón?- preguntó Viggo

-Que te la quites- grito la guerrera alada levantando la varita y apuntándolo a la cara

Viggo tomo una profunda respiración y preguntó -¿Por qué?-

-Los Aesir tienen por costumbre tatuar en sus cuerpos su afiliación y sus creencias-

Viggo agacho la mirada y ladeo levemente su cabeza. Recuerda haber leído algunas runas en el cuello y brazo de Atreus como "Brazo fuerte, Flecha precisa, mente en calma y otras cosas" Son cosas que puso Faye como una especie de encantamiento en el niño para que dominara el arco. Viggo volvió a mirar a la guerrera alada. Su hermoso cabello de plata caía como dos cascadas enmarcando un rostro ovalado, grandes ojos azules y labios carnosos. Sin duda bella, pero ese ceño fruncido y la varita apuntándolo a la cara, apartaban todos los malos pensamientos de Viggo.

Viggo asintió, llevo sus manos a la base de la coraza y se quitó desde abajo hacia arriba. Una vez que se la quito, la dejo a su derecha, sobre el suelo rocoso y húmedo. La guerrera alada camino hasta Viggo, sin nunca bajar su varita. La apoyó sobre el pectoral izquierdo y llevo su mano izquierda al pectoral derecho. Paso su mano suavemente por la superficie, después fue al cuello, reviso cada centímetro. Después le tomo la mandíbula a Viggo sin nunca apartar la varita del pecho. Le giro el rostro a la derecha y después a la izquierda, revisando que tuviera algún tatuaje o algo que delatara su procedencia, pero no tenía nada.

La guerrera alada dio dos pasos, bajo la varita, pero nunca la guardo. Soltó un suspiro y miró a Viggo con una mirada inquisitiva -¿Por qué me ayudaste?- preguntó

-Porque si alguien quiere luchar contra los dioses Aesir, pude ser un buen compañero- respondió Viggo con una sonrisa astuta

La guerrera alada recordó su lucha contra Thor y agacho la cabeza -yo no quiero luchar contra los Aesir, busco a las valkirias, busco a nuestra reina- respondió en voz baja, después levantó su rostro y dijo en un tono firme -fui al Rocstoll aff valkyrs en Midgar, pero no encontré a nadie. Thor me encontró y él se burló de mí, por eso luchamos, pero yo…-

-Las leyendas de Thor son muy oscuras y los grabados en la ciudad son muy precisos. Nadie que haya luchado contra el dios del trueno ha sobrevivido- respondió Viggo, se agacho, tomo su coraza y la levantó por encima de su cabeza, paso sus brazos por dentro, alineándolos con las hombreras y deslizando la coraza hasta que pudo meter sus brazos e introducir su cabeza en el agujero del cuello. Después se la acomodo y miró a la guerrera alada con una sonrisa burlona -felicitaciones, te puedes considerar la primera- miró la armadura de la guerrera alada, notando que era más una túnica ornamentaría que una armadura como la suya -me gustaría saber cómo soportaste aquellos martillazos sin que te reventaran en el proceso-

La guerrera alada apuntó a Viggo con su varita, otra vez, y le dijo en un fuerte tono -no es asunto tuyo. No seas arrogante-

-¿Ni siquiera porque salve tu trasero?-

-Eres tan grosero ¿No lo puedes decir de otra manera?-

-Ok, bueno ¿Ni siquiera porque salve tu honorable trasero? ¿Qué tal? ¿Te gusto?-

-Tan desagradable, corrijo lo dicho. No se necesita ser una Aesir para ser un puerco-

Viggo la quedó mirando a los ojos, segura de que ella no lo atacaría. Soltó un suspiro y dijo -al menos responde algunas preguntas para mí en señal de gratitud- dijo -me enfrente a Thor y te rescate. Es lo mínimo que puedes hacer-

La guerrera alada nunca bajo la varita, pero preguntó -¿Qué quieres saber?-

-Muchas cosas- dijo Viggo con una sonrisa astuta, tendió su mano a las mantas desplegadas en el suelo por detrás de ella, camino y se sentó en una esquina. La guerrera alada lo apunto en todo momento, pero al ver que él quería sentarse, no supo cómo responder. Estaba en Midgar, un lugar de muerte para el pueblo Vanir. Campo de batalla de los antiguos encuentros entre su pueblo y los Aesir. Sin embargo, a este hombre no parecía importarle que el dios asesino de los Aesir anduviera rondando por la zona. Ella desvaneció la varita de plata, camino hasta la manta y se sentó.

Viggo desabrocho la bolsa de cuero de su cintura y sacó una botella esmeralda con un brillo dorado proveniente de su interior. Viggo abrió la botella y salió un agradable aroma. La guerrera alada se lamio los labios de solo sentirlo, pero eso mismo la alerto y la hizo ponerse de pie, invocar su varita y apuntarlo, otra vez.

-¿Qué te propones?- grito la guerrera alada

-Tener una relajada conversación- dijo Viggo, sacando dos vasos de greda del interior de la bolsa de cuero. Los puso sobre la manta y levantó su rostro mientras mostraba una sonrisa amigable -puedes beber todo el Estus que quieras, pero nunca te emborracharas-

-No me convencerás con tu palabrería barata-

-No te va a pasar nada, para empezar, ya lo bebiste cuando estabas inconsciente ¿Cómo crees que te sane?-

-Maldito- mascullo la guerrera alada creando un círculo de magia en el aire con la runa de sowelu en su interior "S".

-Espera, espera- dijo Viggo levantando sus manos y mostrando una expresión preocupada. Desde esta distancia sería demasiado peligroso recibir un ataque mágico de esos que podía hacer la guerrera alada -el Estus no te hizo nada malo. Te sientes bien ¿No? Es bueno, mira- Viggo acerco su mano a la botella, vertió un poco en su vaso de greda y dejo la botella a un lado. Después bebió el Estus de un solo sorbo y mostro una gran sonrisa como si todo estuviera bien. Bueno, después de un vaso de Estus, todo estaba más que bien. Después de todo, era una bebida que regeneraba la energía del alma y curaba las heridas físicas.

La guerrera alada lo quedó mirando con desconfianza mientras lo apuntaba con la varita, pero al final, soltó un suspiro y desvaneció la varita de su mano. Después se sentó de la otra esquina de la manta y miró a Viggo a los ojos. Después miró la botella y el vaso, volvió a mirar a Viggo y como este último no reaccionaba, ella frunció el ceño.

-Ooooh, lo entiendo, lo entiendo- dijo Viggo después de soportar esa mirada de reproche durante unos segundos -quieres que te sirva ¿verdad?-

La guerrera alada asintió. Viggo hizo una sonrisa incomoda y tomo la botella para servirle en el vaso de greda. Una vez servida la bebida, ella tomo el vaso y lo acercó a su nariz. Olió el contenido, sintiéndose feliz con el puro aroma. No sabía porque se sentía tan feliz, pero le gustaba este aroma. Era raro, pensó, desconfió de Viggo por un momento, pero al recordar que él bebió de la misma botella, pensó que no tenía nada de malo. Ella bebió el Estus y cuando lo probo, no pudo para hasta beberlo todo de un solo trago.

-Es…- dijo ella con una mirada llena de asombro, felicidad y preocupación -es lo más delicioso que haya probado en la vida-

-¿Verdad?- preguntó Viggo con una gran sonrisa

La guerrera alada quedó mirando al joven pelirrojo y al ver esa increíble sonrisa, se ruborizo, bajando la mirada. Entonces volvió a fruncir el ceño, pero esta vez enojada consigo misma.