De repente, la cola de acero del cyborg se dividió en tres puntas, apuntando al cuello de Altair, su columna vertebral y su cóccix. Altair sintió la ráfaga de viento detrás de él y movió ligeramente su cuerpo, tejiendo a través de las tres puntas de la cola. Se movía con precisión, a apenas un pelo de distancia, y se mantuvo firme sobre las púas en la espalda del cyborg, como una mariposa en un huracán. Tal control exquisito y agilidad desencadenaron un tsunami de rugidos y emoción de los apostadores, anunciando la llegada de una nueva deidad al pináculo de la arena.
¡Esto era de verdad una batalla por el primer puesto en la arena de combate!
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