—Se me cae la cara —pero él alarga la mano, acariciando mi mejilla con una mano cálida—. Estoy furioso de que te hayas puesto en peligro. Eso es todo.
Bueno, eso es justo.
Pero volvería a hacerlo. En un instante. No importa lo que él piense.
Sus ojos se estrechan. —Estás pensando en que lo harías de nuevo, ¿verdad? —La sospecha se cuela en su voz.
Tal vez sea mejor evitar la pregunta que responderla. —¿Y ahora qué hacemos?
—¿Con qué? —Su pulgar recorre mi mejilla, sus ojos dorados oscuros mientras me observa.
—Todo. Lisa. Los vampiros. Mis poderes.
—Él suspira—. No lo sé. Hay mucho en qué pensar.
Cuando su mano se aparta de mi cara, me siento decepcionada por la ausencia de su calidez. Aun así, intento concentrarme en lo que es importante. —¿Alguna vez has oído hablar del Príncipe Loco antes?
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