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Un perro infernal bastante educado

Los minutos pasaron sin pudor alguno, quedarse quietos no era su especialidad, pero puesto que Tyler había ido a investigar desde las alturas no podían permitirse abandonar su posición actual.

En circunstancias normales habrían atraído muchas miradas, siendo un grupo tan peculiar y parados frente a una guarida de bandidos sin moverse mucho por un buen rato era obvio que llamarían la atención, pero no fue así, no esta vez.

Las calles estaban inhóspitas, era como si los llantos de la guerra hubieran escapado de un recién formado páramo desolado en el cual miles de guerreros entregaron todo lo que tenían mediante una cruel resta en la que los denominadores eran sus vidas. Silencio sepulcral, puertas cerradas, los únicos que campaban a sus anchas eran los pájaros, para estos soplaban vientos de libertad, unos que guiaban sus alas permitiéndoles posarse allá donde quisieran.

Pasaron 7 minutos más, finalmente Tyler comenzó a regresar, se dejó caer en picada desde las alturas solo para extender sus alas instantes antes de aterrizar, eso le permitió generar un efecto retardado para planear de forma eficaz y no estamparse con las pedregosas calles.

—¿Qué has visto?—Preguntó Pnicas instantes después de que Tyler se posara frente a ellos.

—Es una guarida un tanto extraña, he podido ver un poco por las ventanas y me he fijado en las partes interiores, hay muchos bandidos, pero no he podido detectar a nadie de importancia.

—¿Cómo que de importancia?—Señaló Kevmel.

—Pues uno más grande y con mejores armas—Pronunció Aisha.

—Lo podrías ver así—Contestó el ángel cornudo.

—Muy bien.... Entonces, ¿Se os ocurre algo?

—Son bandidos, esos cobardes no deben de estar acostumbrados a pelear de frente, hay que emboscarlos—Declaró Pnicas.

—Me parece bien, no escaparan a su juicio—Secundó Tyler.

—.... Son bandidos, literalmente viven de rodear a la gente robar y hacer trampas, emboscarlos en su propia base es algo estúpido, lo mejor es engañarlos, debilitarlos de forma que no se den cuenta, incluso infiltrarse podría ser una buena idea.

Kevmel continuó con su discurso sin darse cuenta de que Aisha se había escabullido a sus espaldas, para cuando escucharon algo de ella fue demasiado tarde, se había acercado a la entrada noreste de la guarida, la misma calle por la que habían llegado al lugar, subido una pocas escaleras y tocado la puerta.

El nigromante quiso darse un golpe en la frente, para después propiciarle otro a sus demás compañeros, el no se había dado cuenta ¿Pero ellos tampoco? ¿En serio? No había tiempo para sandeces, Kevmel alzó sus manos en dirección a la puerta y una especie de partículas moradas comenzaron a aparecer en sus manos, por otro lado Pnicas corrió al extremo izquierdo donde todavía tapaban partes del edificio, eso le daría cobertura, Tyler por su parte alzó vuelo y se colocó 2 metros por encima de la puerta.

Aisha observó con divertimento el espectáculo que acababan de montar sus compañeros, aunque no duró mucho puesto que su atención volvió a ser captada por la puerta que lentamente se abría, esta apertura había revelado a un bandido joven, de cabello negro corto, barba de tres días, ropas estilo túnicas marrones, botas negras, ojos verdes y altura de 1.80, otra cosa a recalcar era que su mano derecha se encontraba ocupada, sostenía por el cuello una botella de vino.

—Buenos días señor.

El joven bandido dio un rápido chequeo a los alrededores con su mirada, no había nadie, después sintió algo agarrándolo de su túnica, era Aisha.

Sorprendido acercó su licor hacia su rostro y revisó los ingredientes con los que estaba hecho, sin mucho que objetar se agachó para así poder estar cara a cara con Aisha, lo que no sabía el bandido es que se había salvado de un lanzazo directo al cráneo y un rayo morado dirigido hacia su corazón.

—¿Qué ocurre señorita?—Parecía educado, pero la forma en la que hablaba, pronunciaba las eses y se balanceaba dejaban ver que estaba borracho, mucho además.

—Ah, teníamos que ver algo adentro del recinto, nos han mandado del otro lado de la ciudad.

El bandido ignoró el plural de las palabras de Aisha y se quedó con ´´Del otro lado de la ciudad´´

—Ah, vale vale, ya entiendo, eres la compradora ¿No?

—Ahm....—La kitsune se giró y miro a Kevmel provocando que el bandido también mirara en esa dirección, ahora si que era el momento de darse un golpe en la frente, y no sería flojo.

—Puff, si que va elegante el señor, ¿Eres su mascota? Definitivamente debe de ser el comprador. ¡Acérquese hombre no hay nada de que preocuparse!

El nigromante comenzó a andar hacia Aisha y el bandido, a la vez que sentía una molestia indescriptible, algo parecido a cuando caminas y los cordones de tus zapatillas se desatan y tienes que sentir su balanceo y choque constante, bueno parecido, algo peor. Cabe recalcar que a base de señas le indició a Pnicas que lo siguiera y a Tyler que descendiera.

—Sois un grupo peculiar, pero no estoy aquí para juzgar, la mercancía está en el interior, si me hacen el favor de seguirme caballeros—Entonces dio media vuelta y comenzó a caminar.

—Que injusto, a vosotros os a dicho caballeros y a mi no.

—Creo que es porque piensa que eres una esclava, además de una mujer así que para ti sería más bien dama—Señaló Tyler.

Sin más que decir al respecto y aprovechando la oportunidad de oro que les había brindado el alcohol el valeroso grupo se adentró en las profundidades de la desconocida guarida, largos pasillos y salones adornados con muebles y cuadros lujosos, innumerables habitaciones de las cuales escapan ruidos de jolgorio, guardias que saludan de forma medianamente respetuosa y miradas extrañas, todo eso y mucho más en un recinto cuya principal población eran ladrones.

De tanto en cuanto el bandido que los guiaba parecía perderse, quizá era por su estado de borrachera o quizá porque era alguien nuevo, lo que si que era seguro es que habían tardado en llegar a su destino más de lo que deberían, a juzgar por sus movimientos parecía estar intentando perderlos, en realidad era una buena estrategia, no puedes dejar que cualquiera se meta en tu guarida y guiarlo por los lugares más rápidos y con menos gente, hay que llevarlo por los pasillos más largos para que la persona en cuestión esté segura de que no podrá escapar si hace algo, claro, a no ser que quiera tirarse por la ventana.

Tras un cuarto de hora caminando llegaron frente a una puerta de madera, debía de ser de roble además parecía bastante resistente y limpia.

—Jaballeros de ají en adelante se encargan mis jompas—El licor hizo mella en su pronunciación.

Abrió la puerta sin siquiera tocar, saludó a las personas de adentro sin siquiera fijarse en quienes eran y se retiró del lugar. Ni Kevmel, ni Pnicas, ni Aisha ni Tyler daban crédito a lo que sus ojos veían en el interior de aquella sala.

El habitáculo era ciertamente amplio, su forma estructural era la de un rectángulo bastante ancho y en su interior habían 2 puertas, una para salir al patio interior y otra que conducía a otra sala, en cuanto a los muebles y decoración varios cuadros, una chimenea una gran mesa y varias sillas daban el pego, pero lo importante no era eso.

Sentados el uno al frente del otro 2 bandidos jugaban a las cartas, pero al lado de un bandido había un Troll y al lado del otro un perro infernal, lo extraño del asunto era que el Troll se encontraba indeciso mientras movía una ficha de ajedrez y el perro infernal parecía estar preparando su siguiente jugada.

—Oh, debéis de ser el grupo de investigación ¿Cierto?—Dijo uno de los bandidos a la vez que dejaba sus cartas bocabajo contra la mesa.

—Así es, venimos por la mercancía—Mintió Kevmel.

—Me imagino que mi demacrado compañero hizo las preguntas pertinentes.

—Hm, por supuesto, además—Kevmel metió su mano en la túnica y sacó su bolsa, la abrió un poco y dejo ver un algo de sus monedas de oro—El tiempo vuela, creo que podemos saltarnos lo innecesario.

—Ciertamente—Entonces el bandido se alzó de su asiento y se acercó a Kevmel, mientras eso ocurría su compañero tomó sin ningún pudor sus cartas y las revisó.

—¿Combo? ¿Otra vez? ¿Me estás haciendo trampas cabronazo?

—Eres tú que barajas muy mal, ahora deja que me encargue de los señores, serán 40 monedas de oro.

—Hm, primero queremos ver la mercancía—Señaló ávidamente Tyler.

—Por supuesto, está ahí detrás jugando al ajedrez, por lo pronto ha demostrado mayor inteligencia que el guardia Troll.

Ahí fue cuando se quedaron paralizados, cuando uno escucha ´´La mercancía´´ saliendo de la boca de un bandido se imagina: armas, drogas u órganos. ¿Pero un perro infernal? ¿Qué se supone que hace para que lo tengan unos bandidos en su guarida jugando al ajedrez?

Kevmel estaba sin palabras, el bandido frente a ellos pudo haber empezado a sospechar de no ser por Pnicas que intervino de forma rápida.

—Veo desde aquí que está sano, no necesitamos mucho más papeleo.

—Hm... Su compañero que ha quedado un poco estupefacto ¿Hay algún problema?

—Eh.... Ah, si, las cosas no han ido muy bien últimamente, así que 40 monedas de oro le debe de haber parecido mucho.

—Ya veo, bueno, realmente no lo vamos a notar, y se que llegará el momento en el que volváis por más mercancía, solo por esta vez puedo dejar su precio a 30 monedas.

Sin titubear ni por un segundo Kevmel sacó las monedas y se las entregó al bandido, este volvió con las monedas a la mesa en la que jugaba a las cartas, sacó un balancín y comprobó su peso, para cuando consideró que todo estaba bien las dejó encima de la mesa como si nada.

—Tú, te puedes ir, ya no hay lugar para ti.

El perro infernal lo miró y después redirigió su mirada hacia el troll.

—Ha sido un placer mi buen compañero de juegos, espero que encontremos algún lugar en el espacio y el tiempo para jugar una vez más, por ahora me despido de vos.

La bestia abandonó la mesa y se dirigió hacia el grupo de 4, que cabía recalcar, estaba totalmente atónito por la facilidad de lenguaje del monstruo, se supone que los perros del infierno solo hablan el idioma infernal, además de eso su léxico se reduce al infernal de las bestias, algo paupérrimo gramaticalmente hablando.

—Pueden salir por el mismo lugar que entraron, si encuentran alguna dificultad no duden en pedir ayuda, espero que nos volvamos a encontrar—Juntó sus cartas y se las entregó a su compañero para que las barajara.

Su infiltración había sido un fracaso en lo que se refiere a un plan, pero una increíble victoria en otro aspecto, ahora tenían en su poder un perro infernal capaz de comunicarse con ellos y que había estado por la guarida, además, legítimamente el era ahora propiedad del equipo, no habían firmado nada, pero los bandidos son así, su ley funciona de una forma un tanto diferente en los que a tráfico de ciertas cosas se refiere.

A paso rápido abandonaron la guarida y una vez en el exterior Kevmel comenzó a desahogarse a la distancia, Aisha lo observó a todo lujo de detalles mientras que Tyler se quedó pensando en lo que acababa de pasar, el único que no se veía demasiado afectado era Pnicas que miraba con genuina admiración al perro infernal.

Exceptuando por su piel oscura como la sangre seca, sus terribles fauces y garras y su tamaño por encima de cualquier perro mediano, aquella criatura no se alejaba mucho de un lobo convencional.

—Hola, me llamo Pnicas, es un placer, me gustan mucho tus colores ¿Puedes escupir fuego?

—Encantado caballero, estoy agradecido por el cumplido, y sí, soy capaz de escupir fuego, aunque esta boca que tengo prefiero utilizarla en los dialectos.

—Eres muy curioso, tengo muchas preguntas, pero primero, ¿Cómo decías que te llamabas?

—Oh yo no poseo ningún nombre, no señor, creo que sería pertinente tener uno, quizá quieran decidir uno entre todos, ¿Debería de llamarlos?—Preguntó con cortesía.

—Oh no, déjalos, a ellos les da igual, yo te pondré el nombre, decidido.

Pnicas había sido un guerrero desde que tenía uso de razón, era por eso que estaba tan obsesionado con las bestias, a pesar de sus estatus como caballero no había tenido la oportunidad de cabalgar ni comandar ningún tipo de bestia, el hecho de que se le presentara una justo en frente de sus ojos la cual manejaba el fuego como él y que además podía entenderlo a la perfección lo había dejado con un sentimiento de deseo por obtener la compañía en batalla de aquella criatura.

—¿Qué propone entonces?

—Un nombre poderoso que inspire terror pero que al mismo tiempo deje en claro que no eres un cualquiera, una bestia con estilo y etiqueta. Ya sé, serás el poderoso Stuart.

El sonido de Kevmel dándose un buen golpe en la frente vino después de forjar el nombre del perro infernal, Tyler se alejó de sus pensamientos anonadado por lo que acababa de escuchar y finalmente Aisha miró con extrañez y los ojos entrecerrados a Pnicas, no sabía muy bien lo que acababa de ocurrir, 2 minutos sin mirar habían sido suficientes para eso.