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Movimiento tras la preparación

El aire frígido impactaba sin piedad en contra de las partes desnudas de la maltratada armadura del caballero, pero él se mantenía estoico, imperturbable.

Su mirada era distraida y sus movimientos un poco torpes, hasta el punto de que sus botas comenzaron a hacer ruidos extraños, él no sabía si se debían a la mugre y sangre pegadas en su suela o a que quizá también habían sido afectadas por su combate, fuera como fuere no se le pasó por la cabeza que quizá estaba realizando mal uno de los actos más comunes: Caminar.

Hacía escasos minutos que había abandonado el local de Don Giovanni, la mejora había sido un éxito según el herrero y aunque cordialmente invitó a Pnicas a quedarse un rato para revisar la espada el solo se puso de patitas en la calle, no quería abusar de la amabilidad de alguien, pero ahora que lo pensaba, desde otra perspectiva y con el viento frío dándole en la cara, no era tan mala idea revisar su espada, por eso de que la necesita para sobrevivir y esas cosas.

Su rostro reflejaba la calma del ojo de la tormenta, un oasis de paz y tranquilidad inalterable, pero sus adentros se quejaban como si de un niño pequeño se tratara. Lo hecho, hecho estaba y por más que quisiera no podría cambiar el pasado, ahora solo le quedaba volver, volver con sus compañeros, con suerte alguno lo ayudaría con su dilema.

En el pasado, y no tan en el pasado en realidad, Pnicas se había esforzado por no llamar la atención por las calles, pero ahora eso no le importaba en lo más mínimo, lo cuál pareció tener un efecto positivo, antes se veía como un tipo sospechoso, de pintas extrañas y con prisa, ahora solo era un aventurero vapuleado que volvía de una misión, y eso no tenía nada de raro.

A medida que avanzaba el recuerdo de una voz intrusa en el local de Don Giovanni lo atacaba, en ningún momento le comentó eso al mago/cocinero/herrero, no quería preocuparlo, pero el hecho de que solo lo hubiera oído él era preocupante. A su compañero Kevmel lo había maldecido un diablo, ¿A él también? Imposible, él era un caballero puro, no podría estar maldito de ninguna manera, ¿Pero entonces qué era?

Perdido en sus pensamientos pero sin perder el rumbo en la realidad llegó hasta la plaza en la que vieron el cartel, se acercó a él y lo leyó una vez más:

´´Debido a un inconveniente de peligro 3, 1-20, no se le permitirá el paso a nadie que no posea licencia, inmunidad al veneno, o sea miembro del consejo de invocadores, agradecemos su comprensión.´´

—¿Inmunidad al veneno? Pff.... Solo con eso no te escapas de esas fauces ¿Quién pone estos carteles?—No pudo evitar decir—Aunque para empezar ¿Qué hacía un basilisco ahí?

—Creo que solo quería tomar el sol—Sentenció.

—Podría ser—Respondió a la vez que giraba su cabeza de lado a lado, no había nadie—Cómo sea.

Pnicas continuó con su camino, cuanto antes se reuniera con sus compañeros mejor, la forma que estaba teniendo aquel ente misterioso de comunicarse con él era telepática, o al menos eso creía él, y teniendo en cuenta que lo que de verdad se le daba bien era pelear romperse la cabeza intentando descifrar aquello no lo llevaría a ningún lado, lo mejor sería que alguno de los dos magos de su grupo lanzara algún hechizo que pudiera descifrarlo, si es que algo así existía claro, y si no su fiel, poderoso, imponente y de buen ver compañero podría ayudarlo.

El nigromante yacía en el suelo, se había desplomado después lanzar un hechizo muy por encima de sus posibilidades, a su lado izquierdo se encontraba Stuart quien revisaba muy meticulósamente la carta que Aisha le había dado, al lado derecho se encontraba la ya mencionada, estaba apoyada con las rodillas en el suelo y muy cerca de Kevmel, lo tocaba el rostro repetidas veces con el dedo índice en un proceso que nada tenía que envidiar ninguna revisión médica, Tyler, que se encontraba frente a Aisha, no dudó en que si la kitsune hubiera tenido un palo lo habría usado.

—Señorita—Dijo Stuart—Creo que me hago una idea de quien le puedo haber escrito.

—¿Sabes quién es?—Preguntó intrigada.

—No, pero es tan peculiar que si lo viera podría reconocerlo.

—¿Ah sí? ¿Qué es lo que te ha llamado la atención?

—Para empezar tiene una forma de escribir extravagante pero muy hermosa, cada letra está escrita con suma precisión, los márgenes son perfectos, hay exáctamente el mismo espacio en cada lado, algo que no es tan difícil de conseguir si se tiene práctica, pero por la naturaleza de este mensaje debió de haber sido escrito en poco tiempo, por otro lado me doy cuenta de que el sujeto que escribió esto puede tener una obsesión hacia el número cinco, quizá solo sea casualidad o le quisiera poner especial énfasis en esta ocasión, pero es algo a tener en cuenta, además la tinta del mensaje es azul, difiere un poco del típico negro, es como si quisiera destacar pero de manera ordinaria, finalmente dice que le gustaría cruzarse con nosotros, lo cual es extraño, el nos ha observado desde la distancia pero no ha querido acercarse, pero aún así quiere encontrarse con nosotros, puede ser alguien peligroso.

—Ya veo—Continuó tocando el rostro de Kevmel, ahora con 2 dedos, se había emocionado—Parece alguien curioso.

—Estoy seguro de que si nos llegáramos a cruzar con él, pero de forma indirecta, es decir sin él anunciarse ante nosotros, podría reconocerlo, debe de tener rasgos peculiares.

—Hm.... Entonces avísame si lo ves. Gracias por la ayuda Stuart—Abandonó su ´´chequeo´´ constante para dirigirse al perro infernal y abrazarlo, este no se quejó en ningún momento.

Tyler estuvo a punto de intervenir, parecía querer decirle algo a Aisha, pero la intensificada voz de Pnicas hizo acto de presencia, él andó, trotó y acabo corriendo para llegar cuanto antes. Tyler dio un pequeño suspiro, quizá intentando hacerle competencia a Kevmel y saludó a su compañero.

—Tú no te cansas ¿Eh?

—No, la verdad no.

—¿Hm? Oye-

—¡Aisha! ¿¡Qué le haces a Stuart?!—Exclamó a la vez que veía a su compañero entre las garras de la kitsune, se le había caído el alma a los pies.

—¿Cómo?—Lo miró a la vez que movía su cola de lado a lado.

Pnicas observó entonces la muestra de afecto y se calmó, Aisha era alguien un poco rara y que comía mucho para su tamaño, la sola idea de ella acercándose a Stuart para olisquearlo y probarlo lo hacía temer por su compañero.

—Yo.... Te he fallado Stuart—Sentenció con pena.

La sola idea de que una bestia tan poderosa como legendaria, no podía tratarse de nada más si era su compañero, pudiera ser devorada por una kitsune cuya principal característica a primera vista era la suavidad en su pelaje no era nada más ni nada menos que una deshonra. El caballero se acercó al perro infernal, se inclinó para estar a su misma altura y pidió perdón.

Aisha no pudo evitar mirar todo esto con condescendencia, si lo hubiera hecho de otra forma habría mirado muy mal a su compañero y a Tyler seguramente también por haber visto todo y no haber hecho nada.

A veces la vida es dura, hay quienes deben luchar a cada instante por su supervivencia, otros que deben de traicionar y robar aunque no esté en su ser dañar a otros, otros deberán de vivir esclavos y finalmente hay una variedad especial que a da igual el momento en el que se pare a apreciar el panorama o lo que ha ocurrido, siempre verá una escena fuera de lugar.

Tirado ahí en el suelo, sin nadie que le preste atención, después de haber roto sus límites por el bien del equipo yace Kevmel, que lo primero que ve nada más levantarse es a Pnicas haciendo cosas raras y Aisha mirando acusativamente a Tyler quien intenta mantenerse en el duelo de miradas con la ktisune.

—Oh madre—Dijo en tono sosegado a la vez que alzaba su mano derecha al cielo—¿En qué momento dejé de ser feliz?—Se cuestionó.

—¡Despertó Kevmel!—Abandonó su duelo de miradas y se avalanzó contra el ya derrotado nigromante.

Aisha cayó en el abdomen de Kevmel haciendo que soltará todo el aire acumulado, el proceso de inspiración tranquilo que había experimentado fue violéntamente opacado por un salto en plancha.

Tras esos instantes de dolor se reunió el resto del grupo con Aisha y Kevmel, parecía ser que Pnicas ya se había disculpado de manera pertinente con Stuart y Tyler no podía simplemente quedarse mirando ¿O sí podía? De todas formas estaba trabajando en grupo así que debía unirse.

—Todos—Dijo de manera pesada—Recordáis lo que dijimos sobre el basilisco y la recompensa ¿No?—No se esforzó por levantar la cabeza ni un poco, el cielo azul era relajante.

Todos asintieron con excepción de Pnicas, su problema no era si lo recordaba o no, el tenía otro un tanto más directo.

—Verás Kevmel, mi armadura está en bastante mal estado y no tengo el dinero necesario para repararla, no sé si sabes a donde quiero llegar—Concluyó con un poco de vergüenza.

—No te preocupes—Intervino rápidamente Aisha—Yo puedo reparar tu armadura con un hechizo, tardaré un rato y tendré que lanzarlo varias veces, pero al final la repararé.

—¿Qué hechizo es ese?—Preguntó Tyler con curiosidad.

—Se llama ´´Reparar´´, es del primer nivel, puedo hacer un objeto vuelva a su mejor estado si no es mágico, pero aún así necesitaré que me traigas algunos pedazos de tu armadura, creo que todavía hay algunos desparramados por donde peleamos.

—Allá que voy entonces, gracias.

Y sin más el caballero se fue como vino, corriendo.

—Es curioso, ¿Qué tipo de interés tienes por los hechizos de reparación Tyler?—Preguntó Stuart.

—Sería interesante si podemos reparar armas y armaduras que robaron los bandidos así como sus prendas, podríamos acabar por devolverlas, si no encontramos a los dueños legítimos donarlas.

—Creo que será la segunda opción ¿Cómo planeas encontrar a los dueños originales?

—Solo hay que atar a un bandido y torturarlo hasta que hable.

—¿Y tú eras un ángel? ¿Un paladín del bien?—Dijo con recochineo el nigromante.

—No me malinterpretes, yo hago llegar el juicio a quien se lo merece, si ya se han ensuciado con la maldad no puedo hacer nada por ellos excepto enviarlos al otro mundo, allí dios hará su parte, para ponerlo fácil te diré pase lo que pase yo no perdono, dios sí, yo no escucho tus súplicas, dios sí.

—Entonces Tyler en uno de esos sados—Dijo Aisha a la vez que tocaba su mentón un tanto dubitativa.

—Simplemente soy un castigador—Se escuchó una pequeña risa—Será mi lanza la que acabe con los ominosos, luego lo que les pase después....

—Esa es la parte que más te gusta ¿Eh? Confiesa ángel pervertido—Proclamó acusativamente.

—Me voy a ayudar a Pnicas.

Y así, como si nunca hubiersa estado en aquel lugar, el ángel redentor Tyler se retira para buscar pedazos de armadura.

Sin mucho que hacer, Kevmel se quedó divagando en sus pensamientos a la par que Aisha jugaba con él, es decir, lo molestaba de formas creativas a ver si hacía algo nuevo, era como si estuviera buscando un nuevo botón capaz de generar un nuevo efecto en una máquina, por otro lado Stuart se dedicó a mirar, pensó en intervenir varias veces, pero como Kevmel nunca se quejó, no de forma audible, decidió no entrometerse.

20 minutos después regresaron ambos guerreros con varios trozos de metal en un estado cuanto menos deplorable, ni qué decir que a Aisha le costó el triple para reformar todo, pero no fue un proceso aburrido del todo puesto que Pnicas se dedicó a hablar sobre algo medianamente interesante para el grupo.

—A veces escucho voces.

—¿Es en serio?—Kevmel no podía creerlo.

—¿Y qué te dicen?—Preguntó Tyler.

—Esto no va en serio....

—No me han dicho casi nada, solo las he escuchado dos veces.

—¿No será que te dijeron que fueras a comprar 2 panes?

—No, no. No parecían hambrientas.

—Muy bien entonces, ¿Cuándo empezaste a escucharlas?

—Después de añadir el diente de basilisco a mi espada.

—¿No será el espíritu vengativo del basilisco?—Después de formular esa pregunta Tyler pidió perdón, ya se había dado cuenta de su error.

—A ver, no suenan muy monstruosas, son más normales.

—Describe ´´normales´´.

—Pues como la tuya o la mía pero más grave.

—¿No será que la espada tenía desde un principio algo metido dentro de ella y ahora que se le a aplicado una mejora mágica a despertado?—Argumentó Stuart.

—Podría ser ¿De donde viene esa espada?—Dijo mientras señalaba la hoja enfundada.

—Es una reliquia, la espada de la orden del fénix, me la dio mi maestro como muestra de compromiso, me dijo que se iría haciendo cada vez más fuerte según yo consiguiera más poder.

—Oh, esas espadas suelen tener algo dentro, si mejoran de forma dual con su portador es que hay algo, cuando duermas esta noche prueba a concentrarte mientras sostienes la espada.

—¿No puede ser meditando?

—Supongo que da igual—Terminó por decir el ángel a la par que se encogía de hombros.

—Muy bien entonces, si habéis acabado con eso....—Se levantó del suelo—Va siendo hora de ir moviéndose.

Kevmel dijo eso con un tono de voz cansado, él no era del tipo de personas vulgares que utilizarían insultos para definir a alguien, pero desde luego, de no ser porque tenía sentido que la espada pudiera hablar, su grupo se habría transformado en: Aisha la destructora de esperanzas, Pnicas el esquizofrénico, Tyler el ángel extraño, cornudo y que llama la atención y Stuart el perro con más cordura que los ya mencionados.