Desde lo alto en el aire, Atticus podía ver todo lo necesario para que una ciudad prosperara. Había mercados y lo que parecían ser edificios gubernamentales. Incluso podía ver algunas bestias humanoides vestidas idénticamente en uniformes, patrullando las calles.
—Todo este espacio es una manifestación de mi voluntad, mi poder. No nace del maná, la fuerza o la habilidad solos. El poder de la voluntad—la esencia que une todas las acciones a sus resultados. Cuando actúo, no es meramente una decisión o elección. Es un comando absoluto de mi voluntad sobre la realidad misma —dijo el soberano.
—No negocia, no vacila, impone —continuó.
La entereza del comportamiento del soberano había cambiado, volviéndose serio. Atticus podía sentir el peso de sus palabras en el aire.
Su aura abarcaba la totalidad del abismo, y las bestias abajo, merodeando las calles, de repente se detuvieron y dejaron de hacer todo lo que estaban haciendo.
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