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Apartamento 201

Urban
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Zusammenfassung

Christine Moore y Ryan McShane se enfrentan a vivir juntos después que el demente destino se apresuró a juntarlos. Ella quería mantener las distancias para llevar una sana convivencia, al fin y al cabo estaba muy herida, pero él, no hacía más que acercarse cada vez que podía. Cuando Christine decide que quiere ser parte de su vida, Ryan le pide ayuda para conquistar a la chica que siempre ha amado. Christine ahora se debate entre conquistarlo o ayudarle a que luche por su amor.

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Chapter 1Capítulo 1

"Magnífico hogar"

¿Quieres vivir sola? ¡No busques más! Este es un estupendo lugar al que puedes llamar hogar.

¡No te arrepentirás!

•No se permiten perros, gatos, conejos, hamsters... Ninguna clase de animales.

•Tampoco niños, tíos, abuelos, primos, hermanos, etc.

•Sólo para una persona(sin acompañante)

•Hora de llegada "7:00 p.m"

•Ducharse máximo una vez al día.

Me había llamado la atención sus rimas, pero caramba, ¿Sabe quién irá a vivir en su magnífico hogar...?

"Super apartamento"

¿Qué? ¿Acaso tiene super poderes?

Únicamente para chicas, de preferencia bonitas; de veinticinco a treinta años(ni más ni menos. No intenten engañarnos) Soltera y sin hijos. Que le guste las fiestas.

¿Qué clase de anuncios eran estos? ¿No había uno normal? 

"Apartamento"

Dos alcobas, una cocina, dos baños y una sala de estar.

Si está interesado, comuníquese a este número...

Estaba viendo el periódico en busca de un apartamento debido a que en donde estoy viviendo, me pidieron desalojar; Norah, la que me arrendó la habitación está a punto de tener su cuarto hijo y necesita espacio en su casa.

Afortunadamente, me dio un lapso de tiempo para encontrar dónde alojarme, ya que ella sabía que no tenía a nadie en esta ciudad. 

-¿Hola?-Pregunté hacia el otro lado de la línea; estaba llamando para que me dieran información acerca de ese apartamento-. He visto el anuncio en el periódico, me preguntaba si aún esta disponible...

-Estupendo... ¿Le parece bien si paso a ir a verlo?-Pregunté. Aún estaba desocupado-. No se preocupe. Estaré en una hora. Gracias.

Bueno, quién fuera quién me haya contestado, era agradable. Eso era lo único que necesitaba para salir de mi pequeño caparazón donde Norah me tenía protegida.

Debo reconocer que me daba un poco de miedo, pero no por el cambio, sino por dejar atrás lo que ya estaba acostumbrada a tener.

Sin duda, iba a extrañar a esa mujer y a sus tres traviesos hijos, pero tenía que hacerlo. La única otra opción era volver a vivir con mis padres y eso ni si quiera debía ser una opción. Ya estaba lo suficiente mayorcita como para estar bajo las alas de mis padres.

Bajé al garaje donde tenía a mi pequeña, la que me ayudaba a transportarme siempre; sencilla pero guerrera. Mi Honda Scoopy, me la habían regalado mis padres de cumpleaños ya que saben que soy aficionada a todo tipo de motos. Claro, lo típico era que me dieran un auto. Sin embargo, me dieron la oportunidad con la condición de tener responsabilidad. A ver, ¡era una Scoopy!

Lastimosamente estaba teniendo varios problemas con ella; me estaba molestando y aunque tenía conocimiento, había llegado al punto de que no sabía que podía tener.

Primero era la bujía, compré una nueva, y se suponía que todo iba a estar bien, pero un tiempo después volvía a molestarme, y ésta vez se suponía que era el carburador, ya lo habían limpiado y esperaba que realmente funcionara.

Me subí a ella e intenté encenderla.

El mecánico me dijo que iba a poder hacerlo sin ningún problema porque ya no había nada de que preocuparse y que ya podía estar tranquila.

Primer intento.

Segundo intento.

Tercer intento.

Suspiré. A esta altura iba a hacer todos los grados de la escuela.

Ya qué. Otro día más sin mi Scoopy. Iría en autobús. No podía desperdiciar dinero en taxi y no le diría a Norah que me prestara su auto. No, definitivamente no.

Salí del garaje derrotada y me dirigí a la puerta de la casa.

De sólo pensar que tenía que caminar como dos mil manzanas para tomar el autobús que tenía como dos millones de personas en él, aún me sorprendía como cabían tantos, luego estar de pie como por dos hora, soportando todo el calor que irradiaban las dos mil personas del autobús, hasta que llegaba agotada a mi destino.

Sí, el autobús era un infierno. Odiaba tener que hacerlo, pero esta era una urgencia. Recuerdo que una vez caminé como por hora y media sólo porque no quería tomar el autobús y mi Scoopy estaba averiada, después de allí me enfermé.

Oh, esperen, eso fue hace dos días. 

-Chris, ¿a dónde vas?

Oh, oh.

-Voy a...a hacer ejercicio, sí a eso.-Mi voz salió totalmente temblorosa.

-Chris...-Alargó.

-Hace tiempo no lo hago, Norah-susurré.

-Quieres decir, ¿nunca?

Rayos.

-Creo que encontré...eh... Ya sabes, apartamento... Y...y voy a ir a verlo pero...mi Scoopy no enciende y...tengo que tomar el autobús porque está un poco lejos.

Yo era de las pocas personas que hablaba, y como no lo hacía muy seguido, cuando lo hacía, lo hacía con demasiada torpeza. Así qué evitaba hacerlo. Aunque con Norah, era más que sílabas. Definitivamente la iba a extrañar.

-¿Y por qué no me pediste mi auto?-Preguntó con los brazos en jarra.

Porque soy muy torpe.

Me encogí de hombros.

-Anda. Ya sabes donde encontrarlo.-Me tendió las llaves.

Lo pensé un momento, pero era eso o el autobús.

Tímidamente, tomé las llaves y con un asentimiento de cabeza, decía lo que probablemente me iba a salir con estupidez: "gracias."

Volví al garaje, esta vez por el auto.

Aunque estaba más tranquila porque no tenía que tomar el autobús, ahora mis nervios florecían debido a que el auto de Norah era algo que temía dañar y luego tenía que comprometerme a pagar. Sí, el auto era algo viejo, pero era un clásico.

Era un Chevrolet c-10. Te tomarías el tiempo para apreciarlo un poco y ya sabes, detenerte pensar como ha avanzado el mundo y la inteligencia humana.

Con dedos temblorosos metí la llave, por suerte este si encendió.

Norah ya había levantado la puerta del garaje. Hice el cambio y pisé el acelerador.

¿Sería malo empezar de nuevo? ¿Nueva gente? ¿Le caería bien a los vecinos?

Sacudí mi cabeza para poder concentrarme en el camino.

Una de las desventajas de conducir un auto, era que me distraía mucho, debido a que no hablo nada, todo se acumulaba en mis pensamientos y mi cabeza era hecha un lío. En cambio, en una motocicleta podía sentir la adrenalina sin detenerme a pensar en nada.

Por suerte, llegué al edificio y sin ningún rasguño al auto. Todo va bien, Christine, no lo eches a perder.

Llegué a recepción y pregunté por el apartamento, y el de seguridad sólo me dijo que siguiera hasta el segundo piso.

Bien, ahí vamos.

Lastimosamente no tenía ascensor y me tocaba subir las escaleras.

Empezamos mal, el ejercicio no era lo mío.

Cuando llegué, prácticamente sin oxígeno, debo aclarar. Toqué como pude el timbre que éste tenía y me abrió un señor, algo sonriente, lo que me causó un poco de escalofríos.

-¿Christine?

Asentí como respuesta.

-Bien, ¿quieres pasar a verlo?-preguntó, amablemente pero con esa sonrisa para nada confiable. 

-Sí.-Lo único que puedo pronunciar a la perfección.

Él me abrió paso y para entrar y así hice.

Estuve analizándolo, era cómodo para mí, pero tenía varias objeciones que no me iba dejar sentirme bien, lo cual sólo iba a provocar ansiedad. Y eran las siguientes:

•La sonrisa del señor no me inspiraba confianza.  •El apartamento era demasiado grande como para al menos dos mil ladrones.  •Estaba un poco abandonado.  •Creo haber visto a una cucaracha gigante.  •Estaba fuera de mi presupuesto.  •Y estaba un poco alejado del mundo como para un secuestro exitoso. •La señal de mi teléfono sólo tenía dos rayas.

Sí. Por suerte sólo eran esas pequeñas objeciones.

-¿Y bien? ¿Qué le parece? ¿Está bien para usted, señorita?-Preguntó con cautela.

-Lindo.

No, no lo está. Dile que lo piensas y sal de ahí, Christine.

-Excelente. ¿Entonces le interesa?

No.

-Quizá.

Bueno, al menos no dijiste "sí", como sueles hacerlo siempre.

-Supongo que espero su llamada.

No.

-Sí.-Sonrió.

Sí, Christine, ya te estabas tardando para decir tu palabra favorita.

-Bien. Creo que es todo.

Asentí.

-Gracias. Debo irme.

Sin darle tiempo a reaccionar, salí de allí lo más rápido que pude. Ese era otro punto mío. Le huía a las despedidas o tener que saludar a alguien con contacto físico.

Cuando estuve fuera del edificio, fui directamente al auto y me aproximé a subir, no sin antes pisar un charco con el agua más desagradable que había visto en mi vida.

¿Otro factor de Christine? TOC. Sí, señor. Trastorno obsesivo compulsivo. ¿Y ahora?

Estaba que maldecía a todos los charcos existentes de la ciudad, pero eso sólo atraía negatividad a mi vida y tenía sólo que estar rodeada de energía positiva debido a que se me estaban agotando las posibilidades de encontrar un apartamento y el tiempo parecía no tener compasión de ella.

Con un notorio asco, entro al auto y comienzo a andar.

Siguiente factor de Christine, impaciencia.

Ahora el tráfico quería hacer mi vida más complicada, y moría de hambre y de encontrar un apartamento.

Lentamente me involucré en el tráfico para estar atascada por horas.

***

Cuarenta y cinco minutos había pasado y aún seguía atrapada en el tráfico.

Sigamos con los factores de Christine, el siguiente es, malhumorada.

Podías decir "a" y ya yo estaba enojada contigo, con mis padres, con el mundo y hasta con la galaxia.

Y ahora estaba enojada porque tenía hambre y sueño. Y mi húmedo pie estaba comenzando a molestar y sentía que esté desaparecía por el agua sucia, agregándole que los autos no querían avanzar.

Estaba que los invitaba a tomar té.

Si tu viera mi Scoopy, todo sería más fácil ya que siendo una motocicleta, era más fácil esquivar a los autos, pero no, la Scoopy tenía que hacerse la especial y no encender para mí.

Frustrada, cuando vi la oportunidad de meterme en otro carril para poder avanzar más rápido, una belleza no dejaba hacerlo. Y cuando digo una belleza, era una belleza.

Era una Harley Davidson modelo 2015, que estaba a mi lado impidiéndome el paso. La hubiera apreciado de no ser porque mi mal humor llevaba el liderazgo en los dos mil ánimos de Christine.

Así que como pude, me metí y logré entrar en el carril.

Lo único que pude sentir fue un fuerte golpe que recibió el c-10.

¿Pero qué...?

Miré por el retrovisor, y vi que la Harley pudo escabullirse para alcanzarme de nuevo.

Había pateado el auto.

-¿Creíste que te saldrías con la tuya? Clásico, pero ya estamos un poco viejo, amigo, ¿no crees?

Otras personas le tumbaban de la moto y le harían tragar sus palabras.

¿Yo? Yo me quedé ahí viendo como la Harley y su dueño se iban. Aunque mi malhumor y mi hambre no. Así que con todas las agallas que tenía, saqué mi cabeza por la ventana y salió mi no magnífico insulto:

-¡Imbécil!

***

Aún seguía atascada en el jodido tráfico. No sé que iba a ser de mi vida si seguía de esa manera. Sentía que no avanzaba nada.

Giré hacia la izquierda para ver si podía salirme del nudo de autos que estaban frente a mí.

Menos mal y esta calle estaba menos congestionada, algo para calmar mi buen humor.

Miré hacia un edificio que me llamó la atención, debido a que tenía algo anormal:

Un letrero. Pequeño, pero notable.

No lo pensé más y parqueé el auto al otro lado de la calle. Bajé del auto y me fui directamente a preguntar por el.

Se veía muy costoso, esperaba que no lo fuera. Bueno, tenía que creer que sería así, ¿o no?

Llegó, y de nuevo me encontré con un sujeto de seguridad, el cual me dijo que podía pasar y que tenía suerte porque era día de visitas. A estas alturas iba a tener amigos de seguridad.

Tenía ascensor. Empezamos bien.

Con un poco más de energía, pero menos de la que tuviera si hubiese comido ya, me dirigí hacia el departamento.

Una joven estaba esperando en la puerta y se estaba despidiendo, de los que creo que estaban viendo el apartamento.

Espero que no lo hayan vendido.

-Hola. Vi el...el...eh... Anuncia...anuncio y me preguntaba si, si todavía estra...está disponible.

La joven ejecutiva me sonrió.

-Lo siento. Acabo de cerrar el trato.

¡Mierda! ¡¿Hablé bastante por nada?!

-Oh.-Fue lo único que pude pronunciar.

-¿Necesitas algo más?

Sí, claro, una taza de té mientras consigo un departamento en renta.

-N...no.

Ella, con asentimiento de cabeza, se dirigió hacia el ascensor dejándome sola.

Bien, este tampoco era el indicado.

Definitivo: iría a vivir debajo el puente.

Suspiré de frustración.

-¡Hey!-Sentí que susurraron fuertemente.

Miré hacia todos lados. Nada.

-¡Hey!-Insistieron.

Una señora, con algo de cabello blanco y con una felicidad de niña pequeña y traviesa me llamaba.

Lentamente y con cautela me acerqué a ella.

Por favor, que no me vaya atacar como la señora de la vez pasada. Por favor, que no lo haga. Por favor.

Sí. Las señoras con cierta edad ya un poco maduras me perseguían, pero siempre terminaba siendo agredidas por ellas. ¿Por qué? ¡No lo sé!

-Vi que estabas buscando apartamento-siguió susurrando.

Yo asentí.

-Yo estoy rentando el mío porque mi casita está en construcción y estoy necesitando el dinero para la remodelación. ¿Te gustaría verlo?

¿Por qué susurraba si de todos modos no había nadie en el pasillo?

-Por fav-Me interrumpió-. Shhhhhh.

Puso uno de sus arrugados dedos en mis labios exageradamente para que no hablara.

¡Yo ni hablo, abuela!

-Ven-susurró.

La seguí, hasta que llegamos a su apartamento.

Me dejó pasar y comencé a analizarlo. Este era un poco más moderno y no era tan grande, aunque si era espacioso. Quiero decir, lo suficiente como para vivir una persona.

Tenía una cocina, baño, alcobas, sala de estar... Todo lo que necesitaba. Sólo esperaba estar en mi presupuesto.

-Está muy linda...lindo su...su... departamento, señora-comenté.

-Shhhh. ¡Baja la voz! Y ya lo sé-susurró.

Sí, será mejor que no hable.

Quería preguntarle cuánto tendría que pagar pero lo más probable era que me mandara a callar. 

-Espero que te guste.

¿Acaso ella sólo susurraba?

-Quie...quiero saber cuanto...-Me interrumpió-. Niña, ¡por dios! Silencio.

Abrí los ojos debido al susto que me había pegado. Caramba, estaba intimidada.

-¿Cuánto pagas?-preguntó.

¿Y adivinen como lo hizo? Sí. En un susurro.

Ahora no sé si hablaba o me quedaba callada.

-¿Y?-Inclinó las cejas, esperando una respuesta.

-Yo...yo...

-Sí. Exactamente eso cobro.-Movió las manos en señal de negación.

-Pe...pero...

-Caramba, jovencita, usted es muy habladora, ¿no? Ya le dije. Sólo falta si usted quiere o no el apartamento.

Era la primera vez que quería hablar y decirle un par de cositas a esta anciana. ¡Pero no me dejaba!

Después de que asentí con la cabeza, la señora, trajo consigo un contrato para que lo firmara.

Obvio no sería tan estúpida de hacerlo. Primero tenía que llevármelo, analizarlo, y que pasara por Norah y Brent para ver si estaba todo en orden. Sin embargo, pude leer las cláusulas y cuanto tenía que pagar, y estaba bien para mí.

Seis meses es mucho tiempo para conseguir dinero, ¿no? Y estaba en mi presupuesto.

-Tengo varias copias. Puedes llevártelo y traerlo mañana firmado si te interesa-susurró.

Yo asentí.

-Bien. Eso es todo. Ten un buen día, niña.

Me acompañó hasta la puerta y se despidió con la mano arrugada.

-¡La próxima habla un poco más!-susurró, gritando.

¡Si ella no me dejó hablar!

***

Como había acordado, el esposo de Norah, Brent, estaba leyendo el contrato y según sus términos, todo estaba bien y confiaba en su palabra. Él era un buen abogado.

-Entonces, creo que si te vas a mudar, mi niña-dijo Norah con lágrimas en los ojos.

-Sí.

Ella me haló en un abrazo.

-Te voy a extrañar.

-Ven...vendré a visitarte. Lo...lo prometo.

-Eso espero. Ni sé te ocurra olvidarte de mí-amenazó.

-Ni de mí.

Yo sonreí.

Eran como una segunda familia para mí. Y me entristecía tener que partir.

***

Al día siguiente llevé el contrato firmado a la señora que aún no sabía como se llamaba, porque me mandaba a callar siempre. Lo más irónico era ella que me preguntaba.

Espero que de alguna u otra manera nos llevemos bien. Es una ventaja para mí que no me quiera hacer hablar, porque de hecho yo no lo hacía. Sólo que no entendía por qué me molestaba cada vez que me pedía que no hablara, cuando era realmente lo que quería.

La señora me dijo que mañana podía mudarme, por esa razón estaba empacando ahora. Ya mañana sería un nuevo lugar y una nueva oportunidad para seguir adelante.

Tenía la esperanza de que todo saliera bien, y que la señora tuviera un poco de compasión conmigo y me dejara hablar un poco.

Esta vez dormí mejor porque ya no tenía que preocuparme por encontrar un lugar, ni nada por el estilo. Ahora lo único que me tenía al borde de la frustración era mi Scoopy. Aún seguía sin encender.

Ojalá la vida fuera tan fácil como para tener una Harley Davidson en mi poder. Pero eso sería mucho soñar. Y ese es mi pasatiempo favorito:

Soñar sin hacerlo realidad.

¿Qué conseguía?

Frustración y tristeza.

¿Por qué las personas buenas tenían que ser tan miserables en la vida? ¡Éxitos! ��Queremos éxitos!

Desperté con buen estado ánimo. Supongo que era por el hecho de que iba a vivir en un nuevo lugar. Aunque en parte, tenía cierta nostalgia porque dejaba a Norah.

Ya tenía todo listo para la mudanza.

Como no tenía muchas cosas, Norah y Brent iban acompañarme, y en su auto las guardaríamos, junto con un camión pequeño para lo que eran los muebles.

-Estamos aquí-dijo con suspiro Norah.

-Sí-susurré.

Subimos todo con cuidado por el temor de que algo se dañara. Menos mal y sólo era el segundo piso, y había ascensor. Aunque hubo algunas cosas que no pudimos entrar con ellas por seguridad, bueno, o eso es lo que dijo el de seguridad.

Cuando abrimos la puerta del departamento, éste estaba todo amueblado. Se me hizo raro en un principio porque, que yo recuerde, ella no había acordado conmigo que me iba a amueblar el departamento. Y si eso costaría más.

-¿Estás segura que es aquí, Christine?-preguntó Norah con sospecha.

Yo regresé a la puerta del apartamento y miré que número era por sí me había equivocado, pero claramente decía: "201". Al igual no podría ser porque ningún otro podría abrirse con la copia de la llave que tenía, ¿o sí?

-Sí-sí. E-estoy segura.

-¿Habían acordado que sería amueblado?-Preguntó Brent, el esposo de Norah.

-No.

Ellos esperaron una respuesta por parte mía que nunca llegó.

-Lla...llamaré a la señora. Pe...permiso.

Salí del departamento y busqué el nombre "señora" para llamarle.

Sí, no sabía su nombre porque ella no me daba la oportunidad de preguntárselo.

Espero que me deje hablar por teléfono.

-¿Hola?

-¿Sí?-susurró del otro lado del teléfono.

¡¿En serio?! ¡¿En serio?!

-Eh... ¿Cómo está? Le habla Christine Moore, que...quería preguntarle al...algo.

-Dime, querida. Te escucho.

Eso es lo que debería decirse siempre, señora, porque nunca lo hace.

-Es...es que encontré el apartamento amueblado, y quería saber si usted hizo eso... Ya sabe, en...en el trato no habíamos acorda...acordado eso y no sé si...si costará más.

-No va en el trato, querida, pero quise hacerlo. Digo, como eres joven, creí que no tendrías casi nada para llenar ese grande apartamento. Al igual, yo tengo que ir ahorita más tarde a checar algo.

-Ah...ah... Entonces, ¿no me va a cobrar más...señora, eh...?

-Charlotte. Charlotte Turner. Y no. No lo voy a hacer.

Un avance, me dio su nombre, aunque me interrumpió.

-De...de acuerdo. Gracias. Nos vemos más tarde.

-Bueno, querida.

***

Después de haber hablado con Charlotte, comenzamos a acomodar algunas cosas que eran necesarias hacerlas ahora. Ya saben, la cama, ropa y eso.

Lo que nos sorprendió es que una de las habitaciones ya tenía todo arreglado. Es decir, había una cama, escritorio, de todo. No podía creer que Charlotte fuera tan considerada.

-Terminamos.-Suspiró Norah sentándose en el sofá.

-Sí. Gracias por todo-dije sentándome en el sofá contrario, o sea, el que Charlotte había puesto.

-No te preocupes, Chris, sabes que siempre vamos a estar para ti.-dijo Brent haciendo la misma acción que nosotras.

-No, de verdad. Ya...ya creo que es...es menos lo que me toca organizar-expliqué.

-Para eso estamos los amigos, ¿no?-Preguntó Norah, encogiéndose de hombros.

Nos quedamos en un silencio agradable hasta que fue interrumpido por la puerta que estaban intentando abrirla. Seguro era Charlotte.

-Ya te dije. No voy hablar con nadie hoy. Mierda, déjenme en paz que estoy bastante cabreado.

No, no era Charlotte.

Era un chico algo voluptuoso, cabello castaño claro, ojos igual que éste, alto, y con un fruncido ceño que no sabía si lo hacía más sexy o dañaba su hermoso rostro. Le pondría unos veinticinco años.

Él estaba concentrado hablando hasta que se dio cuenta de nuestra existencia y colgó el teléfono por donde estaba hablando.

Retrocedió, abrió la puerta y revisó el número del apartamento. Como que se dio cuenta que era el correcto, que volvió a cerrar la puerta, caminando un poco más cerca de nosotros.

-¿Vienen de parte de Carl?-Preguntó con sospecha.

-¿Cómo entraste?-preguntó Norah con sospecha.

-¿Vienen de parte de él o no?-volvió a preguntar esta vez más rudo.

-No.-Contestó Brent.

Se dio la vuelta y abrió la puerta.

-Entonces, adiós.

-¿Disculpa?-se levantó Norah-. ¿Quién eres tú?

Ella podía ser un poco impulsiva cuando alguien la provocaba.

-¿Te atreves a preguntármelo?-rió sin ganas.

-Yo te he visto en algún lado pero no sé donde-comentó Brent.

Yo también, pero daba igual.

-Será mejor que se vayan antes que llame a seguridad.

-¿Así? ¿Y qué le vas a decir? ¿Qué irrumpiste en el apartamento de mi amiga?-Norah puso los brazos en jarra.

Bueno, en teoría ni era mío. No sé por qué Norah discute. Yo sólo quiero paz en mi vida.

-¿Disculpa?-Él arqueó una ceja.

-Sí. Así como te digo. Es de ella.-Me señaló.

Oh, oh.

Él no había notado mi existencia hasta que, gracias a Norah, tenía toda la atención del mundo.

Él se cruzó de brazos y giró en mi direcci��n para darme su completa atención. Supongo que lo hacía esperando una explicación por parte mía.

-Y...yo...-solté temblorosa.

Él rodó los ojos.

-¿Eres una de esas locas que se muere por mí?-Preguntó irritado.

Espera, ¿qué?

¿Por qué podía hablar perfectamente y como una diva en mi mente, pero en la vida real era una completa retardada?

-¿Ah?-fue lo único que logré decir.

Sí. Me dicen que soy la prima de Albert Einstein.

-Oh, vamos, ¿en serio? ¿Tenías que hacer todo esto?-Agitó los brazos para darle más drama a la situación.

-Primero, no le hables así. Segundo, no sé quién te crees para venir aquí y tratarnos como se te da la gana. Y tercero, o te largas, o seré yo la que llamaré a seguridad-dijo, Norah con aspecto intimidante.

Él bufó mirando a todos lados cuando se dio cuenta que algo raro estaba en la sala de estar.

-¿Qué...qué esto? ¿Qué...qué son todos estos muebles?-Preguntó con confusión.

Vaya, sólo llevábamos unos minutos de conocernos, y ya hablaba como yo.

-¿Es que eres sordo? Ella vive aquí.-Norah, volvió a señalarme.

Norah, ¿nunca te dijeron tus padres que estaba mal señalar a alguien?

-No. Yo vivo aquí-Corrigió.

-No. Ella-Replicó Norah.

-Okay. Entonces arreglemos esto. Llamemos a Charlotte.

Oh, oh. Él conocía a Charlotte. Entonces estaba en su sano juicio al decir que vivía aquí.

¡Pero si hace unos días no había nada aquí!

-Chris, ¿así se llama la señora que te rentó el departamento?

Yo asentí como respuesta.

-Eso no puede ser posible. Ella me lo rentó a mí.

-Entonces esperemos que ella llegue. Dijo que estaba en camino, ¿o no, Chris?

Asentí.

Al chico prepotente como que no le bastó nuestra palabra porque se aseguró de preguntarle a Charlotte por teléfono. Efectivamente ella dijo que venía en camino.

Norah le lanzó un gesto de "te lo dije", cruzando los brazos mientras levantaba una ceja y moviendo la cabeza.

-Bueno... ¿Alguien quiere una taza de café?

Todos nos quedamos mirando a Brent.

-Los sé hacer. Y me quedan excelente.-Se encogió de hombros.

Norah y el chico le fulminaron con la mirada.

-Está bien, excelente que se diga excelente, no. Son buenos.

-Son asquerosos. Ahora cierra tu boca-Amenazó Norah.

Nos quedamos en silencio de nuevo. Esta vez un poco más incómodo por la presencia del chico.

De repente, la puerta se volvió a abrir y del otro lado estaba Charlotte con una sonrisa en su cara.

-Buenas a todos. Siento la demora.

Milagrosamente no susurró.

¡No susurró!

-Charlotte, qué bueno que estás aquí-Dijo, el chico dándole un beso en la mejilla.

-Soy toda oídos-Respondió.

¿En serio?

-Verás, queríamos comentarte un pequeño problema con la renta del departamento...

-¿Quieren que les prepare un café?-preguntó Charlotte, interrumpiendo a el chico.

Esa era la Charlotte que yo conocía.

Todos se quedaron en silencio por el repentino cambio de conversación.

-Yo también les ofrecí uno. Y me los despreciaron-comentó Brent.

-Muy mal. Ven, hijo, acompáñame a hacer uno.

Lo abrazó de lado y comenzaron a camina hacia la cocina.

Nosotros nos quedamos viendo como estúpidos como ellos desaparecían por una taza de café.

Norah me miró a mí y yo me encogí de hombros. Miré al chico y el estaba bastante irritado.

Algo me dice que esto no va a quedar bien...

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Después de la transmigración, ¡la esposa gorda hizo un regreso!

Qiao Mei transmigró a una novela como un personaje secundario con el mismo nombre que ella, que carecía de presencia. Este personaje secundario era una campesina que no podía casarse debido a su obesidad. Según el guion original, esta chica del campo Qiao Mei estaba mimada por su abuelo. Sin embargo, sus parientes eran todos personas viciosas y crueles. Su abuelo tenía una salud precaria, así que una vez que muriera, los parientes dividirían y se tragarían sus activos. Por lo tanto, el mayor deseo del abuelo era casar a Qiao Mei. Para ello, incluso sacrificó y traicionó al nieto de su buen amigo, Xia Zhe. El abuelo emborrachó a Xia Zhe y hizo que Qiao Mei se llevase al fuerte y guapo Xia Zhe con su cuerpo que pesaba más de doscientas libras. Luego, el abuelo los atraparía al día siguiente y obligaría a Xia Zhe a casarse con Qiao Mei. Sin embargo, eso eventualmente ocasionó el inicio de la desafortunada vida de Qiao Mei. Además, en la historia original, Qiao Mei tomó posesión del misterioso jade de Xia Zhe. Pero debido a la estupidez de Qiao Mei, la hermana de su primo engañó a Qiao Mei para que le entregara el jade, lo que resultó en que la familia del primo se hiciera rica. Cuando Qiao Mei transmigró aquí, fue durante el incómodo momento en que estaba haciendo el amor con el hombre después de emborracharlo. Se despertó aturdida al día siguiente y el equipo del abuelo ya había aparecido en la puerta. Qiao Mei se asustó. No quería seguir el camino original y casarse con un hombre que no la amaba. Y así, mintió y ahuyentó al abuelo. —¡También empujó al hombre hacia afuera antes de obligarse a mirar su reflejo bronceado y regordete en el espejo! —Ay, lloró por su fea apariencia... Como un luchador de sumo en ropa interior de tela grande, incluso las tiendas de ropa de tallas grandes no tenían ropa de su tamaño. —¡Y su cara era del tamaño de una pizza, una pizza quemada! —Qiao Mei decidió reformar su vida. —¡El primer paso, perder peso! —¡El segundo paso, limpiar su habitación! —Solía ser muy meticulosa con la limpieza, y aunque su casa actual tenía un patio enorme, —¡solo podía describirlo como un desorden! —El tercer paso era aferrarse firmemente al jade para que su codicioso primo no tuviera oportunidad. Solo que, según la historia original, ¿no se suponía que el alto y guapo Xia Zhe la odiara? —¿Por qué estaba siendo cada vez más amable con ella?

Mountain Springs · Urban
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La Heredera Contraataca

Sharon era una persona común, mientras que su esposo, Wallace Harris, era un hombre prometedor y apuesto. Su familia era una de las familias más prestigiosas y adineradas de la ciudad de Nueva York. Casarse con Wallace fue un accidente. A lo largo de sus tres años de matrimonio, Wallace nunca había dormido con Sharon. Su familia también insistía en convencerlo de divorciarse de Sharon. Era la fiesta de cumpleaños de la anciana matriarca de la familia Harris, y todos los jóvenes de la familia Harris habían dado los regalos más caros posibles para hacer feliz a la anciana, todos menos Sharon. Ella pidió pedir dinero prestado a la señora Harris para el ama de llaves de la casa antigua, el tío Smith, ya que él no tenía dinero para pagar su tratamiento médico. Pero como se esperaba, la familia Harris la humilló cuando hizo la solicitud. —La familia Harris nunca ha tenido un pariente pobre como tú. ¡Nunca te aparezcas frente a mí de nuevo! Wallace debería haberse casado con Crystal. ¡Ella es sin duda una joven dama que merece casarse con nuestra familia! —dijo la señora Harris. —Por favor, conoce tu lugar y sal de aquí. No te quedes más en nuestra casa. ¿Cómo puede ser mi padre tan tonto de casar a una mujer pobre e inútil como tú con mi hijo? —dijo June, la madre de Wallace. —Son solo unos cuantos millones de dólares, pero eres tan pobre que necesitas pedir prestado de nuestra familia. ¿Cómo puede una mujer como tú merecer estar con Wallace? Si fuera Crystal, definitivamente no nos habría avergonzado tanto. Esa noche, Wallace le entregó a Sharon una tarjeta bancaria que contenía millones de dólares. —La empresa está en desarrollo, así que no tengo mucho efectivo. Puedes usar esto para ayudar al tío Smith. Enfrentándose a la hostilidad de la familia Harris, Wallace declaró: —Desde que me he casado con ella, es mi responsabilidad. Independientemente de que sea rica o pobre, Sharon es mi esposa. No fue hasta que un desconocido se acercó a Sharon un día. Solo entonces supo Sharon que ella era la hija de una de las familias más prestigiosas, y que tenía derecho a recibir activos por valor de al menos diez mil millones. De repente, ella era dueña de la empresa más grande de Nueva York y una tarjeta bancaria que contenía cientos de millones de «dinero de bolsillo». En un abrir y cerrar de ojos, su identidad había cambiado. Ya no era la nuera pobre que no era favorecida por la familia Harris. En cambio, se había convertido en la persona más prestigiosa de Nueva York.

Mountain Springs · Urban
4.4
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