—Axel sostenía a Bell con fuerza mientras ella lo sacaba todo.
Él la tranquilizaba y le daba palmaditas en la espalda, susurrando que tenía una manada entera que la mantendría segura de cualquiera que se atreviera a amenazarla.
Pasó casi una hora llorando. Estaba exhausta para cuando finalmente se calmó.
—¿Estás bien? —preguntó Axel suavemente mientras se alejaba de ella.
—Sí —dijo Bell, recostándose de nuevo en la cama, abrazando su almohada contra su pecho—. Solo tenía muchos sentimientos acumulados.
—Lo siento —suspiró Axel—. No debería haber dicho nada...
—Está bien —dijo Bell—. Necesitaba saberlo.
—Debería dejarte descansar —dijo él, viendo lo cansada que estaba.
—Espera —llamó Bell antes de que se levantara de la cama.
—¿Sí?
Bell tragó y tomó aliento.
—Es el hijo de Tomas —dijo.
—¿Qué?! —exclamó Axel sorprendido.
—¡Ssshh!
—Lo siento, simplemente no era lo que esperaba.
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