Yacía en la cama, mirando hacia el techo de piedra.
—¿Qué te parece tu habitación? —preguntó Axel desde la puerta de la celda.
—Es bastante bonita —respondió Granger, girando la cabeza con una sonrisa—. Gracias.
Axel sonrió de vuelta con ojos fríos.
—Parece que hoy hay mucho movimiento. Algo grande debe estar sucediendo —dijo Granger, sentándose y ladeando la cabeza mientras hablaba—. ¿Es una fiesta?
—Sí —asintió Axel—. Una celebración.
—¿Ah, sí? ¿Para alguien que conozco?
—Es tuya —dijo Axel—. Esta noche es luna llena. Estamos preparando tu fiesta de despedida.
Granger apretó la mandíbula pero mantuvo su mirada enfocada en Axel.
—Qué amable —dijo entre dientes—. Y aquí pensé que ya no te importaba.
—Me importa, Granger —dijo Axel, un frío infiltrándose en su tono—. Me importa mucho lo que te pase.
—Me conmueve —sonrió Granger.
Axel abrió la puerta de la celda, entrando.
—Pareces diferente ahora —dijo Granger.
Axel cerró la puerta.
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