La fuerza de su golpe hizo retroceder a Caleb. Tropezó con la silla y cayó duro al suelo. Su mano de inmediato protegió su costado dolorido mientras levantaba la cabeza para verla parada sobre él.
Su mandíbula estaba apretada y respiraba entrecortadamente por la nariz. Sus ojos estaban llenos de lágrimas no derramadas, y a él le rompía el corazón verlo.
—Lo siento... —susurró él.
La cara de Ashleigh cayó. Ella cerró los ojos con fuerza y se dejó caer de rodillas frente a él. Sus hombros se desplomaron y sollozó una vez más.
Caleb quería extender la mano y abrazarla, consolarla. Pero sabía que ella no lo aceptaría en este momento. Estaba herida y estaba enfadada por su mentira.
—Ashleigh —la llamó.
—¿Alguna vez fue real? —preguntó ella sin mirarlo. Se abrazó a sí misma—. Por favor, dime que fue un milagro... que algo simplemente encajó, y pudiste moverte de nuevo esa noche.
Caleb suspiró.
—No puedo.
Ella sollozó.
—No quiero mentirte más —suspiró él.
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