La historia de Alejandra y Ainhoa, gemelas con el extraordinario don de la telepatía, es un fascinante viaje a través de la exploración de sus habilidades únicas. A medida que enfrentan nuevas experiencias y se encuentran con personas diversas, las hermanas descubren no solo el alcance de su conexión telepática, sino también cómo esta habilidad influye en la definición de sus fortalezas y debilidades individuales. A lo largo de la trama, el lector es testigo de cómo estas gemelas excepcionales navegan por un mundo lleno de desafíos, revelaciones y crecimiento personal, todo mientras se enfrentan a la complejidad de la dualidad que comparten. La narrativa habilidosamente teje una red de emociones, intriga y autodescubrimiento, creando una historia envolvente que destaca la fuerza única de los lazos familiares y la singularidad de cada individuo
En un pintoresco pueblo ubicado entre colinas y prados florecientes, vivían dos gemelas idénticas llamadas Alejandra y Ahinoa. Con cabello negro azabache cayendo en cascada sobre sus hombros y cálidos ojos color verde avellana que se reflejaban entre sí, las hermanas fueron inseparables desde el momento en que llegaron al mundo. Sus padres, Sofía y Carlos, se maravillaron del vínculo que compartían sus hijas.
Alejandra y Ahinoa no sólo eran idénticas en apariencia sino también en sus corazones y mentes.
Desde pequeños descubrieron una conexión única que les permitía compartir sus pensamientos sin pronunciar una sola palabra.
Las niñas eran rayos radiantes de felicidad y sus risas resonaban en la casa familiar. Ya fuera jugando en el patio trasero, explorando los bosques cercanos o ayudando a su madre en la cocina, lo hacían todo juntos.
Cuando los gemelos comenzaron sus años escolares, enfrentaron los desafíos típicos de hacer amigos y adaptarse a un nuevo entorno. Sin embargo, el dúo encontró consuelo en el hecho de que se tenían el uno al otro. Sus compañeros de clase, aunque sentían curiosidad por la extraordinaria cercanía de las hermanas, no podían comprender la profundidad de la conexión que iba más allá de lo visible.
En los bulliciosos pasillos de su escuela, los susurros seguían a Alejandra y Ahinoa como sombras. Los compañeros de clase sorprendieron a las hermanas que siempre parecían ser la sombra de la otra. Mientras los otros estudiantes formaban grupos y camarillas, las gemelas optaron por seguir siendo un dúo muy unido, y su mundo compartido era un santuario secreto. A pesar de las burlas ocasionales y las preguntas sobre por qué nunca estuvieron separadas, las hermanas aceptaron su conexión única con la gracia.
Alejandra, tenia un carácter extrovertido, y Ahinoa, una gran fuerza,pero a la vez poseía una gran tranquilidad , se complementaban a la perfección.
Lo que sus compañeros de clase no sabían era que cuando las gemelas intercambiaban miradas o compartían una sutil sonrisa, no era sólo una comunicación fraternal: era una conversación silenciosa que trascendía la palabra hablada. Alejandra y Ahinoa se deleitaron con la belleza de su conexión tácita, un vínculo que las diferenciaba del resto. A medida que transcurrieron los días, los gemelos sortearon los desafíos de la adolescencia, y sus pensamientos compartidos tejieron un hilo invisible que los unió aún más fuerte.
En el corazón de su pequeño pueblo, Alejandra y Ahinoa estaban una al lado de la otra, frente al mundo juntas, felices y contentas en la extraordinaria cercanía que sólo ellas realmente entendían
Mientras las gemelas Alejandra y Ainoha recorrían los pasillos de su escuela y las clases interminables según decian las chicas, su vínculo se mantuvo inquebrantable. Un día cualquiera en clase de arte, conocieron a Arturo, un chico carismático y amigable que sin esfuerzo se convirtió en un amigo cercano de Alejandra. Ainoha, confiando en el vínculo inquebrantable de gemelas que compartían, recibió a Arturo en su círculo sin dudarlo.
Los días se convirtieron en semanas y la presencia de Arturo se convirtió en una constante en sus vidas. El trío compartió risas, secretos y los momentos cotidianos que hacen florecer las amistades. Ainoha, observadora y sabia para su edad, nunca sintió una punzada de celos o preocupación por la creciente amistad de su hermana con Arturo.
Sin embargo, cuando las gemelas cumplieron catorce años, Ainoha comenzó a notar un cambio sutil dentro de sí misma. En los momentos tranquilos del salón de clases o durante las miradas compartidas a través de la mesa del almuerzo, se encontraba mirando a Arturo de manera diferente. La presencia, antes familiar, ahora provocó una nueva conciencia, la comprensión de que sus sentimientos hacia él estaban evolucionando.
Ainoha luchó con esta nueva conciencia, cuestionando el origen de estas emociones conmovedoras. Ella siempre había estado firmemente al lado de su hermana, sin poner a nadie por encima de Alejandra. Sin embargo, a medida que la adolescencia trajo cambios, también introdujo a Ainoha en las complejidades de sus propias emociones. Sin saber cómo navegar por estas aguas inexploradas, Ainoha luchó con pensamientos contradictorios. ¿Debería mantener ocultos estos sentimientos, priorizando la amistad de su hermana con Arturo? ¿O debería afrontar esas emociones, arriesgándose a posibles cambios en la dinámica a la que todos se habían acostumbrado?
Los días transcurrieron con una sutil tensión, desapercibida para Alejandra, quien seguía disfrutando del compañerismo entre su mejor amiga y su querida hermana.
Ainoha luchó con sus emociones en silencio, dividida entre la lealtad a su hermana y la innegable atracción que sentía hacia Arturo. Mientras el trío se aventuraba en el laberinto de emociones, amistades y sentimientos florecientes de la adolescencia, el vínculo alguna vez inquebrantable entre las gemelas enfrentó su primera prueba. Ainoha se encontró en la encrucijada del cambio, un camino que contenía tanto incertidumbre como la promesa del autodescubrimiento
Los vientos de transformación susurraron por los pasillos de su escuela, dejando a las gemelas enfrentar los cambios sutiles que marcaron el comienzo de un nuevo capítulo en sus vidas entrelazadas. En las clases de idiomas que Ainoha tomaba por las tardes mientras Alejandra practicaba la pintura en lienzo con Arturo conoció a Enrique un joven rubio de ojos grises que llego al pueblo con sus padres hace una semana con quien había estado practicando idiomas y ayudándolo a ponerse al corriente con las tareas de las diferentes clases haciendo que su amistad crezca.
Una dia cuando Enrique recién se habia incorporado las clases normales, se acercó muy amablemente con una hermosa sonrisa en labios a Ainoha y Alejandra se asombró cuando lo vio, sobretodo por lo atractivo que seveia y preguntó- quién eres tú?- y él al verla quedó impactado, porque al ser igual que su amiga Ainoha tenía algo diferente, algo peculiar, algo llamativo, muy coqueto dijo -mucho gusto me llamo Enrique- haciendo que una pequeña sonrisa brote de los labios de Alejandra
- Hola Enrique yo soy Alejandra- contesto ella, viendo como el apuesto chico se acercaba a su gemela
-Your sister is very beautiful like you but in a different way this will be an interesting year- dijo Enrique a Ainoha en inglés mientras se sentaba a su lado-Thank you for what I get, even if you don't get too excited, dear friend, we are the same on the outside, nothing more-respondio riendose con una carcajada