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Connor miró a Annette y preguntó:
—¿Cómo estás? ¿Necesitas ayuda?
Annette dijo despectivamente:
—No. No soy una perdedora amargada.
Alina sonrió impotente:
—Señorita Hall, vamos. ¿Contra quién estás enojada? Solo era un juego. Nadie lo tomó en serio.
Connor señaló la mesa. —Alina, vuelve a tu asiento. Yo me quedaré aquí con ella.
—No lo creo. ¿Por qué no vas tú? Yo me quedaré aquí con la señorita Hall.
Al ver el tira y afloja entre Alina y Connor, Annette de alguna manera sintió que estaba de más.
Annette dijo:
—¿Por qué no se quedan aquí ustedes y yo voy a descansar allá?
Connor arrastró una silla, se sentó al lado de Annette, la miró y dijo:
—Mi gatita está enojada. Ven aquí. Déjame decirte algo bonito.
Annette sintió escalofríos por todo su cuerpo.
Por otra parte, Alina estaba un poco avergonzada. Sonrió y se levantó:
—Ustedes quédense aquí. Yo me voy.
Después de que Alina se fue, Annette le susurró a Connor:
—¿No te preocupa que ella se moleste?
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