—¡No puedo creer que hayas aceptado esto! —espetó Sylvia en cuanto estuvieron dentro del sedán. Dina estaba sentada en silencio en el asiento trasero, demasiado exhausta para participar en la discusión. No podía superar la incredulidad de haberse rebajado por Rain. Observar el trato indulgente de su padre hacia Rain solo avivaba su enojo.
Ya estaban en camino, pero su madre no podía dejar de expresar su molestia. Dina asentía en silencio, su frustración creciendo. Rain debe estar tan feliz en estos momentos, y el pensamiento de su vida resultando tan grandiosa solo la irritaba más.
—Ya basta, Sylvia. He tomado una decisión, así que no debes cuestionarla —chasqueó Tim, apretando los dientes. Dina luchaba por entender lo que pasaba por la mente de su padre.
—¡Rain no es nada! ¡Una nadie! No entiendo por qué estás tan obsesionado con mantenerla cerca, especialmente después de tratarla como si no existiera! ¿No es suficiente que ya la sacamos de
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