Rain se sentía tanto exhausta como aliviada cuando la audiencia del día llegó a su fin. Tal como esperaba, un solo día no había sido suficiente para cubrir todo. Pero estaba decidida a asegurarse de que el caso concluyera para el lunes, poniendo a esos bastardos tras las rejas donde pertenecían.
Después de un almuerzo rápido juntos, Alexander había partido al trabajo, y ahora ella miraba su reloj, anticipando su llegada para recogerla en cualquier momento.
—Todavía no puedo creer lo rico que eres —comentó Marlon mientras caminaban de regreso a la fiscalía, ubicada convenientemente al lado del juzgado—. No me extraña que puedas permitirte trabajar aquí con un salario más bajo en lugar de en una de esas grandes firmas con mejor paga y beneficios.
—El rico es mi esposo, no yo —respondió ella con un encogimiento de hombros. Luego se detuvo y se enfrentó a él, su expresión seria—. Y por favor no asumas que conoces mis razones para trabajar aquí. No sabes lo que pasa por mi cabeza.
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