"Ensamblaje terminado. Software en línea. Fuera de eso, no tengo idea alguna que mi contraparte galvánica no me haya instruido de antemano. Dios… ayúdame…", las palabras salieron de mi boca con un deje de incertidumbre, acompañadas por el chasquido metálico al encajar la última pieza en su lugar.
El Omnitrix en estado de recarga por séptima vez en las últimas dos horas y media.
Las luces del taller/dormitorio titilaban ligeramente, proyectando sombras alargadas y angulosas sobre la superficie cromada de la máquina frente a mí. No podía decidir si esta era mi obra maestra o el capricho desesperado de alguien con demasiado tiempo y poca certeza. Su apariencia improvisada —cables sobresaliendo y placas desiguales— podría engañar a cualquiera. Pero no a mí. Cada imperfección era deliberada, cada pieza encajaba como un engranaje en un reloj antiguo, aunque su propósito era infinitamente más ambicioso.
Rascándome la nuca, donde el sudor se acumulaba por la tensión. Volver a tener un cerebro mamífero medio cocido después de ser una rana con más neuronas que cuerpo era… retrógrado.
'Dios, mi cabeza'. Me pellizque el puente de la nariz. Demasiado… mejor olvídalo.
Al final, después de tres o cuatro respiraciones, giré sobre mis talones para mirar a mi único compañero en esta loca empresa, virtual o no, creación mía o no.
Julio, en el monitor, flotaba su avatar en una figura compuesta por líneas pixeladas mientras trabajaba en su parte de la operación. Su tenue brillo azul parecía vibrar al compás de su procesamiento interno. Detrás de su representación digital, su cuerpo real pulsaba con una luz constante, como si ya estuviera anticipando mis instrucciones.
"Así que, Julio", comencé con un tono que pretendía ser seguro, aunque no lograba ocultar mi mezcla de nerviosismo y expectación: "Si me haces los honores, comienza con la calibración y establece un punto de anclaje estable para la primera prueba experimental".
"En eso", respondió Julio, concentrado, mientras sus bordes digitales ondulaban ligeramente como señal de comprensión. Un zumbido bajo, similar al de un generador eléctrico, emergió del dispositivo. Pronto, un sonido chisporroteante llenó el reducido espacio con un eco persistente.
"Procediendo al calibrado", anunció con su voz metálica, notablemente cálida y tranquilizadora (algo que siempre aprecio).
Las luces de la máquina empezaron a parpadear en secuencias hipnóticas, como si danzaran al ritmo de una frecuencia que escapaba al oído humano. Un aroma acre, mezcla de ozono y plástico caliente, se filtró en el aire, confirmando que las corrientes electromagnéticas fluían a través del circuito.
Cruzando los dedos en un gesto instintivo de buena suerte, apoyé mi espalda contra la mesa de trabajo más cercana. Era una vieja costumbre que aún conservaba, algo que me hacía sentir que tenía un poco de control en medio de esta locura cuerda. Observé a Julio mientras sus algoritmos operaban con la precisión de un reloj suizo.
Había una mezcla de orgullo y algo más indescifrable en mí. Quizá era la adrenalina, o tal vez el miedo a que todo se desplomara en el último minuto.
El zumbido de los componentes me hacía vibrar los dientes, un fenómeno al que ya me había acostumbrado en las últimas semanas.
Intenté distraerme ajustando el cinturón de herramientas en mi cadera, un reflejo automático de autoayuda, pero mis ojos volvían, como un imán, al monitor principal. Allí, ecuaciones y gráficos se desplegaban frenéticamente en un caleidoscopio de colores verdes y azules.
"¡Woah!". De repente, el suelo bajo mis pies tembló levemente cuando un pulso de energía recorrió la máquina. Fue como el rugido distante de una tormenta, seguido de un destello cegador que llenó el espacio por un breve segundo.
Los reflejos prismáticos que proyectó en las paredes me dejaron momentáneamente absorto.
*Huff*
Suspiré, aliviado al no ver ningún daño estructural o fallas trascendentes. Casi celebro.
Sin embargo, pronto noté que algo no iba bien. Un silbido bajo, por poco imperceptible, comenzó a emanar de uno de los paneles laterales. Las lecturas en la pantalla principal empezaron a fluctuar peligrosamente, con líneas rojas intercalándose entre el verde de las gráficas.
"Peligro. Alex, parte del sistema está comprometido", dijo Julio, interrumpiendo el silencio con una urgencia inusual: "Una de las piezas clave en el regulador de energía ha sufrido un sobrecalentamiento. Si no se reemplaza en los próximos dos minutos, el sistema completo podría colapsar".
"¡¿QUÉ?!". Exclamé, demasiado tarde para mi gusto. Intentando compensar los segundos perdidos, rápidamente me acerqué al panel indicado. Inservible: "¡Maldita sea!". Al momento siguiente corrí y mis manos se movieron hacia el compartimento donde guardaba las piezas de repuesto debajo del sofá cama.
"Tercera gaveta, compartimento derecho, es un acoplador de flujo cuántico". Julio continuó, su voz nuevamente calmada pero directa.
"¡Se lo que busco Julio!", abrí el cajón con un tirón, buscando frenéticamente entre las piezas hasta dar con la mencionada.
No era científico (al menos, no está versión de mi), pero tampoco era un idiota (espero). Había construido todo esto desde cero, y, sin perder más tiempo, me arrodillé frente a la máquina, usando una linterna para iluminar el área afectada.
"¿Esto tenía que pasar justo ahora?", murmuré para mí mismo mientras aflojaba los tornillos del panel con un destornillador eléctrico. La vibración en mis manos casi me hizo dejar caer el repuesto al suelo de hormigón. Una mirada de reojo al Omnitrix. Todavía en rojo.
¿Podría forzarlo? ¿Tal vez?
"Murphy tiene un sentido del humor peculiar", comentó Julio, su tono irónico apenas perceptible.
Hubiera sonreído si las cosas no estuvieran a punto de explotarme en la cara, o peor, pero mi concentración estaba completamente en la pieza que debía reemplazar.
El calor del panel era intenso, y a medida que lo retiraba, sentí cómo una ola calcinante atravesaba la palma de mi mano derecha.
"¡Ah, carajo!". Solté entre dientes, sacudiendo la mano para aliviar el dolor. Como desearía ser Fuego Pantanoso o Frío, resistentes a los cambios térmicos por excelencia. Mínimo me conformaría con tener unos guantes. Sin embargo, con el reloj corriendo, ajusté la pieza nueva en su lugar y empecé a fijarla con rapidez, sintiendo cómo el sudor me caía por la frente y se mezclaba con la grasa y el polvo en mi piel.
"Quedan 30 segundos para un reinicio forzado del sistema", advirtió Julio.
"¡Ya casi lo tengo! ¡No me apresures!", grité, ajustando los últimos tornillos y conectando el cableado con movimientos precisos pero veloces en grata sorpresa. Con un último giro del destornillador, aseguré el panel en su lugar y me aparté segundos después cuando el sistema emitió un zumbido más profundo.
La máquina se estabilizó, y las lecturas en la pantalla principal volvieron al verde.
Me dejé caer al suelo, respirando profundamente mientras apoyaba mi espalda contra la mesa de trabajo.
"Lo lograste", dijo Julio, y esta vez, su tono tenía un matiz de admiración.
"Sí, claro…". Respondí, levantando mi mano quemada y observando la piel roja e irritada. Quemadura de primer grado como mínimo: "¿Pero quién se encarga de los primeros auxilios? Oh, cierto, soy yo". Ambos soltamos una risa breve, y, por un momento, la tensión en el aire pareció disiparse. Le di otra mirada al Omnitrix inactivo.
Cuando finalmente me levanté con mi mano buena, noté que en la pantalla principal aparecía un mensaje simple pero poderoso:
Éxito.
ÉXITO
"¡SÍ! ¡Ouch!". Cerré los puños en un gesto triunfal sin cuidado, una mala idea que demostró su punto cuando volví a sacudir de arriba a abajo mi mano lesionada. No obstante, nada de eso me quitó la sonrisa dentuda en mis labios incluso si estaba distorsionada por el ardor de mi epidermis roja.
Esto no era solo satisfacción; era alivio puro. Por primera vez desde que comencé este proyecto, sentí algo más allá de la duda y el miedo por seguir una salida inexistente, algo que solo sentí cuando el ADN en mi cuerpo era rescrito y sustituido por una especie diferente: confianza.
"El tiempo estimado para establecer una conexión viable y segura está en un aproximado de tres a cinco horas", Julio, sin embargo, mantuvo su serenidad habitual, ajeno al éxtasis que experimentaba en ese momento: " No obstante, felicidades Alex". Al final, con un bienaventurado tono, me dio la señal de celebración compartida con la que me volví aún más vehemente hasta que respiré hondo al poco de hiperventilar. Un gran peso metafórico abandonó mi cuerpo.
En un momento irreflexivo. Con una sonrisa en mi rostro y las luces del taller parpadeando tenuemente. Saqué mi recreación más moderna de un teléfono inteligente y levanté la cámara frente a nosotros. Mi rostro ocupaba dos tercios del marco mientras mi mano quemada estaba gesticulando en una señal de paz, posando para la selfie.
"Sonríe a la cámara, Julio. Esto hay que documentarlo".
"Un momento".
*Click*
El flash iluminó la habitación, y aunque Julio no tenía rostro propiamente dicho, estoy seguro de que, de alguna forma, compartió el momento conmigo.
—-
"¿Qué piensas hacer ahora?", la voz de Julio resonó en mi euforia un cuarto de hora más tarde, su tono tranquilo y curioso. Al girar la cabeza, lo vi en su estado holográfico. Su mirada estaba dividida, literalmente, mientras su conciencia se extendía a varias tareas al mismo tiempo. Yo, por mi parte, apenas podía concentrarme en una sola cosa sin que el cansancio combinado con múltiples bebidas energéticas me hicieran divagar hasta quedar catatonico.
"Voy… a darme una ducha. Apesto a sudor y aceite quemado… después de eso ¿Quién sabe?". Tarareando con la vista a la nada, respondí, mi voz autocrítica: "Un tratamiento de primeros auxilios…". Sugirió Julio sin decir nada más.
"Si, si, eso debería estar lo suficientemente bien", ignoré mayoritariamente ese último comentario y caminé hasta el baño del taller.
Cerrando la puerta detrás de mí. El lugar era una pequeña habitación adyacente al fondo del edificio. Fue casi lo mismo que mi cuarto, apenas funcional, pero suficiente para cumplir mis necesidades básicas.
Dentro, el grifo chirrió cuando lo abrí, y el agua golpeó la cerámica lechosa del lavabo, salpicando mis manos (suerte, la bomba solo funcionaba el 50% de las veces). Silbando entre dientes al escozor. Tomé un momento para inclinarme sobre el espejo roto que colgaba torcido sobre la pieza de alfarería.
El reflejo que me devolvió el cristal fragmentado me era familiar. Pero siempre había ese algo en mi, en mi rostro que se sentía ajeno hoy en día, incluso si no había tal cosa. Tal vez, una sombra detrás de los ojos. Es como si estuviera viendo a un extraño en mi propia piel. Mi mente regresó fugazmente a Frío, Blitzwolfer, Materia Gris, XLR8, Fuego Pantanoso, Amenaza Acuática, etc. Era poderoso, fuerte, rápido, inteligente, seguro… ahora, no era nada de eso, solo… yo: "Alex…".
Suspiré, dejando que el pensamiento se deslizara mientras me aplicaba crema especializada contra quemaduras. Pronto, procedí a quitarme la camiseta, su tela áspera rozando las cicatrices y marcas recientes en mi torso.
Los jeans, igualmente manchados, cayeron al suelo con un ruido seco, revelando moretones que había ignorado en medio de la adrenalina del día.
La ducha tardó en calentarse, pero no tuve paciencia para esperar, y, en su lugar, entré de una vez.
El agua, fría al principio, golpeó mi piel con una fuerza que me hizo respirar hondo. Cerrando los ojos, agache la cabeza y dejé que los chorros de agua se llevaran todo por el drenaje a mis pies. Cuando finalmente me atreví a abrir los ojos, el Omnitrix estaba firmemente enganchado en mi antebrazo izquierdo, como parte de mi mismo, aunque no del todo.
Este dispositivo, tan pequeño en apariencia, tenía el peso de toda una realidad entera en su programación a mi disposición. Suerte la mía al enterarme que no tenía al único formulario con el poder bruto para regresarme a mi hogar.
El Arca de Noé más avanzada del universo señoras y señores, en fin.
En última instancia, los dedos de mi mano contraria rozaron la cosa casi inconscientemente en busca de un ancla, recorriendo su superficie lisa. Las ranuras y formas se habían vuelto familiares, pero no menos misteriosas y peligrosas. Honestamente, estuve tentado a activar el aparato e intoxicarme al volver a sentir esa fascinante sensación de cambiar fundamentalmente todo en mi, pero, por una vez, no me sentí tan mal siendo un humano, lo que socavó a esa voz traicionera de tal acción.
"¿Qué piensas hacer ahora?", la pregunta de Julio volvió a mi mente una vez gane mayor claridad para pensar. Repitiéndola una y otra vez hasta que termine mi baño. Mis pensamientos estuvieron en todos lados hasta que los descarte uno por uno.
'Descansa', di con la respuesta ahora envuelto en una toalla áspera que raspaba mi piel aún mojada.
La luz verde del Omnitrix centelleo en respuesta, casi como si tuviera su propia opinión al respecto. No sabía si eso debía reconfortarme o preocuparme. Por mientras, me conformé con dejar que el silencio respondiera por mí, cómodo en el pequeño sauna improvisado lleno de vapor de agua.
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[Simultáneamente: Base Autobot Outpost Omega One, Nevada, Estados Unidos]
"¡CHATARRA, CHATARRA, CHATARRA!".
Se escucho el fuerte sonido de metal chocando con concreto: "¡Autobots, responde alguien! ¡Optimus, Bumblebee, Arcee, Cliff, quien esté disponible! ¡El portal terrestre ha sido hackeado! ¡REPITO! ¡Nuestra ubicación está comprometida!".
"¿¡QUÉ?!", un grito casi unánime sonó por el intercomunicador.