—Ahora, todos váyanse. Regresen a sus habitaciones —ordenó Srta. Julieta y todos salieron rápidamente.
Cuando solo quedaban ellas dos en el pasillo, se enfrentó a Tina directamente a los ojos. Sus ojos eran tan agudos que Tina retrocedió involuntariamente antes de recuperarse.
—¿Cómo te atreves? —escupió enojada Srta. Julieta—. ¿Qué te dio el derecho de tocar a un personal de la casa de esta casa?
—Tengo todo el derecho de hacer eso ya que terminaré siendo la dama de la casa —replicó Tina de vuelta y Srta. Julieta resopló de manera nada femenina.
—Debes estar delirando, joven. ¿Quién dice que porque Elías te da la bienvenida y te trata bien, terminarás como la dama de la casa? —dijo Srta. Julieta con una sonrisa irónica.
—¿Sois ambos compañeros? ¿Cómo puedes, como joven, no buscar a tu propio compañero sino engancharte a un hombre con compañera? —Las palabras salieron antes de que pudiera detenerse. Rápidamente apartó la mirada y torció la boca en señal de arrepentimiento.
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