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—Daisy, respira hondo —dijo Hera con tono tranquilizador, demostrando con sus propias respiraciones—. Céntrate en calmarte. ¿Estás herida? Eso es lo que más importa. En cuanto al coche, se puede arreglar, así que no te preocupes por eso ahora.
Daisy asintió, intentando calmarse. —Estoy bien, hermana Hera —respondió, su voz aún temblorosa.
—¿Este es realmente tu coche? —exclamó Zen, acercándose al Bugatti Mistral aparcado al borde de la carretera. Bry, que había estado sentado en el camión de su padre, también bajó para echar un vistazo más de cerca, sus ojos abiertos de emoción pero cauteloso de no tocarlo, temeroso de ensuciar el coche.
Hera no respondió de inmediato a la pregunta de Zen, en su lugar centró su atención en Daisy y esperó a que se calmara. Una vez que Daisy pareció tranquilizarse, Hera preguntó suavemente sobre el accidente. —¿Dónde ocurrió y llamaste a la policía?
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