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Bai Lian no recibió ninguna elección ni respuesta satisfactoria.
Su final no fue bueno.
Como ella no le dio el antídoto, a Jing Chen ya no le interesaba.
Se dio la vuelta y se fue.
No le dijo ni una palabra a Bai Lian, como si no le importara en absoluto la vida de Su Wan. Bai Lian no estaba ansiosa. Solo sentía que era cuestión de tiempo antes de que Jing Chen admitiera la derrota.
Porque Jing Chen no sabía qué tipo de final tendría esta medicina.
Si no había antídoto que controlara la mirada enloquecida de esa mujer, Bai Lian se reiría a carcajadas en sus sueños.
La habitación de Bai Lian estaba cerrada con llave. El doctor no podía entrar, así que, naturalmente, Bai Lian tampoco podía salir.
Incluso estaba vigilada las 24 horas del día.
Bai Lian no le dio mucha importancia hasta que pasó el día. Bai Lian se dio cuenta de que nadie había venido a buscarla. Eso no era importante. Lo importante no era que nadie viniera, sino que nadie le traía comida.
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