Roxana se preparó para el combate a pesar de saber que no sería fácil. Pero estaría feliz si lograba dar un puñetazo. Quizás un pequeño corte con la espada tampoco haría daño. Sí, él era el rey, pero no iba a llorar ni castigar a una mujer por herirlo. Eso no se vería bien en él. Además, esto era combate, la única ocasión en que realmente podría golpear al rey.
Alejandro estaba listo sosteniendo su espada. ¿Qué tendría en mente? ¿La lastimaría o se contendría porque ella era una mujer? No quería ningún trato especial de él en este momento.
—¿Estás listo, Su Majestad?
Ella pudo decir por esa pequeña sonrisa que intentó ocultar que él disfrutaba esto. Lo encontraba absurdo.
—Sí.
—No te contengas —le dijo ella, alzando su espada y sosteniéndola en su lugar.
—No quiero que mueras —dijo él, todavía sosteniendo su espada abajo.
—Creo que estaré en más problemas si tú mueres.
Él se rió. —Si solo fuera tan fácil.
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